La historia de la ciencia es apasionante. No por sus descubrimientos en sí, sino por lo humanos que fueron cada uno de sus protagonistas. Podrán gustarte las aventuras o las novelas románticas. Y la historia de las ciencias no solo incluye aventuras, romances, locuras y muerte. Incluye mucho sentimiento, trabajo duro y una gran gota de suerte o de desgracia.
Todo eso está en el libro “En busca de Venus” de Andrea Wulf. Y es una historia apasionante y maravillosa sobre el primer gran emprendimiento científico internacional. El evento en cuestión es la medición de la paralaje solar (una forma de obtener la distancia) a partir de un tránsito del planeta Venus frente al Sol. Con la tecnología del siglo XVIII y a impulsos de Edmond Halley (el del cometa) que ya había fallecido para ese entonces, las principales potencias europeas, y algunas pretendientes, se embarcan en el financiamiento de varias expediciones a lo largo y ancho del globo.
El libro está divinamente referenciado. No está novelado, lo cual es muy bueno, sino que cada palabra, cada apreciación, nace de las crónicas de los protagonistas. En él vamos a poder conocer a científicos que vamos a terminar adorando: Chappe y Le Gentil fueron mis favoritos. O a intrépidos exploradores como James Cook, y gobernantes de avanzada que lograron hacer de sus países grandes potencias, como Catalina La Grande.
En su libro, Wulf nos va a contar los dos momentos del tránsito de Venus en 1761 y 1769. También nos va a introducir a la problemática y vamos a quedan con esa exquisita sensación de haber leído un libro de ciencias sin tener que ver ni una sola ecuación. Entenderemos el problema, disfrutaremos de los pormenores políticos y militares de la época y las historias de gente que logró hacer cosas increíbles para su tiempo. Y también, algo de lo que nunca tomamos dimensión, nosotros que nacimos en la época contemporánea, es lo lento, lo lejos y lo costoso de ir de un lugar a otro. Hoy tomamos un avión y llegamos al otro día al otro lado del mundo. En aquellos tiempos había que tomar un barco, cuando hubiera uno, que tardaría meses en llegar a algún lugar. Y si llegaba. Las comunicaciones para decir “llegué bien” podían tardar meses en llegar a destino, y esperar 10 años capaz que era algo que uno se tomaba como una posibilidad real.
Pero no me lean más. Aprovechen lo maravilloso que es encontrar un libro de esta calidad traducido al español y disfruten un rato leyéndolo, imaginándose y conociendo a científicos que moldearon el mundo de hoy y quizás ni sabíamos quienes fueron.