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Contraviento

Sentimiento de pertenencia: La asignatura pendiente

24 abril, 2025
Sentimiento de pertenencia: La asignatura pendiente

«… siento la necesidad de gritar mi angustia a causa de mi tierra, de nuestra tierra». Eduardo Mallea – «Historia de una pasión argentina».

Digresión explicativa. Un artículo representa una parte del material sobre el que se trabaja en su elaboración. Se pulen sus detalles a fin de expresar un concepto determinado y se envía a publicación. Así ocurrió con «Políticas migratorias»: «Un país que expulsa a sus hijos», que es parte de un desarrollo mucho más amplio sobre el tema. Ocurrió que, luego de publicado, la amplitud temática motivó un posteo visceral e impetuoso que generó un interesante intercambio. Decía así:

«Se afirma en este artículo que ‘Esta sangría está diluyendo el sentimiento de nacionalidad y pertenencia’. Es que se requieren décadas para que un nuevo habitante del país contenga una parte del sentimiento de pesar ante las derrotas y soledad de Artigas. Décadas de convivencia para que llegara a cerrar los ojos a modo de silencioso homenaje por los muertos de Carpintería o Tupambaé. Décadas, antes de que se emocionen ante la Defensa de Paysandú y el arrojo en Sarandí. No es tan simple como entregar un documento. Se trata de un sentimiento de pertenencia».

Corresponde, entonces, desarrollar el concepto. Un país, en términos simples, es un territorio con características geográficas y culturales propias cuyos habitantes han delimitado y constituido en Estado independiente. Una Constitución y leyes menores rigen la vida de esa sociedad. Hasta aquí una breve descripción del conjunto geográfico, jurídico, social y moral que compone un país.

Empero, existe otro aspecto invisible que cohesiona a sus habitantes con ese entorno geográfico, su historia, gente, leyes y con el pasado y presente de la comunidad. Es el «sentimiento de pertenencia» de los habitantes para con ese país. Es eso del «nosotros», dicho con orgullo. El posteo se refería a ese aspecto invisible que nos une.

«Es el voto que el alma pronuncia», no es una frase más. Es la evocación y exaltación de ese sentimiento de pertenencia. La emoción patriótica que hoy -como muy bien se me señalara en los comentarios- se está diluyendo.

La desesperación de Mallea

Disolución que también vislumbró el escritor Eduardo Mallea, aunque en 1937 y por otros motivos. Su ensayo «Historia de una pasión argentina» nace de una profunda angustia por el destino de la Argentina. Expone su desesperación al ver a su país, equivocando el rumbo de su destino al no profundizar sus raíces espirituales y culturales.

Muchos años más tarde, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, describió a la sociedad contemporánea en «Modernidad líquida»: «En esta era, las tradiciones, los valores y las instituciones sólidas se han disuelto y han sido reemplazados por una fluidez constante».

Cabe precisar que esta incertidumbre, donde todo pareciera ser relativo y pasajero, no es un destino inevitable. Nos podemos negar a ello, resistir. Son problemas que debemos enfrentar.

Y entonces, claro

En el posteo lamentaba que, a partir de la constante emigración de los jóvenes nacidos e instruidos en Uruguay, se fuera diluyendo el sentimiento de nacionalidad y pertenencia. Al tiempo que señalaba la ardua tarea para que los nuevos habitantes del país lo asuman o recuperen.

No corresponde solicitar a un nuevo habitante el sentirse uruguayo. El sentir no se pide ni impone. Solo es exigible ajustarse a las leyes y ser ciudadanos productivos. Ocurre que entre los nativos sin sentido de pertenencia y los nuevos habitantes que no tienen por qué tenerla, el sentir nacional se diluye y con él el concepto de pertenencia.

Un nuevo residente puede sentir arraigo o incluso afecto por nuestro país. Empero, el sentido de pertenencia y nacionalidad, de llegar a tenerlo, será luego de décadas de convivencia y de interesarse por la parte invisible. Este país, nuestro país, se construyó sobre el trabajo de decenas de miles de migrantes. Que se fueron sintiendo uruguayos, o que sus hijos se sintieron uruguayos más allá del pasaporte.

¿Qué pasa cuando…?

Al diluirse o perderse el sentido de pertenencia, ocurre lo de Europa. Sociedades avanzadas, instruidas y con buen nivel económico que se dejan avasallar pasivamente. Sociedades que comenzaron relativizando los valores forjados por sus mayores. Ahora los lloran.

Se avergüenzan de celebrar ciertas festividades. Sienten la culpa por hacerlo. Sociedades donde decir «negrito» es asunto grave, pero matar personas alegando que Alá es grande es apenas una contravención.

No obstante, queda una minoría que resiste. Son aquellos en los que aún persiste el sentimiento de pertenencia. Son pocos, viven hostigados y vituperados. Les etiquetan como nacionalistas, ultraderechistas, ultramontanos, caducos, antiguos, obsoletos y los quieren poner fuera de la ley.

Uruguay está en proceso de lo mismo. Las familias no transmiten valores morales. Algunas ya carecen de ellos. Las escuelas imparten aberraciones como la negación de la biología, la sexualización de los menores y el desdén por los símbolos patrios. La gente no asiste a desfiles militares porque afirma que son torturadores. Los políticos están en otra cosa. Igual que en Europa.

Démosle vuelta a la página. Paremos la barbarie desde la gente. Colguemos símbolos patrios en los balcones y hablemos con nuestros hijos y amigos de nuestro sentimiento de pertenencia. Apréndase el Himno Nacional y entone la voz en cuello con orgullo. Vaya al desfile y deje correr las lágrimas de emoción. Que sus hijos sepan, que sus padres se sienten uruguayos. Al menos tengamos honor. Como nuestros mayores.

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