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Contraviento

Jolgorio reivindicativo

3 septiembre, 2022

por Pablo Vierci

Posiblemente para recuperarse de lo que ocurría en el pasado, tiempo en que donde iba
el Presidente, las manifestaciones opositoras no eran bienvenidas, como cuando el ex
ministro Bonomi tapó con su cuerpo la pancarta de los trabajadores tabacaleros de
Artigas, en noviembre de 2018, y un manifestante terminó arrastrado por patovicas
oficiales fuera de la vista de las autoridades, ahora, donde va el Presidente hay jolgorio
reivindicativo, con todo tipo de demandas y lamentos, escritos, orales y televisados.

No bien se anuncia una visita del Presidente a la inauguración de una policlínica, un
puente, la celebración de una fiesta patria, o un avistamiento de ballenas, como el lunes
de esta semana, las fuerzas vivas se alborotan.

La cartelería es variopinta, un viejo pasacalle de tela con letras rojo sangre para
explicitar el drama inminente de la demanda, o un simple cartón escrito con dry pen o
birome, o un papel de cuadernola con un escueto “Lucho sin saber por qué”.

Hay algunos abonados. Si tiene algún dirigente por la vuelta, el Sunca arrima los
petardos, las cañitas voladoras; la Banda de Gustavo Salle y sus clásicos antivacunas
ajusta el volumen de los parlantes y megáfonos en la medida justa para opacar la voz de
los discursos, o del himno patrio; los estudiantes y docentes se lucen con las faltas de
ortografía de los carteles; Aebu siempre tiene algo que decir y algo por qué parar, en
especial los VIP de la banca pública y, a medida que se acerca el verano, los
guardavidas desempolvarán el cartel del año anterior: “Estamos en preconflicto”. Lo
mismo que Marcelo Abdala y sus muchachos, en la interminable y frustrante lucha del
Partido Comunista para recuperarse del fenecimiento de la Unión Soviética.

Algunos frenteamplistas siguen desconfiados de que las autoridades les chumben a los
patovicas, o a algún ministro, o los humillen, como hizo el expresidentes Tabaré
Vázquez cuando dejaba lejos y controlados a los de “Un solo Uruguay”, y los saludaba
a la distancia con provocaciones, y por eso, este lunes en la playa El Cabito,

permanecían alejados, con sus banderas, como los indios en las películas de vaqueros,
observando a los “cara pálidas”, sin saber si atacar o si los iban a sacar corriendo a
escobazos.

Los que se opusieron a la LUC pintan arengas nuevas sobre carteles viejos, del tiempo
de la Pantera Rosa y el Gaucho Gadea, donde pueden descubrirse, debajo, consignas
tremendistas, como la inminente privatización de la enseñanza, la perversa portabilidad
numérica que vaciará a Ancel o el colosal desmantelamiento de las empresas públicas,
que solo dejarían a la vista piel y hueso, como la anatomía de sus dirigentes gremiales.

“Renta básica ya” es un clásico que permanece del tiempo de la cuarentena obligatoria,
de acuerdo la nueva consigna frenteamplista: “una olla popular por cuadra y un comité
de base por manzana”.

Esto se suma a las reivindicaciones eventuales, que siempre son variadas e ingeniosas,
vinculadas al barrio, a los vecinos o a la oportunidad. A las más ideologizadas se
agregan las más personales, o laborales.

“Devuelvan a Morabito”, levanta la pancarta un vecino, debidamente oculto con
capucha y tapaboca, mientras deja para más tarde la “sellada”: “Los narcos no tenemos
subsidios”.

“Todos somos Charles Carrera”, blande otro, queriendo licuar el delito entre todos.

“Que vuelva Sansón”, reclama un cartel, sin especificar si se trata de un anciano que
todavía no volvió a almorzar, un perrito o un loro.

El Presidente atiende a todos, con paciencia y dedicación, a este aquí, a aquel allá,
aunque a veces tiene que esperar, para poder escuchar lo que reclaman, a que cambie de
tema la Banda de Gustavo Salle, o se les terminen los petardos al Sunca.

El evento de El Cabito trajo manifestantes temáticos, desde ambientalistas que viven
más aislados y siguen con las figuritas atrasadas, con la cartelería de “No al Puerto de
Aguas Profundas en Rocha” o “Fuera la Minera Aratirí”.

Otros son más quisquillosos y no les gusta eso del “avistamiento de ballenas”:
“Privacidad para las ballenas, no al voyeurismo”, gritan los carteles, como si estuvieran
desnudas en la ducha, o haciendo topless entre las olas.

Andar por las playas haciendo inauguraciones también convoca a los fundamentalistas
del cambio climático, “No pisoteen nuestro planeta”, o al “socialismo chic”, en defensa
de la vida marina, con su “No al sushi”

Y el presidente sigue atendiendo demandas, se saca la gorra para entender de qué le
están hablando, se la vuelve a poner, se rasca la nuca, le explica a aquel que no va a
privatizar las olas y al otro que el gobierno no maneja el precio de los huevos. Mientras
los más desconfiados miran para los costados para ver si los están filmando para
después colgarlos y escracharlos en la web de Presidencia, como hicieron con el colono
Gabriel Arrieta, o a aquella señora de febrero de 2016, cuando el ex presidente Vázquez
le espetó, delante de todas las cámaras y micrófonos del universo: “Ya tuvieron sus 15
minutos de fama”.

Algunos se desenfrenan y les salta la térmica, de puro contentos, y salen con alguna
consigna kirchnerista, “Si tocan las dunas hay quilombo”, o los de la enseñanza en
Florida, coreando “hijo de puta”, pero de inmediato rectifican, “no era puta sino yuta”, y
en el IPA terminan diciendo que no fueron ellos, que no fue nadie, que “el aire es libre”
o algo así.

El Presidente anota, recoge ideas, proyectos, cartas, dibujos, deseos, hasta anhelos de
realización personal: “Quiero ser millonario”.

Como sucede cuando uno se saca una selfie con cuatro personas, estirando el brazo con
el celular todo lo posible, comprimidos los rostros contra el del fotógrafo de ocasión,
para que quepan en el cuadro, cuando la televisión registra a los manifestantes, como el
periodista no los cuenta, parecen multitudes, muchedumbres enardecidas, porque los
reivindicadores vienen todos juntos, no están desperdigados por el arenal, y el
ciudadano en su casa, mirando el informativo, se sorprende de que haya tanta gente en
Uruguay que grita: “Las dunas son de todxs”.