Mucho más que una elección presidencial, la elección de un rumbo y un destino
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El importante cambio en la política norteamericana y consecuentemente mundial no encuentra al país en su mejor momento político, ni preparado para los desafíos y dilemas que se avecinan. El apabullante triunfo de Trump lo compromete a cumplir a ultranza su promesa de proteccionismo y dirigismo en Estados Unidos, sistema al que tan afecta es la sociedad de la gran potencia, que no está dispuesta a permitir que el mundo le compita ni le quite puestos de trabajo ni salarios. Tampoco industrias, por ineficientes y obsoletas que fueren.
A partir de ese concepto, Uruguay no tiene ahí un posible socio ni aliado, ni cliente siquiera. La idea de repartir recargos de importación a mansalva, que por ahora, según las promesas son del 60% sobre los productos chinos y 20% sobre el resto del mundo (o lo que haga falta) independientemente de los efectos domésticos, provocará desempleo y recesión en todos los países con fuerte dependencia comercial de EEUU. Sobran ejemplos o evidencia empírica, como se prefiera denominarlo, comenzando por el keynesianismo ilustrado de Roosevelt, que sometió al mundo a una penosa recesión durante una década.
El implícito encarecimiento instantáneo de los productos estadounidenses unido al latente peligro de la emisión monetaria sistemática durante los últimos 25 años por causas diversas, garantizan una inflación que afectará al globo, y empobrecerá con más intensidad a las economías más pequeñas.
El sueño imposible de Trump
La idea trumpeana de que de este modo las empresas radicadas en el exterior optarán por trasladarse a Estados Unidos es precaria y otra vez, del peor cuño keynesiano. Y como tal, errada. Garantiza más migración precarizada de la que odia, justamente lo opuesto a la globalización de libertad comercial de Clinton, que sacó a cientos de millones de personas de la pobreza en 30 años.
Perjudica teóricamente a México, pero en realidad ese castigo se extiende a todas las economías en desarrollo, apodo generoso para denominar a las economías subdesarrolladas.
Unida a la exigencia que que ya vienen imponiendo en todos sus tratados de “libre”comercio de que quienes los firmen tengan los mismos costos laborales estadounidenses, dan por tierra con cualquier idea de un acuerdo, ya de todos modos remotísimo en términos prácticos.
Es cierto que su promesa de denunciar de inmediato el tratado climático de París es una ayuda en términos de la lucha en contra del plan de destrucción de la agroindustria mundial, pero no es prudente creer que eso significará aumentos en las exportaciones en tales rubros. Son beneficios locales y así se ocupará Trump de hacerlo sentir.
El suicido agrícola europeo
Tampoco cesará el suicido agrícola europeo, que la UE pretende extender a todo el mundo usando el incentivo de sus bonos con “premios – cebos» para obligar a copiar el ruinoso método de extinción agrícolaganadero, sepuku al que somete a sus productores.
China y el mercado asiático, que para Uruguay constituyen hoy mismo su mayor cliente y su mayor oportunidad de crecimiento, sufrirán el efecto económico interno y consecuentemente externo de ese proteccionismo, y colaborarán con su emisión monetaria a la inflación mundial. El volumen potencial de incremento de negocios se verá fuertemente afectado.
A ese hecho económico se suma el efecto político de la pretensión norteamericana, ya claramente marcada por el gobierno de Biden, de considerar como una alianza con el enemigo cualquier acuerdo o incremento comercial, en una particular política de “no les vendas a ellos pero yo no te compro”.
Trump sostiene que cualquier aumento de costos o gastos resultante de sus políticas comerciales será neutralizado por la reducción del gasto bélico y la eliminación de sus aportes a varios entes internacionales que ciertamente luchan contra el capitalismo usando sus aportes.
El costo hoy, el ahorro veremos
El punto es que eso no será instantáneo ni necesariamente factible, mientras que las consecuencias del proteccionismo son inmediatas. En cuanto al gasto bélico, requerirá sin duda del análisis de sus expertos para no terminar en un desastre y tampoco tendrá un desarrollo rápido, ni tan trascendente, visto los contratos y el enorme negocio que significa el armamentismo para la industria (y los políticos) americanos.
La prometida «presión » sobre la FED para que baje aún más rápido las tasas de interés, un reconocimiento de la mentira del Banco Central independiente que tanto pregonan el FMI & amigos, es otro truco keynesiano. Puede hacer creer que es más barato tomar préstamos, un recurso para gastar impunemente que hace que los chiquilines nazcan ya como pagadores de una deuda fenomenal, pero si como consecuencia de esa soltura aumenta la inflación, las tasas volverán a subir de golpe, creando más caos que alivio. Se debe recordar que cuando hay inflación, esa pérdida de poder adquisitivo no se recupera más.
Nada de todo esto significa que se piense que las cosas, de elegirse a Harris habrían estado mucho mejor. Pero Harris ya no existe y entonces se deben tener en cuenta las ideas ganadoras y sus efectos.
El vecino Brasil ofrece un panorama inescrutable. Su reciente devaluación, un formato también proteccionista que enriquece sólo a los amigos del poder y empobrece al resto, ya ha causado daño. Además, en su carácter de dueño del Mercosur no hará nada que beneficie a Uruguay, y sí mucho que lo perjudique. Del otro lado, su presencia en los BRICS parece indicar un acercamiento a China y otros mercados asiáticos que debe evaluarse con gran prudencia, sobre todo por el accionar de Lula Da Silva, un maestro del engaño.
Europa, como se ha dicho repetidamente, es enemigo de los países que le compiten en agricultura, en especial aquellos que son mucho más avanzados en sus desarrollos tecnológicos, con lo que de ese continente sólo pueden esperarse trabas, trampas y prohibiciones, jamás un comercio leal.
Las opciones de los países secundarios
Al resto del mundo parecen quedarle dos opciones: plegarse a la política de “vivir con lo nuestro”, o competir rabiosamente hasta le extinción, sin lograr demasiado volumen comercial adicional. El principal paradigma capitalista parece temblar en este momento. Argentina, que hasta hace poco ponía grandes esperanzas en el biocombustible, encuentra ahora que ese mercado le ha sido vedado en Estados Unidos, por ejemplo. El vecino del Plata también puede encontrarse con alguna otra sorpresa cuando quiera hacer valer la supuesta amistad de Trump. Habrá que esperar que no sea así.
No se abarcan aquí las condiciones geopolíticas de orfandad de liderazgo, ni las diversas alternativas bélicas que se pueden abrir en el corto o mediano plazo. Sólo algunas situaciones económicas que requieren urgente y estudiado posicionamiento.
El terrorismo institucional como arma política
En esas condiciones, es imprescindible que cualquier país enfrente la situación con una línea política-estratégica bien estudiada y desarrollada. Esa es la mayor debilidad del Uruguay de hoy. El formato electoral lo deja en una complicada situación. Por caso, si el futuro presidente es el candidato de la Coalición Multicolor, se encontrará con un Senado que sólo sirve para impedir gobernar y el partido de la mayoría considera eso un valor, como parece ser la línea estratégica del Frente Amplio, desembozadamente con una misión de terrorismo institucional.
Si se impone el candidato del Frente, en cambio, no existe ninguna posibilidad de que se siga una línea de política y posicionamiento internacional racional, acertada o no, pero al menos coherente. No existe ni la capacidad ni la vocación de hacerlo, empeñada la izquierda en una alineación ideológica ciega con los núcleos supranacionales que prefieren la pobreza e ignoran las soberanías nacionales y sus molestas democracias.
Y si se agrega el torrente impositivo inexorable y el plan de ataque a las AFAP y al sistema de seguridad social sensato, las inversiones, ahora paralizadas por el temor, desaparecerán cuando más falta hacen.
La idea de meter miedo en el votante amenazando solapadamente con oponerse a cualquier medida de gobierno si no se gana la presidencia, como sin duda sostiene el Frente Amplio para inmediatamente negarlo, no puede ser el elemento movilizador de una sociedad que pretende actuar con inteligencia y responsabilidad. E implica condenar al país a la inacción o la rendición en un momento en que se requiere toda la capacidad, el talento, el coraje, la habilidad y la unidad para tomar decisiones de fondo que no pueden ceder ante un argumento precario y barato.
¿Quién puede hacer mejor la difícil tarea que se avecina? ¿Quién tiene mejores ideas para enfrentar ese escenario? Esa es la única pregunta que debería contestarse el votante. Y rogar no equivocarse. O que no lo confundan.