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Contraviento

Seguridad: Cuando la estadística no calma el miedo

3 octubre, 2025

Nicolás Cavia

En una encuesta realizada por FACTUM, una preocupación recurrente para los uruguayos es la seguridad. Según la encuesta, el 46% menciona como “Problema Principal del País”: La Seguridad, y según su evolución aparece entre los primeros lugares siendo el “debe” de los gobiernos, año tras año.

Pero hay una paradoja: el Ministerio del Interior muestra en sus boletines oficiales descensos en hurtos y rapiñas, incluso leves caídas en homicidios. Sin embargo, el ciudadano común no percibe esa “mejora”. ¿Se miente con las cifras o miente la realidad? Ninguna de las dos. La verdad es que la estadística no alcanza para tapar el miedo cotidiano.

Porque el miedo no se mide y tampoco entra en un Excel. Es el miedo de la señora que no quiere tomar un ómnibus de noche, del comerciante que baja la cortina antes de la hora, o del padre que no deja a su hijo caminar hasta la esquina. Ese miedo se alimenta de hechos que ningún gráfico puede suavizar: crecen los asesinatos entre bandas, se disparan armas de guerra en barrios donde el Estado entra con chaleco y reza, y hasta atentaron contra una fiscal de Corte.

Lo peor no es solo la violencia, sino la naturalización de la violencia. La idea de que vivir con rejas, alarmas y miedo es lo normal. Esa es la derrota cultural. Y cuando la sociedad se resigna, el crimen organizado gana.

El Estado responde como siempre: reuniones, mesas de diálogo y un gasto público que sostiene estructuras ineficientes en lugar de invertir en prevención seria. Mientras tanto, la cárcel está desbordada, la justicia se mueve a paso de tortuga, y la policía enfrenta a un enemigo con más plata, más logística y, en algunos barrios, hasta más prestigio. Sí, prestigio: porque para demasiados jóvenes ser “soldado” de una banda resulta más atractivo que terminar el liceo.

Y de esto casi nadie quiere hablar: la inseguridad también es hija de la exclusión. Un país que no logra integrar a sus jóvenes más vulnerables termina exportando soldados al crimen. La escuela que expulsa, el barrio sin oportunidades y la droga que se expande son la cantera del delito. Como dijo Richard Read: “La gran pelea contra el delito y el narcotráfico es la educación”. Pero es más fácil anunciar “más policías en la calle” que enfrentar el agujero negro de fondo.

Mientras tanto, el ciudadano vive en tensión. Porque sabe que el crimen organizado ya le perdió el miedo al Estado. Si un fiscal puede ser atacado y un barrio entero vivir bajo las reglas de una boca de pasta base, ya no hablamos de delitos: hablamos de un poder paralelo.

Y ahí está el verdadero desafío. O Uruguay recupera el control real del territorio, o lo que viene es la lenta degradación hacia la ley de la selva. La inseguridad no es solo un problema policial: es el termómetro de un Estado que promete bienestar, pero que en lo esencial está perdiendo el control. Y si no nos gusta lo que vemos, habrá que animarse a cambiarlo.

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