
Desempleo juvenil en Uruguay: una crisis alarmante
El desempleo juvenil en Uruguay, con un alarmante 25%, triplica la tasa general de desocupación. Para los jóvenes de los quintiles más bajos, donde la pobreza golpea al 20-25% de los hogares, la falta de empleo estable es una herida a la autoestima, un empujón hacia la informalidad y, en los peores casos, una puerta al narcotráfico como ingreso rápido.
Realidad del desempleo juvenil (2021-2022)
- Magnitud: 61 mil jóvenes de 18 a 24 años buscaron trabajo sin éxito, representando 4 de cada 10 desempleados en el país.
- Vulnerabilidad educativa: El 62% de los jóvenes desempleados no finalizó la Educación Media Superior. Uruguay tiene el menor porcentaje de finalización de secundaria en la región para personas de 20 a 24 años.
- Acceso al empleo: El principal medio para obtener el primer empleo es a través de conocidos, amigos y familiares.
- Desempleo estructural: Aproximadamente 25 mil jóvenes desocupados enfrentan vulnerabilidad estructural.
Impacto social de la exclusión laboral
En un país donde el trabajo define la identidad, no conseguirlo genera desmotivación y alienación. El 30% de los jóvenes no termina la secundaria, sintiéndose expulsados por un sistema educativo desconectado de sus realidades. Esto alimenta el fenómeno de los «ni-ni» (ni estudian ni trabajan), que representan el 15-18% de los jóvenes de 15 a 24 años. La rebeldía adolescente y la presión económica convierten a muchos en presas fáciles de la inactividad o, en el peor de los casos, del narcotráfico, buscando escalar en su jerarquía. Esto podría ser una causa del aumento de la violencia callejera.
Barreras del mercado laboral
La rigidez laboral, impulsada por un Estado sobreprotector, es un obstáculo central. Leyes como la 15.996 permiten contratos a prueba de 90 días, pero las empresas despiden justo antes para evitar costos, atrapando a los jóvenes en una rotación constante que afecta incluso a los formados. Esta rigidez, lejos de proteger, perpetúa la precariedad y refuerza la percepción de los jóvenes como “descartables”.
Cultura litigiosa y su impacto en las pymes
La industria del juicio agrava el problema. Los empleadores, temerosos de demandas laborales impulsadas por regulaciones excesivas y sindicatos ideologizados, evitan contratos formales. Esta cultura litigiosa disuade a las pymes —que representan el 90% de las empresas uruguayas— de contratar jóvenes, empujándolos a la informalidad.Sindicatos y su rol obstaculizador
Las organizaciones sindicales, a menudo con posturas ideológicas, desvían su función de defensa y entorpecen el mercado laboral. En nombre de los derechos, imponen demandas que dificultan la flexibilidad, especialmente para menores de 18 años, cuyas contrataciones requieren trámites burocráticos. Esta sobreprotección, combinada con la presión sindical, convierte al mercado en un campo minado para empresas y jóvenes.
La autoestima como pilar de la identidad juvenil
La autoestima de los jóvenes está íntimamente ligada a su capacidad de sentirse productivos y valorados en la sociedad. En un mercado laboral rígido y con barreras como las descritas (burocracia, cultura litigiosa, sindicatos ideologizados), los jóvenes enfrentan un mensaje implícito: sus esfuerzos no son suficientes.
- Desmotivación y alienación: Como señala el texto, el 15-18% de los jóvenes de 15 a 24 años son «ni-ni» (ni estudian ni trabajan), lo que refuerza un ciclo de baja autoestima. Sin oportunidades claras, muchos jóvenes internalizan la idea de que no son capaces de contribuir al mercado laboral, lo que disminuye su motivación para buscar empleo o continuar estudiando.
- Presión social y estigma: En Uruguay, donde el trabajo define la identidad, los jóvenes desempleados enfrentan un estigma social que puede traducirse en sentimientos de vergüenza o inferioridad. Esto es especialmente grave para aquellos en contextos de pobreza, donde la falta de empleo estable puede ser vista como un fracaso personal, incluso cuando las barreras son estructurales.
- Riesgos asociados a la vulnerabilidad: La presión económica y la falta de oportunidades pueden empujar a los jóvenes hacia la informalidad o actividades ilícitas, como el narcotráfico, que el texto identifica como una vía de «ingreso rápido». Estas decisiones, aunque motivadas por la necesidad, pueden generar un daño adicional a la autoestima al reforzar la percepción de estar al margen de la sociedad formal.
Fracasos de la Ley de Empleo Juvenil (2013)
La Ley Nº 19.133 prometía “trabajo decente” para jóvenes de 18 a 29 años, pero no logró reducir el desempleo (25%) ni la informalidad (20%). Según el informe de auditoría, los principales puntos críticos incluyen:
- Validez legal y uso de recursos: Convenios analizados carecen de validez jurídica.
- Falta de evaluación: INEFOP utilizó recursos sin monitorear su impacto.
- Excepciones irregulares: Se otorgaron beneficios sin límite de plazo a empresas específicas, convirtiendo la excepción en regla.
- Concentración de beneficios: Empresas con otros subsidios fiscales acumularon beneficios económicos de fondos públicos.
- Conflicto de intereses: La Dirección de INEFOP y DINAE recayó en la misma persona, autorizando excepciones y ratificando su financiamiento.
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Se recomienda una reingeniería del proceso de financiación, modificaciones legislativas y una investigación administrativa para determinar responsabilidades y posibles fraudes.
Propuesta liberal para un mercado laboral dinámico
Desde una perspectiva liberal, la solución radica en un mercado que premie la libertad y la iniciativa:
- Contratos flexibles: Proponemos contratos transparentes con preavisos escalonados: sin obligación para contratos de menos de 60 días, 15 días para 60-90 días y 30 días para renovaciones a largo plazo. Esto otorga certidumbre a los jóvenes sin ahuyentar a las empresas.
- Formación práctica: Los jóvenes deben elegir cursos alineados con el mercado laboral, cofinanciados por deducciones fiscales acordes al tamaño de las empresas. Estas solo supervisarán, presentando certificados de INEFOP o academias.
- Incentivos a pymes: Las pymes, que generan el 60% del empleo, necesitan deducciones fiscales generosas para formación, financiadas por un fondo específico. Asociaciones con grandes empresas o cámaras empresariales pueden facilitar cursos de calidad, reduciendo la industria del juicio.
- Reconstrucción de la confianza: Cursos prácticos con formatos atractivos (talleres) refuerzan la autoestima, haciendo a los jóvenes competitivos con habilidades transferibles.
Hacia un mercado libre y competitivo
Este modelo liberal maximiza la libertad individual, incentiva la iniciativa privada y reduce la intervención estatal a un rol facilitador. Un mercado flexible hace la formalidad más atractiva que la informalidad.Un llamado urgente a la acción
La Ley Nº 19.133 fracasó por su burocracia, límites arbitrarios y dependencia de un Estado sobreprotector que, junto a gremios ideologizados, alimenta la industria del juicio y perpetúa el desempleo juvenil (25%). No sigan asfixiando a una generación con rigideces y litigios. Apuesten por la libertad: contratos claros con preavisos flexibles, formación financiada por incentivos privados y un mercado que premie el esfuerzo de los jóvenes y las pymes. Denles herramientas para ser libres, productivos y protagonistas, no víctimas de un sistema que los descarta.Uruguay no puede esperar más.