
Escribe Giuliano Giupponi
Mucho se habla de una posible entrada de Bielorrusia en el conflicto para crear un segundo frente, pero eso hasta ahora no es posible y explicaremos porqué.
Lo planteado implica una invasión desde el norte a través de las Marismas de Polesia, esas que ni Atila el Huno, Napoleón o Hitler quisieron atravesar.
Febrero 2022.
Al inicio de la invasión, lo lógico era tomar una dirección rumbo a Kyiv y otra secundaria hacia Lviv para atacar el centro del poder, pero cortarle la retirada, la logística y las líneas de comunicación hacia la segunda “capital”, obligar a los ucranianos a dirigirse al sur y desde allí forzar una rendición política bajo los términos del Kremlin. Eso no sucedió, como ya sabemos y Lviv jugó un rol esencial en el abastecimiento desde OTAN y resto de aliados y en la evacuación de millones de civiles, especialmente ancianos, mujeres y niños, que igualmente fueron bombardeados desde Bielorrusia, pero con un efecto contrario al esperado por los agresores.
Hoy se plantea como hipótesis que desde el norte las tropas de Lukashenko avancen sobre Ucrania y abran un frente que distraiga tropas y material de los puntos calientes actuales que son Bakhmut y el frente Este.
Analicemos la geografía a superar, las temibles Marismas de Polesia, ¿qué son? Ni más ni menos que el mayor humedal de Europa, es decir un pantano de casi 100.000kms cuadrados, mayor a la superficie de Hungría y más del triple que Bélgica. Es un terreno imposible para el equipo pesado, salvo por tres carreteras, 2 pavimentadas y otra de ripio. Siempre hablando de caminos capaces de soportar el tránsito de miles de camiones y equipos pesados cargados con toneladas de hombres y suministros. Y siempre en una operación que no intente nuevamente la quimera de tomar Kyiv.
¿Es posible algo así? La primer respuesta debe ser sí, es posible, pero ¿es probable? Y ahí el NO es contundente. Expliquemos.
Fuerzas de Lukachenko.
Bielorrusia tiene un ejército profesional reducido, unas 60.000 tropas de tierra (números declarados por el Ministerio de Defensa), sumado a otros 150.000 de Tropas Territoriales, una organización militar de uso para el control interno del país. Pero tropas efectivas de combate son 60.000. De esos, hay que restar a quienes mantienen posiciones defensivas en las fronteras con OTAN y las empleadas en el control político del propio Ejército, rémora del NKVD y del MVD soviéticos, en total entre 45.000 y 48.000 efectivos. Disponibles, Bielorrusia, ofrece unos 12.000 a 15.000 soldados a la guerra rusa. Comparada con la cifra de 300.000 movilizados y 1 millón de notificados para cubrir los 6.000 muertos en Ucrania, parece una cifra ridícula. Expliquemos porqué lo es.
Bielorrusia tiene un sistema autocrático de gobierno basado en dos pilares, la represión de las fuerzas de seguridad y la lealtad prebendaria de su cúpula militar. La cúpula militar bielorrusa no ve con buenos ojos la entrada en la guerra, ya que supondría la subordinación total al mando ruso y de facto la anexión y desaparición de la soberanía e independencia bielorrusa.
Quien previo a la invasión fue en extremo crítico con el uso de Bielorrusia para atacar a Ucrania fue el fallecido Canciller Vladimir Makei, quien se perfilaba como el preferido de los militares a suceder a Lukashenko ante la caída en desgracia del gobierno y sus principales ministros. Makei sufrió una repentina muerte, como todos quienes se oponen a Putin y fue rápidamente enterrado para evitar investigaciones y levantar suspicacias. Ese frente interno indica que la entrada en guerra sería la sentencia para Lukashenko. Sería inevitable que tanto el pueblo como buena parte de los militares se opusiera a ello, eso devengará en una rebelión en medio de las necesidades rusas, el pronóstico allí sería indescifrable.
La «invasión».
En lo estrictamente operacional, invadir la retaguardia ucraniana desde el norte, solo toma sentido si el objetivo es cortar la carretera E373 en Kovel, recorriendo 85kms en suelo ucraniano, para luego tomar Lutsk corriendo 70kms más y luego intentar llegar a Lviv otros 150kms dentro de Ucrania. Para intentarlo Bielorrusia debería emplear todas sus fuerzas armadas, los 60.000, junto a gran parte de sus territoriales para defender lo conquistado dejando desguarnecido su país, algo que claramente no va a suceder por número y por realidad política.
Se podría hacer si Rusia aporta hombres y material. Para ello se necesitan 45.000 soldados que si existieran estarían en Bakhmut, Kreminna o Svatove, lo mismo que las al menos 3 brigadas mecanizadas necesarias para cumplir la primer parte de la misión.
Y eso sin contar las condiciones de ese avance de acuerdo a las defensas ucranianas que han estado por casi un año preparando, misiles, posiciones de artillería, destacamentos combinados de blindados e infantería a lo largo de solo 2 caminos probables de 3 disponibles que harían de ese avance una penuria constante para quien lo intente. Desde la Batalla de Termópilas sabemos que una fuerza reducida en número puede detener lo suficiente a un ejército enormemente mayor para dar tiempo a la defensa a organizarse y finalmente derrotarlos. La lección que dio Ucrania en Kyiv debería haber alertado a rusos y bielorrusos que ese no es el camino plausible para operar, lo saben de ambos bandos.
A esas fuerzas aliadas rusas Ucrania hoy le opone al menos 3 brigadas mecanizadas 2 batallones de artillería y unos 50.000 a 60.000 guardias fronterizos y territoriales, en su mayoría veteranos de los 8 años de guerra. Para superar ese obstáculo militar Rusia debe emplear por doctrina 5 veces ese número, es decir unos 250.000 soldados, no milicianos, soldados. Esas cifras directamente no existen.
Lo único real de la amenaza militar bielorrusa es que Bielorrusia es un campo de entrenamiento, escalón de mantenimiento y factoría de suministros para Rusia como munición y actualización de blindados.