
Libertad. Un concepto arraigado en el ser humano. Pero ¿qué significa?. En esta nota trataré de mostrar que, aún cuando es un lugar común que la libertad absoluta no existe, hay diversos tipos de libertad. Y diversos tipos de restricciones.
En la primera nota de opinión que publiqué en ContraViento.uy les daba un resumen, por fuerza simplificado, de mis creencias políticas. Y la nota se iniciaba con «Primero, la libertad«. Así que, ahora que puedo disponer de un poco más de espacio, conviene explayarse sobre qué entendemos por libertad y cómo se aplica a nuestra sociedad.
En el antedicho artículo me centré en la libertad personal, individual. Es lo que solemos asociar con la libertad de las aves. Vuelan donde quieren, sin casi limitaciones. Pero la libertad individual es sólo una de las libertades a los que aspiramos los ciudadanos. Justamente, la libertad política, la capacidad de elegir y ser electo, de elaborar leyes y hacerlas cumplir, es una aspiración también comprensible y que engloba a la individual. Pero, curiosamente, hay una libertad aun más inclusiva, la libertad nacional, la libertad de ese lugar geográfico que nosotros consideramos nuestra patria. La libertad de no ser invadidos y sojuzgados por otros. Algo que hoy es bien patente en la reacción de los ucranianos frente a la invasión rusa.
Las tres libertades mencionadas no se implican necesariamente entre ellas. La libertad nacional no existía en un imperio como el romano, donde si bien había libertad política en temas locales, y una gran libertad individual, los componentes del imperio no tenían aquella libertad de opción. Otro tanto cabe decir de la ex Unión Soviética, por ejemplo. Al revés, puede existir libertad nacional, sin libertad política o individual. Países como Corea del Norte, China o Cuba son buenos ejemplos.
Es posible tener libertad nacional y política, pero no individual. Un ejemplo de ello era la antigua Esparta. Podría argüírse que no es posible tener libertad individual, en un sentido extenso del término (sin daño a los demás) sin que, a la corta o a la larga, se termine en libertad política e incluso nacional. Desde la caída del muro de Berlín, la desintegración de la U.R.S.S. a los nacionalismos independentistas, puede observarse ese fenómeno. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión.
Lo que el tiempo y la experiencia han demostrado es que el concepto de libertad no es universal, ni geográfica ni temporalmente. Los egipcios ni siquiera tenían un término para «libertad«. Durante gran parte de la historia, las libertades individuales no eran inmanentes al ser humano sino una concesión de un regente todopoderoso. Y mucha gente, cuando podía elegir, sacrificaba libertad en aras de seguridad. En el medioevo y aún hoy en día en democracias liberales.
Pero aún considerando la libertad como inmanente al individuo, existen fuertes restricciones a su ejercicio aún en países como el nuestro, que son democracias liberales avanzadas. Una de las restricciones puede llamarse de necesidad. Los pájaros son libres de volar donde quieran, pero no pueden sobreponerse a las leyes físicas que a cada uno le da un ámbito y unas condiciones dentro de las cuales pueden ejercer esa libertad.
Los seres humanos tenemos también esa restricción. De esta y de otras limitantes hablaré en la segunda parte de esta nota.