Saltar al contenido
Contraviento

El hidrógeno verde: ¿Futuro negro o color de rosa?

25 diciembre, 2025

Invisible bajo tierra, vive y late una de las mayores reservas de agua dulce del planeta. No corre en ríos ni desborda represas, pero sostiene ciudades, economías y es esperanza de futuro. Se trata del vital Acuífero Guaraní. Y hoy vuelve a estar en el centro de una discusión que mezcla promesas verdes, inversiones millonarias y nuevas preguntas sobre el futuro de nuestros recursos vitales, que en este caso, afecta directamente a Rivera pero también a muchos más… 
El proyecto de hidrógeno verde en la zona de Tambores, en el límite entre Tacuarembó y Paysandú, reavivó un debate que Uruguay conoce bien: el despilfarro del agua como bien estratégico frente al desarrollo productivo.

El tercer puesto que provoca miedo
Según la empresa responsable del emprendimiento, el Acuífero Guaraní sería solo la tercera alternativa de abastecimiento. La prioridad estaría puesta en aguas superficiales como el Arapey. El mensaje es claro: no tocar el Guaraní salvo que sea estrictamente necesario.
Sin embargo, para técnicos, académicos y organizaciones ambientales, la sola mención del acuífero más importante de la región no es un detalle menor. Porque cuando se trata de agua subterránea, el problema no es solo cuánto se extrae, sino cómo, durante cuánto tiempo y con qué controles.
Una extracción intensiva puede generar lo que los hidrogeólogos llaman un “cono de depresión”: una baja del nivel del agua alrededor de los pozos que altera presiones y flujos subterráneos. En zonas donde la recarga es lenta, como ocurre en buena parte del norte del país, el sistema puede demorar años o décadas en recuperarse.

Agua potable para uso industrial
Hay otro elemento que incomoda. El agua del Acuífero Guaraní es de calidad excepcional, apta para el consumo humano. Para producir hidrógeno verde se necesita agua aún más pura, desmineralizada, lo que implica tomar esa agua potable para limpiarla todavía más y usarla en un proceso industrial.
La pregunta aparece naturalmente es: ¿Tiene sentido destinar agua de altísima calidad a un proceso productivo cuando el cambio climático ya tensiona el acceso al agua en buena parte del país?
No es una discusión técnica, sino ética y política. Y por eso genera ruido.

Un acuífero compartido
Existe el “Acuerdo sobre el Acuífero Guaraní” (2010), que establece que Uruguay, Brasil, Argentina y Paraguay deben cooperar y no perjudicarse mutuamente.

Conflicto diplomático: Si alguno de los otros 3 países considera que el uso masivo por parte de Uruguay pone en riesgo la reserva transfronteriza o incumple el principio de «uso soberano pero responsable», podrían elevar reclamos ante el Mercosur o tribunales internacionales. Históricamente, cualquier uso industrial a gran escala en zonas fronterizas genera tensiones diplomáticas.

Rivera y la prioridad del consumo humano
En Uruguay, el caso más sensible es Rivera. Si bien no hay un porcentaje exacto del uso del agua del acuífero para el consumo humano en Rivera, se sabe que es su principal y casi única fuente. La antigua represa y su planta potabilizadora no daría abasto porque informaciones periodísticas indican que actualmente la represa sólo contribuye con entre un 10 y un 15% del agua consumida en la ciudad. Si bien Tambores está a varios kilómetros, el sistema subterráneo está interconectado. En escenarios de sequía, o de uso industrial, el abastecimiento urbano pueden entrar en tensión.

Dicen que el volumen de extracción propuesto (por ejemplo 500-700 m³/día) es manejable y no representa una carga significativa para el sistema hídrico nacional siempre que haya monitoreo adecuado. Pero, los colectivos ambientales consideran que aunque hoy el impacto pueda parecer bajo, establecer un precedente de uso industrial de los recursos hídricos de un acuífero estratégico frente al cambio climático, es riesgoso, y que, si no hay estudios serios y profundos, mecanismos de control robustos, y transparencia total, podría comprometer la seguridad hídrica a largo plazo.

¿Y la contaminación?
La producción de hidrógeno verde se presenta como limpia, y en esencia lo es. Pero los riesgos no están en el hidrógeno, sino en los detalles: perforaciones mal selladas que pueden transformarse en puertas de entrada para contaminantes; residuos salinos del proceso de purificación del agua; manejo de efluentes que, si falla, deja huellas invisibles pero persistentes. En acuíferos profundos, un error no se corrige rápido. A veces no se corrige nunca.

¿Cuánto gana el Estado?
La recaudación directa por el uso de agua suele ser baja. Los cánones existen, pero no reflejan el valor estratégico del recurso. A eso se suman exoneraciones fiscales previstas en la Ley de Inversiones, habituales en este tipo de proyectos.
El argumento oficial apunta a otro lado: atraer capitales, generar empleo, posicionar al país en la nueva economía del hidrógeno. El agua, en ese relato, aparece casi como un insumo secundario. Para muchos críticos, ese es justamente el problema.

El verdadero dilema
Usar agua subterránea de altísima calidad para producir un combustible destinado mayoritariamente a la exportación, plantea una pregunta incómoda:
¿estamos descuidando el agua como un derecho y una reserva para las generaciones futuras, al tratarla como una mercancía más?
El Acuífero Guaraní no hace ruido. No protesta, no vota, no sale en cadena nacional. Pero está ahí, sosteniendo silenciosamente a buena parte del país. Tal vez por eso el debate merece algo más que la etiqueta de “tercera opción”.

[b]Sitio alojado en Montevideo Hosting[/b]