Saltar al contenido
Contraviento

Plata dulce

14 marzo, 2023

Escribe Dardo Gasparré

Como si intentaran hacer una copia trágica de la historia argentina, Wall Street y el gobierno norteamericano marchan a paso firme al desastre. La versión de Reseteo del inversor sin principios

 

Plata Dulce se llamó una famosa película argentina, de 1982, que ficcionaba una historia común en esa época. El golpe de estado ya postrero, además de ser una dictadura, era por supuesto ignorante.

Su ministro de economía, al que se apostrofaría luego como liberal aunque no llegaba a keynesiano ni a economista, en medio de un proceso inflacionario y financieramente delirante, heredado del también incompetente gobierno de Estela Martínez de Perón, decidió garantizar todos los depósitos que se hicieran en el sistema financiero, incluyendo cuevas improvisadas y fundidas que pagaban el 240% anual de interés.

El sistema producía millonarios en dólares rápidamente, y también chivos expiatorios. En esa época se pergeñó lo que se conoció y se conoce como el pacto Nosiglia-Manzano, que garantizaba la impunidad de los radicales y peronistas que por esa época se habían apoderado del sistema financiero estatal, como siempre.

La película, actuada brillantemente, narraba un caso de timo en que un pobre infeliz era usado como testaferro hasta perder sus ahorros, su futuro y su fe, culminando en un inolvidable, merecido y preciso insulto grosero al final de la trama, con el que tantos argentinos se identificaron y se sintieron representados. La película merecía ganar el Oscar, pero como no hablaba de desaparecidos nunca pasó del ámbito local. Aunque el sistema financiero había logrado hacer desaparecer la vergüenza y la decencia.

Este mecanismo de fabricación de ricos y estafadores fue conocido como “plata dulce” un infame mote conque la sociedad sancionó no sólo al golpismo, sino al peronismo previo y posterior y a los chanchullos multipartidarios que florecieron en esa época.

¿La FED copia al Banco Central Argentino? Igual final

El mecanismo tiene una cuota importante de similitud con lo que está ocurriendo en los mercados internacionales, particularmente en Estados Unidos, bajo la bendición de la Reserva Federal.

Es sabido que desde hace varios años, veintitantos, tal vez, desde el caso del Fondo Meriwether o Long Term Capital Management  -una de las estafas mejor escondidas detrás de un Hedge Fund – la Reserva Federal y el gobierno americano vienen salvando del desastre a los banqueros y financistas irresponsables, a los estafadores, los tramposos, los audaces y los aventureros. Y de la cárcel de paso. El mismísimo Meriwether, luego de fundir a miles, incluyendo a bancos y al propio sistema financiero americano, en vez de estar preso tiene hoy… ¡un Hedge Fund!

Todo fondo de inversión es una estafa piramidal de Ponzi en ciernes

Esta columna se apresura a aclarar que en su modesta opinión, todo Hedge Fund, y aún todo Fondo de Inversión, es un pichón de esquema Ponzi. Basta repasar la historia reciente y la actitud de todo el sistema mundial. Comenzando por los teóricos keynesianos y neokeynesianos que acuñaron la desopilante Teoría Monetaria Moderna, un absurdo tan grande como “la platita” de la inefable Cristina Fernández, pero mucho más grave.

Economistas tan importantes como Lawrence Summers, el exfuncionario y actual titular emérito de Harvard, neokeynesiano y oscilante, han venido balanceándose entre el miedo a la inflación y el miedo a la recesión. En realidad, tienen miedo de perder el becerro de oro, con el que tantos audaces grandes y chicos se han enriquecido en estos años.

A la cantidad de despropósitos que se han perpetrado contra la economía en serio, ignorando sistemáticamente a von Mises y a Friedman, de dos escuelas de pensamiento distintas pero igualmente sensatas, se ha salvado a los ladrones de guante blanco en varias oportunidades, creando una burbuja gigante cuyo destino es explotar sin ninguna alternativa.

A esa práctica criminal y ruinosa se la bautizó Moral Hazard, que es en definitiva un delito, para ponerlo en términos cotidianos, como el de aquel que, a sabiendas de que la compañía de seguros pagará los daños de su auto, lo choca contra el paredón adrede, o lo deja con la llave puesta en una zona liberada. En este caso es peor, porque se confía en que la FED vendrá al rescate por miedo a que un quebrado arrastre a toda la pirámide Ponzi y se caiga el sistema. Una extorsión, si se quiere.

La ficción ilumina la realidad, no sólo la cuenta

Hay otras películas y libros que han descrito muy bien estos casos, con estricto apego a los hechos, pero nada mejor que una obra de ficción como Billions, la serie, para describir a estos personajes públicos y privados que van a fundir a la humanidad.

Hay economistas rioplatenses, para no decir argentinos, que sostienen que ante la gravedad del tema, (creado por la propia FED), no hay que andar con minucias éticas como el Moral Hazard y hay que salvar a los ladrones, perdón, a los grandes bancos y los grandes Fondos, a cualquier costo.

Obviamente esos economistas, que no son más que versiones en español de iguales discursos en inglés, quieren que siga la ganancia fácil, que la Reserva garantice cualquier tropelía cometida, como en 2008 con la estafa de las hipotecas, otra colosal farsa, donde tantos se salvaron de la cárcel por decisión totalmente ajena al código penal.

La inflación es siempre un fenómeno monetario, agravado por la insensatez

Con otros tiempos la columna se compromete a cubrir en varias entregas las historias conocidas y desconocidas de estas estafas. Pero ahora importa el presente. La colosal emisión americana, que aumentó su base monetaria entre 2008 y 2015 de un billón (doce ceros) a 4 billones en 2019 y de ahí durante la pandemia a 8 billones y medio, produjo, como cualquier manual de economía para Dummies prevé, una inflación importante en Estados Unidos, tanto por el gasto de subsidios inherente, como por las políticas proteccionistas y encarecedoras de Trump-Biden, que de pronto decidieron excluir a China del mercado, y luego a Rusia con sus sanciones-tiros-en-el-pie. Al mismo tiempo se empecina, junto con Europa, en encarecer la energía en aras de salvar al mundo sin tener idea de cómo sustituir lo que rompe.

Enfrentados a la doble pinza de la baja inexorable y previsible de las acciones infladas a costa de fraudes y tramoyas de todo tipo, y al mismo tiempo de la imprescindible recesión que hacía falta para bajar la provocada inflación, los inversores, expertos y especuladores de pacotilla se vieron en una disyuntiva que se puede resumir así: “abracémonos a la inflación o nos morimos de hambre y vamos presos”.

Lejos quedan las expresiones de modestia y de evaluación concienzuda de las performances, de los managements de cada empresa y del valor real de cada una. Destruidas por la tasa cero, enemiga de todos los principios conocidos de economía, hasta los de Marx. Lejos estaba el minucioso análisis de Graham y de su discípulo y empleado Warren Buffet, que solía decir que su secreto era haber vivido 50 años en la misma casa. Inteligencia, prudencia y paciencia.

Siempre la plata dulce

El mundo de los CEO, del agregado de valor, de los bonuses, de la estafa, de las stock options, o del fanfa de la otra cuadra que se pasea en su Lotus o su Tesla, el mundo de la plata dulce, de los Fondos, de los expertos, necesita que algo suba, para generar comisiones, para justificar su presencia, para que cada banco y cada fondo no se conviertan en una pirámide Ponzi.

Y si eso ocurriese, necesita no solamente que el estado los salve, sino que no los meta presos como debería. Buena parte de los problemas de los dos bancos ahora en el paredón de fusilamiento, ocurrieron porque apostaron a que la FED no subiría la tasa y entonces compraron Letras del Tesoro con tasas bajas, que ahora por varios años valen menos, y que obligan a grandes pérdidas si los clientes retiraran su dinero.

Nada distinto ocurre con la infantil apuesta de todos los “especialistas” a los índices bursátiles por actividad. No demasiado distinto a jugar la plata del incauto “inversor” al 5 de Oro o al casino.

En la desesperación, los grandes economistas, que trabajan o hacen lobby para esos grupos de aventureros, (Ver Billions) dicen ahora que prefieren que la FED detenga su aumento de tasas. O sea, que se mantenga una alta inflación que les genere algún espacio para especular. Ignoran deliberada y canallescamente que esa inflación perfora las inversiones y el ahorro real, lo licua sin ninguna posibilidad de recuperación. Y que toda inflación se cura con alguna clase de recesión.

Y para peores, si se paraliza la suba de tasas y se “evita” la purga inexorable de la recesión, diría Mises, tampoco se solucionará el problema que ellos creen solucionar de esa manera precaria y ruinosa.

La mentira de la inflación, pero fuente de ingresos

El Presidente Biden y su poco apta secretaria del Tesoro Janet Yellen, han dicho que salvarán a las ahorristas de esos bancos. No a los inversores. Y el management de esos bancos y fondos será despedido, prometen, pero no juzgado y encarcelado como merecen. Y han prometido que eso no afectará al contribuyente americano. Falso. Afectará al contribuyente y al consumidor de Estados Unidos y del mundo. Para salvar de la ruina y de la cárcel a los genios financieros de siempre.

De paso, en esos bancos de Silicon Valley que ahora serán salvados, se entierran todos los costos de los proyectos de entrepreneurs delirantes, los fracasos y los negociados de una subraza que, envuelta casi siempre en los efluvios de las drogas, inventan negocios que sólo ellos ven, de los que se quedan con la ganancia, pero cuyas pérdidas paga la sociedad mundial.

Los que se autotitulan inversores, estaban ayer a última hora apostando a una suba de las acciones y a una detención o reversión en la suba de tasas de la FED. Total, después alguien los salvará, si le erran, en nombre de evitar algún colapso. No sólo la izquierda y el partido demócrata americano proponen “Don’t look up”, para seguir con Netflix. Esto también es un gran reseteo, que es siempre un gran delito, venga por izquierda o por derecha.

Wall Street. La tumba del capitalismo.