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Contraviento

La «lucha de clases» y la realidad

23 febrero, 2025
Tren chocando

Son las cinco de la mañana y la planta es un hervidero. Operarios, estibadores, etiquetadores, autoelevadoristas se mueven en frenesí alrededor del primer contenedor que se está cargando.
Dos horas antes se habían levantado los camioneros que llevarían los tres contenedores de ese día, hasta el puerto.
9:00 am, camino al puerto, llega la noticia de un paro por «asamblea sindical» en la Terminal de Contenedores, es decir: los camiones van llegando, pero no pueden entrar a la terminal ni bajar los contenedores. Una larga fila se va generando, camión tras camión.
«¡Bienvenido a la lucha de clases!» dice uno de los que normalizan el paro, recordando los enardecidos discursos que apenas horas antes se habían escuchado en un acto del PIT-CNT, con «La Internacional» de fondo, puños alzados y enojos por el cierre de una empresa de autopartes. La misma empresa que expuso, entre las razones de su partida, la conflictividad sindical. También me invita a «aceptar la realidad», del constante hostigamiento sindical a toda la cadena productiva.

No existe la «lucha de clases», como no existen las «clases sociales» en su definición marxista (relación con los medios de producción), ni el valor objetivo, ni el valor-trabajo, ni la plusvalía, ni por tanto el «conflicto fundamental». Científicamente, tiene más sustento creer en cualquier deidad que en una teoría aplastantemente refutada. Pero cada cual cree lo que quiere.
El problema de la fe de Marx es que tiene la particularidad (ampliamente probada) de desgraciarle la vida a millones de personas.

¿Cuál es la realidad?

– La realidad es que hay personas desde la madrugada cargando contenedores para que entren al puerto (camioneros, estibadores, inspectores de calidad).
– La realidad es que, mientras haya medidas en el puerto, los camioneros van a quedar esperando en sus camiones sin poder entrar.
– La realidad es que todo eso genera costos que termina pagando la empresa exportadora.
– La realidad es que, por estas medidas, se puede llegar a perder un lugar en un mercante y haya que dejar un contenedor enchufado una o dos semanas en el puerto (pagando) hasta que se pueda cargar.
– La realidad es que eso genera incumplimiento con clientes que pueden terminar comprando en otro lado.
– La realidad es que si no cargas no cobras y si no cobras no pagas (ni al estibador, ni al camionero, ni al inspector).
– La realidad es que si tienes que pagar sí o sí, pides prestado y te endeudas, a tasas altas porque no es que los bancos presten mucho y las tasas fuera del sistema bancario son altas. Eso, igual, tiene un límite.
– La realidad es que, cuando esto pasa seguido, y no es solo en el puerto sino en distintos eslabones de la cadena, los costos y daños se acumulan hasta hacer los negocios inviables.
– La realidad es que, así, cierran las empresas y quedan miles sin trabajo.

Pero la realidad más importante de todas es que nada de esto le importa a los iniciados en el evangelio de Marx, los cuales prefieren ver a todo el mundo en taparrabos y sin trabajo, con tal de destruir al «Capitalismo». Porque, ojo, ninguno arma una cooperativa (digo, por aquello de evitar la «explotación del hombre por el hombre») para los 1,200 de Yazaki, ni para los frigoríficos cerrados, ni las que están por venir. Eso no, protesta, seguro de paro especial y más paros, para que se sigan fundiendo empresas y haya que protestar más y pedir más seguros de paro.

No importa lo que yo piense o quiera, o lo que piensen o quieran los sindicatos o cualquiera, esa, dura como un tren a 300km/h, es la realidad.