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Contraviento

Psicopatía: cuando el agresor se presenta como víctima

23 diciembre, 2025
Psicópata victimista

El perfil del psicópata victimista y su impacto silencioso

En los últimos años, el término psicopatía se ha vuelto omnipresente. Aparece en redes sociales, debates mediáticos, discusiones políticas y conflictos personales, casi siempre reducido a una caricatura: el “monstruo”, el violento, el criminal sin emociones. Sin embargo, esta simplificación no solo es científicamente incorrecta, sino que además oculta una de las formas más frecuentes —y más peligrosas— de funcionamiento psicopático: aquella en la que el agresor no se muestra como tal, sino que se presenta sistemáticamente como víctima.
La psicopatía, tal como ha sido estudiada por la psicología forense, no se define por la violencia explícita, ni siquiera por la comisión de delitos. Se define por un patrón estable de funcionamiento interpersonal, afectivo y conductual, caracterizado por la manipulación, la ausencia de culpa, la superficialidad emocional y la instrumentalización de los otros. Y este patrón puede adoptar formas muy diversas.

Qué es —y qué no es— la psicopatía

El principal referente en el estudio científico de la psicopatía es Robert Hare, creador de la Psychopathy Checklist-Revised, el instrumento más utilizado a nivel internacional para su evaluación en contextos clínicos y forenses.
La PCL-R no clasifica personas en “tipos” cerrados ni establece un ranking moral. Evalúa rasgos: manipulación, mentira patológica, falta de empatía, irresponsabilidad, afectividad superficial, externalización de la culpa, entre otros. El puntaje final indica el grado en que ese patrón psicopático está presente.
Por eso es un error frecuente —y grave— confundir psicopatía con Violencia física, delitos, trastornos antisociales y/o maldad moral.
Hay psicópatas violentos, pero también hay psicópatas socialmente funcionales, integrados, exitosos y respetados. Y entre ellos se encuentra un perfil particularmente eficaz: el psicópata victimista.

La psicopatía no es una sola: presentaciones clínicas

Hare y otros autores han descrito distintas presentaciones clínicas de la psicopatía. No como una tipología rígida, sino como formas de manifestación del mismo núcleo psicopático.
Algunas son más evidentes: el psicópata impulsivo, antisocial, abiertamente agresivo. Otras son más sutiles: el psicópata integrado, el encantador, el que nunca levanta la voz ni rompe una norma de manera visible.
Dentro de estas formas encubiertas aparece lo que, en la práctica clínica y forense contemporánea, se denomina perfil victimista.
Manipulación victimista del psicópata

El psicópata victimista: cuando el daño se narra como sufrimiento propio

El psicópata victimista es aquel sujeto que organiza su identidad y su relato en torno a una posición constante de víctima. No se trata de alguien que ha sufrido —todas las personas pueden sufrir—, sino de alguien que utiliza el sufrimiento como estrategia.
Su relato es coherente, emocionalmente convincente y persistente. Siempre hay un otro que lo persigue, lo daña, lo excluye o lo maltrata. La responsabilidad nunca es propia. La autocrítica está ausente. La culpa, proyectada.
Este perfil se caracteriza por:
•Externalización absoluta de la responsabilidad
•Relato cerrado de victimización, sin ambivalencias
•Uso instrumental de las emociones (propias y ajenas)
•Captación de aliados y validadores
•Capacidad para generar culpa, miedo o compasión en terceros
A diferencia de la víctima real, cuyo discurso suele ser fragmentado, ambivalente y cargado de dudas, el psicópata victimista no duda. Su identidad está anclada al daño recibido, no al daño causado.

¿Encaja este perfil en la psicopatía medida por Hare?

Sí. Perfectamente.
Aunque el “psicópata victimista” no es una categoría formal de la PCL-R, su funcionamiento es plenamente compatible con puntajes elevados en ítems centrales como:
•Manipulación interpersonal
•Mentira patológica
•Ausencia de culpa o remordimiento
•Afectividad superficial
•Externalización de la responsabilidad
El victimismo no excluye la psicopatía. Puede ser una de sus expresiones más eficaces.

Víctima real vs. victimismo psicopático

Distinguir entre una víctima genuina y un perfil victimista no es un ejercicio ideológico ni moral. Es una tarea técnica.
La víctima real suele mostrar:
•Ambivalencia emocional
•Culpa injustificada
•Fragmentación del relato
•Dificultad para narrar
•Deseo de comprensión más que de castigo
El psicópata victimista, en cambio:
•Presenta un relato rígido y sin fisuras
•Carece de autocrítica
•Necesita convencer, no comprender
•Utiliza el daño como capital moral
•Persigue la anulación del otro
Confundir estas dos posiciones no solo es un error clínico. Es una forma de injusticia.
Esste perfil es especialmente peligroso, porque el psicópata victimista rara vez aparece como violento. Por eso pasa desapercibido. Su daño no es inmediato ni visible, pero es profundo y expansivo.
En contextos judiciales, laborales o familiares, este perfil puede:
•Destruir reputaciones
•Instrumentalizar denuncias
•Polarizar grupos
•Generar daño psicológico en terceros
•Silenciar a verdaderas víctimas
No grita. No golpea. Convence.

El riesgo de creer que todo relato de daño es verdad

En una cultura que ha convertido el sufrimiento en argumento, el testimonio en verdad absoluta , el análisis crítico se vuelve incómodo. Pero la psicología —y especialmente la psicología forense— no puede renunciar a su función: distinguir relato de realidad, emoción de evidencia, sufrimiento de responsabilidad.
No toda víctima dice la verdad.
No todo agresor se presenta como agresor.
Y no todo daño se ejerce con violencia visible.
Reconocer la psicopatía victimista no implica negar el dolor genuino. Implica protegerlo, evitando que sea utilizado como herramienta de manipulación.
Cuando el victimismo se juridiza: el uso instrumental de la ley de violencia de género
Una de las expresiones más complejas —y menos abordadas— del perfil victimista se observa cuando este funcionamiento se articula con marcos legales de protección, particularmente con la legislación sobre violencia de género. Este fenómeno no invalida la necesidad ni la legitimidad de dichas leyes, pero sí exige un análisis clínico y forense riguroso sobre su posible uso instrumental, y la necesidad urgente de modificar esa ley que dice que con el solo testimonio de la mujer alcanza , cuando estos perfiles de psicopatía victimista se da más en la población femenina , creando así una herramienta legal para que sea usada por ellas para destruir y vengarse usando el sistema legal a su antojo
En algunos casos, el psicópata victimista mujer encuentra en la ley un recurso simbólico y jurídico que potencia su narrativa: el relato de victimización deja de ser solo interpersonal y pasa a estar respaldado institucionalmente, lo que dificulta enormemente su cuestionamiento.
El mecanismo suele operar de la siguiente manera: el conflicto relacional, la disputa de poder o incluso la reacción defensiva de la verdadera víctima es reformulado como violencia, mientras que los propios actos de manipulación, hostigamiento o control quedan invisibilizados bajo el paraguas de la protección legal. La denuncia se convierte así en una herramienta de anulación, no de resguardo.
Desde el punto de vista clínico, este perfil se caracteriza por:
•Uso estratégico del marco legal para invertir los roles de víctima y victimario
•Construcción de un relato jurídicamente correcto pero clínicamente incongruente
•Externalización absoluta de la responsabilidad, ahora legitimada por la ley
•Búsqueda de sanción, exclusión o silenciamiento del otro más que de reparación
•Captación de operadores jurídicos como validadores del relato
En estos escenarios, la verdadera víctima —frecuentemente varón, pero no exclusivamente— queda atrapada en una paradoja: cualquier intento de defensa, explicación o señalamiento del abuso recibido puede ser reinterpretado como una nueva forma de violencia. El silencio se impone no por falta de verdad, sino por riesgo legal.
Es fundamental subrayar que la existencia de este uso instrumental no niega ni relativiza la violencia  real, que es un fenómeno grave y ampliamente documentado. Lo que se señala es otra cosa: la ley protege conductas, no identidades, y cuando se aplica sin análisis clínico del vínculo, puede transformarse —involuntariamente— en una herramienta de daño.
Desde la psicología forense, el desafío consiste en distinguir protección de instrumentalización, victimización real de victimismo estratégico. Cuando esa distinción no se realiza, el sistema no solo falla en su función protectora, sino que corre el riesgo de revictimizar a quien pretendía resguardar y de otorgar poder jurídico a perfiles altamente manipulativos.
Reconocer esta dinámica no debilita la ley. Por el contrario, la fortalece, devolviéndole su sentido original: proteger a las verdaderas víctimas y no convertirse en un recurso al servicio del daño relacional.

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