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Contraviento

Wilson, Zelmar y el Toba

26 marzo, 2024
Por Luis Alemañy *

Al cumplirse el primer cuarto de siglo de la recuperación de la institucionalidad democrática en el país, resulta una verdadera deuda moral recordar las trascendentes contribuciones que a ella realizaron Zelmar Michelini (1924 -1976), Héctor Toba Gutiérrez Ruiz (1934- 1976) y Wilson Ferreira Aldunate (1919 – 1988).

Porque si bien a dos años de consumado el golpe de Estado, Zelmar y Toba fueron vilmente asesinados -salvándose Wilson casi por milagro-, desde que se exiliaron en Buenos Aires, se habían transformado en los líderes que garantizaban un amplio consenso para enfrentar política y pacíficamente a la dictadura. Ese y ningún otro fue el motivo central para que desde los aparatos de inteligencia del régimen se tomara semejante y tan cruel decisión.

La irracionalidad de los dictadores la confirmaron los asesinatos de Rosario Barredo y William Whitelaw, junto a los de Zelmaar y Toba, pues hacía dos años, formando parte aún del movimiento revolucionario, habían llegado al convencimiento de que el camino de la lucha armada era un capítulo acabado y de que cualquier respuesta violenta a la violencia de la dictadura, no sólo serviría para legitimarla, sino que también contribuiría a obstaculizar y dilatar aún más el camino político y pacífico para enfrentarla.

La acción en el exilio de Zelmar, Toba y Wilson recibió el apoyo de líderes democráticos y organizaciones de defensa de los derechos humanos de todo el mundo, pero por encima de todos sus aportes a la recuperación de la democracia, le demostraron a las nuevas generaciones nacidas a la vida política en medio del congelamiento espiritual provocado por la Guerra Fría, que ellos estaban renovando las mejores tradiciones de las ideas y la política, creadas por los pensadores y estadistas con los que el país, desde su creación, había contado.

Tanto Wilson como Zelmar y el Toba, encarnaban parte de lo mejor de una generación muy particular, formada en el transcurrir del siglo XX en la sociedad uruguaya, bajo el influjo intelectual de la Generación del 900 que los forjara como hombres de pensamiento y acción. Si bien pertenecían a tradiciones diferentes como las de los partidos Colorado y Blanco, Zelmar más afín a la socialdemocracia o al liberalismo social, y Wilson y Toba al liberalismo nacionalista, ellos convergían en la misma fuente, la fuente de la filosofía de la inteligencia, esencialmente humanista, que los pensadores uruguayos de aquella generación habían contribuido a fundar. De ahí la dificultad para encasillarlos dentro de determinada corriente de pensamiento, como las que genéricamente líneas arriba esbozamos, pues eran hombres acostumbrados a pensar por ideas y no por sistemas, como tan insistentemente preconizara Carlos Vaz Ferreira.

Los tres combinaban una sólida formación intelectual en constante crecimiento, y una vocación innata por la política, como el instrumento más idóneo para promover la evolución de la sociedad democrática a estudios superiores, en los que los ciudadanos pudieran vivir con más libertad, equidad y fraternidad.

Tres personalidades diferentes y fascinantes embarcadas en una lucha política muy difícil, nos mostraban a los más jóvenes los rasgos trascendentes que tenían en común. A pesar de todo lo padecido en el exilio, los tres eran hombres sin odios y de una grandeza humana sin límites, obsesionados por recuperar las libertades democráticas en el menor tiempo posible, dado que tenían plena conciencia que ellas habían forjado a comunidad espiritual en la que se había transformado el Uruguay hasta los años sesenta del siglo XX, caracterizándonos como país en el concierto regional y mundial.

La grandeza política y la amplitud de miras los hacían, constantemente, velar por los intereses nacionales auténticos muy por encima de sus divisas partidarias. Y la amistad que entre ellos se prodigaban, reforzada por la adversidad y rasgos compartidos, es uno de los ejemplos de hasta qué cumbres puede alcanzar la nobleza humana.

Prueba de todo ello, de lo que pensaban y sentían, bien pueden serlo estas sucintas palabras de Wilson, escritas el 3 de marzo de 1983 para «El País» de Madrid. «Lo que sí estamos dispuestos a negar desde hoy mismo es la transferencia pacífica del gobierno. Lo que estamos dispuestos a negociar desde hoy mismo son las condiciones para restituir la paz a nuestro sistema de convivencia nacional. Quiero decirlo muy claro: el futuro de mi patria es más importante que cualquiera de nuestros agravios, aún los más sagrados».

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* Columna publicada en el número 2 de la primera etapa de Contraviento, octubre de 2010.

Luis Alemañy (1948 – 2024) fue periodista y ensayista. En su juventud integró el MLN. Tras su salida de la cárcel, en 1971, se radicó en Europa, y fue tomando distancia de la acción armada. Se acercó a Wilson Ferreira Aldunate, y tras el regreso del país a la vida democrática se sumó al Partido Nacional.