Por Carlos Abel Olivera
La inmigración ha sido, históricamente, fuente de riqueza y crecimiento para los países. Los inmigrantes llegan, casi siempre, con poco más que sus ganas de prosperar. Traen ideas nuevas, cambian el status quo. Los inmigrantes construyeron mucho de lo que es hoy Uruguay.
Durante décadas, Uruguay dejó de ser receptor de inmigrantes para convertirse en un emisor neto. Hace alrededor de un lustro, esa tendencia cambió, de la mano, sobre todo, de argentinos, cubanos y venezolanos, huyendo los últimos de las dictaduras que asolan sus países.
Para llegar al Uruguay, los cubanos vuelan primero a Guyana, pues este país no les exige visa de ingreso. De Georgetown salen, de la mano de coyotes y atravesando la selva, hacia Brasil. Cruzan todo el territorio del gigante norteño hasta llegar a la frontera con Uruguay, donde piden refugio.
Acá se les permite ingresar legalmente, mientras se procesa su solicitud, sin embargo, el otorgamiento de este toma tiempos indefinidos y mientras, la residencia definitiva no puede ser gestionada.
Actualmente, el Uruguay solicita a los cubanos que, vayan a Brasil (para lo cual deben pedir visa en el consulado brasilero en Montevideo) pidan una visa uruguaya en un consulado uruguayo en Brasil, para con esa visa ingresar al país de vuelta y solicitar la residencia. Parece un trabalenguas, pero es la absurda realidad.
Es contra este proceso, que se estima, afecta a unos 10,000 cubanos que ya viven en Uruguay, que un grupo de ellos se estuvo manifestando en Montevideo.
¿Por qué no evitar que familias enteras pongan en riesgo sus vidas y gasten miles de dólares en manos de coyotes? ¿Qué sentido tiene, a los que viven en Uruguay, y entraron legalmente, exigirles salir del país y tener una visa para volver a entrar?
¿Qué tal reforzar el consulado uruguayo en La Habana, que actualmente da turnos para entrevistas con 1 año de demora? ¿Por qué no facilitar que, cumpliendo los requisitos exigidos, las familias puedan volar directamente al Uruguay y no tener que hacer una penosa travesía?
A los cubanos se les acusa desde «ser agentes del castrismo» (por derecha) hasta ser «gusanos» (por izquierda) en cada caso, con respectivas invitaciones de retorno a la isla. «Si no te gusta, volvé por donde viniste», se escucha a veces pretendiendo, al parecer, crear una especie de ciudadano de segunda categoría, sin derecho a la libertad de expresión. «Nos usan como trampolín para tener pasaporte y luego llegar a Estados Unidos», critican otros. Si así fuera, ¿Cuál es el problema? Las razones que los llevan a volver a emigrar son las mismas que impulsan a los uruguayos a irse. Cabe aclarar que, en el Uruguay, para ser ciudadano legal se necesitan 5 años de residencia, o 3 si tienes familia constituida. Luego, para poder votar (tema que preocupa a algunos), necesitas otros 3 años a partir de ser ciudadano, es decir, como mínimo 6 u 8 años para votar.
La inmensa mayoría de los uruguayos son solidarios y dan la bienvenida a los inmigrantes. Sus padres y abuelos bajaron de barcos que llegaban cargados de esperanza, provenientes de una Europa hambrienta o en guerra. Saben lo que es empezar de cero, lo que es ahorrar todo, lo que es el miedo y la tristeza del desarraigo. Tengo historias hermosas para contar: madres agradecidas del amor y prontitud con que recibieron a sus hijos en las escuelas, familias que abren las puertas en la soledad. El mejor Uruguay en una sonrisa y una mano extendida.
Los inmigrantes son (somos) personas, los hay buenos y malos, trabajadores y haraganes, competentes e incompetentes, honrados y estafadores, sinceros y mentirosos, pero no por ser inmigrantes, sino justamente por eso, porque somos personas.
Uruguay necesita inmigrantes. Muchas personas (cubanos entre ellos) podrían encontrar (y ya han encontrado) en nuestro país (sí, nuestro, porque ya es mío también) la esperanza de construir un futuro mejor. Como dice aquel poema de Nicolás Guillén (poeta nacional de Cuba): Al corazón del amigo: ¡abre la muralla!