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Contraviento

El «voto militar», flanco débil de la Coalición

25 abril, 2024

Por Graziano Pascale

Los partidos políticos, y por tanto las coaliciones de las que forman parte, tienen diversos «círculos» de votantes, que reflejan las distintas sensibilidades de sus electorados. En ese amplio arco se incluyen desde los incondicionales absolutos (los que «votan una heladera» – como dijo una vez Raúl Sendic- siempre que lleven la bandera del partido), hasta los votantes «críticos», que no aceptan el apartamiento o el abandono de algunos principios, o el olvido de algunos compromisos o promesas de gobierno.

Del voto de este último «círculo» de simpatizantes depende siempre llegar victoriosos a la meta, o quedar relegados en la preferencia mayoritaria de las urnas. Esos votantes, por lo general no siempre contemplados en las campañas electorales, tienen en sus manos la llave que abre las puertas del poder a los partidos políticos.

El camino que usualmente se recorre para acoger a esos votantes es el de ampliar la oferta hasta niveles minúsculos. Esta estrategia tiene el riesgo de dejar indiferentes a los votantes tradicionales, que no se sienten convocados por plataformas «minoristas», sino por la coherencia de un discurso enraizado en la historia y los valores del propio partido, adaptados a los tiempos que corren.

Es cierto que cada partido tiene un núcleo «duro» de votantes, que constituyen el «piso» electoral de cada formación, y que pase lo que pase estarán siempre acompañando esa bandera, que representa algo más que ideas o programas sino que es mucho más: símbolo de identidad y pertenencia.

Pero no es menos cierto que también existen los votantes que a priori podrían considerarse como parte de esos incondicionales, pero que, en silencio, optan por otros partidos o votan en blanco ante situaciones que ponen a prueba sus convicciones históricas.

La historia reciente nos da varios ejemplos de lo anterior, en todo el espectro partidario, e incluso dentro de los propios partidos.

Quizás en las elecciones de este año podría reeditarse este fenómeno cíclico, pero en un escenario que pocos advierten por ahora. Un indicio lo podemos encontrar en el discurso pronunciado la semana pasada por el Cnel. (R) Roque García en el acto convocado por el «Observatorio por la Reconciliación Nacional», que él mismo lidera, previsto inicialmente para el 14 de abril, pero finalmente postergado por razones climáticas para el viernes 19.

Unas 400 personas, en su mayoría militares y policías retirados, y sus familiares, acudieron a la convocatoria. Entre los asistentes se encontraban el precandidato colorado Guzmán Acosta y Lara, y la plana mayor de Cabildo Abierto, integrada por los senadores Guido Manini Ríos (ex Comandante en Jefe del Ejército durante dos de los tres gobiernos del Frente Amplio), y Guillermo Domenech, el Ministro de Vivienda Cnel (R) Raúl Lozano, y el Subsecretario de Defensa, Cnel (R) Rivera Elgue.

El discurso de García giró en torno de la búsqueda de la «reconciliación nacional», que a su juicio se ve entorpecida por las acciones judiciales contra militares y civiles que actuaron hace medio siglo en la lucha contra grupos subversivos. En tal sentido llamó a detener « esta máquina de venganza, que es mucho más que solo terminar de mandar a ancianos a prisión, que es mucho más que evitar que se propague este discurso de odio, es verdaderamente buscar los caminos para escribir historia que una, y no memorias que divide, porque sin unión entre nosotros no hay paz, no hay progreso”.

A buen entendedor…

García se preocupó de subrayar que hablaba «a título personal», pero como parte de la organización del acto, según pudo saber este columnista, mantuvo reuniones con varios exponentes políticos de la Coalición Republicana, de modo de asegurarse que el contenido de su discurso llegara a las más altas esferas de los partidos que la integran.

Este mensaje, ante ese auditorio -que se vio multiplicado varias veces por la transmisión radial en simultáneo- conlleva una serie advertencia para la Coalición Republicana, que en el año 2019 logró imponerse al Frente Amplio por poco más de 28.000 votos sobre un total apenas superior a 2:300.000 votos, un resultado muy ajustado que abre serios interrogantes para el futuro.

Esas dudas se ven acrecentadas cuando el propio García, en su discurso, dijo que todos sabemos que cuando esta Coalición llegó al poder todos confiamos en que sobre este tema (NdR: se refiere a la situación de militares, policías y civiles en prisión)  tuviera, al menos, una sensibilidad diferente. No fue así, más bien todo lo contrario. Digo la verdad cuando digo que nos sentimos defraudados, porque eso les demando: que encuentren soluciones, como se le demanda a un amigo, a alguien cercano, con respeto pero con firmeza, con aprecio pero con dolor. No nos pueden pedir que demos más de lo que dimos, le dimos un voto de confianza.  ¡Ya está! A buen entendedor, pocas palabras bastan… los gobiernos deben tener piedad”.

El voto de lo que habitualmente se conoce como «la familia militar», un concepto que también podría extenderse al menos hacia la oficialidad policial, se ha dirigido mayoritariamente hacia los partidos fundacionales, con más énfasis hacia el Partido Colorado. La última elección, entre otras cosas por la disconformidad con el manejo que esos partidos hicieron sobre el tema abordado por el coronel García, trajo la sorpresa de un nuevo actor político, Cabildo Abierto, liderado por quien estuvo al frente del Ejército durante gran parte de dos de los tres gobiernos del Frente Amplio.

Con una bancada de tres senadores y 11 diputados, Cabildo Abierto ha sido clave para la estabilidad del gobierno del presidente Lacalle Pou, más allá de algunas escaramuzas y desencuentros parlamentarios.  Que esta situación se mantenga en el próximo período hoy no puede darse por segura. La advertencia implícita en el mensaje del coronel García deja en evidencia algo impensado: el flanco débil de la Coalición Republicana está donde menos nos imaginamos.

Es de suponer que esta inesperada situación no ha pasado inadvertida en el comando estratégico del Frente Amplio, donde se monitorea de continuo el humor de los votantes. Alguien ubicado en ese nivel habrá recordado en estos días la frase atribuida al rey Enrique IV, de religión protestante, que no dudó en convertirse al catolicismo para poder acceder al reinado de Francia: «París bien vale una misa».