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Contraviento

Juan López y John Ward, de Jorge Luis Borges

7 marzo, 2024
Jorge Luis Borges
En su columna de esta semana, Dardo Gasparré citó el microrrelato de Borges «Juan López y John Ward», escrito un par de meses después de terminada la guerra de Malvinas, y publicado en periódicos tanto en la Argentina como en Gran Bretaña.

Jorge Luis Borges, crítico con la decisión de invadir las islas, no justifica, pero sitúa el hecho en el contexto político de la época.

En el microrrelato, basta con decir que Juan y John hubiesen sido amigos, “pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel”.

Borges publicó Juan López y John Ward en Los Conjurados, un libro que reconoció “se escribió solo”. En el viaje para su presentación en España dijo sobre el poema de las Malvinas: “Yo lo publiqué y no pasó nada, aunque era peligroso hablar de ese modo. Pero como yo gozo de cierta impunidad, me ven como a un ser inofensivo”. En esa ocasión también habló de su estilo poético: “Creo que lo que se dice por medio de metáforas, de parábolas, de ficciones, puede ser más importante que lo que se escribe por medio de fechas y nombres propios”. “Yo creo que la poesía nace sobre todo del dolor”, aseguró.

En Juan López y John Ward leemos un relato concebido desde el dolor de un hombre que cree en la fraternidad por sobre la guerra, que advierte que a Juan y a John los entierran juntos.

Sigue el texto de Borges

Juan López y John Ward

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.