
Escribe: Dardo Gasparré
El BCU convocó a investigadores que ayuden a comprender qué hay de cierto en la percepción sobre que Uruguay es un país caro (Sic)
Más de uno debe haberse sorprendido por un comunicado de ayer emitido con toda seriedad por el Banco Central de Uruguay, con el mismo encabezamiento del subtítulo. Esta columna se ve en la obligación de repetir ciertos conceptos ya vertidos, frente a la insistencia en ciertas ideas, creencias o prácticas cuya resultante no serán positivas para la sociedad.
La sola utilización del término “percepción” es una subestimación que no preanuncia un resultado beneficioso para el público. El agregado de “qué hay de cierto” es casi ofensivo, o por lo menos habla de una peligrosa desconexión con la realidad. El mismísimo texto de la convocatoria a la licitación para la contratación de cinco trabajos casi obliga a los investigadores a que coincidan en su estudio con esa preconclusión, lo que al menos configura un condicionamiento algo grosero.
Cuando se habla de país caro, inevitablemente se está hablando de comparaciones con otros países, ya que el término “caro” indica cotejarse contra algo. De modo que de lo que se habla es que se intenta saber si el país es caro comparado con otras naciones, o sea en dólares nominales, en Purchasing Power o en Production Parity o similares. Sin embargo, en el comunicado se habla de la ley de un solo precio, de los factores que determinan “las diferencias significativas entre precios clave de bienes y servicios y su valoración para la economía uruguaya” y “las propuestas conducentes a la reducción de las diferencias de precio”. Cháchara cepaliana y estatista que ha sido siempre el prolegómeno de los controles de precios y de las acusaciones al “comercio especulador”, con resultados nulos y nefastos en todo lugar de la tierra donde se aplicara y en todo tiempo.
No es tarea del BCU explicar el costo de vida
A menos que el BCU esté intentando dar una respuesta a algunas quejas con relación a la capacidad adquisitiva del salario, que es otro tema, que – si tal fuera el caso – no debería ser abordado por el Banco, ni ser de su cuerda el explicarlo. Y de paso, con muchas reminiscencias de socialismo redistributivo y de planificación central, concepto que será negado enfáticamente, más allá de la clara evidencia.
De todos modos habría que recordar que el sistema de indexación automática de toda la economía por la inflación pasada, parte por disposiciones legales y parte por derecho consuetudinario, tiende a encarecer el costo de vida en moneda local hasta la inflación galopante, aunque esto aún no se note, en especial gracias a la prudencia presupuestaria y fiscal de este mismo gobierno. Piénsese lo que habría ocurrido si se atendía a los reclamos de varios sectores de paralizar el país para salvarlo del COVID-19 y subsidiar a toda la población. O en lo que ocurrirá cuando cese esta prudencia arbelechiana actual.
También los monopolios denominados “empresas del estado” cumplen su parte en el encarecimiento de los costos en cualquier moneda, al eliminar la competencia que sigue siendo, más allá de las declamaciones wokistas o como se le llame en esta década, el mejor mecanismo para evitar que los precios al consumidor se desmadren.
El caro privilegio del personal del estado
Dentro del mismo paquete, está el privilegio de los empleados del estado, incluyendo las empresas monopólicas estatales, que, por gracia divina, ganan más que los privados y gozan de más ventajas, con sus costos inherentes. Eso también influye en el costo de vida en cualquier moneda. Aunque a la hora de repartir “platita” tanto el populismo político como los beneficiarios fingen creer que esa “conquista” es irrelevante e inconsecuente.
Por último, las restricciones aduaneras, no aduaneras, el IMESI y otras vacas atadas, como decía ayer un tuitero, encarecen y dificultan las importaciones escandalosamente, lo que también coadyuva al encarecimiento del costo de vida, en cualquier moneda, al privar al sistema de una competencia fundamental de precios, bajo la excusa de proteger a una industria nacional discapacitada y ridícula.
Todo esto suponiendo que el Banco principal del país se quisiera dedicar a explicar si Uruguay es caro o no en pesos. Si en cambio quisiese analizar si el país es caro en dólares, o mejor, explicar que no es caro en dólares, debería hacérsele saber que está perdiendo el tiempo. Se lo puede decir cualquier turista, cualquier inmigrante, cualquiera que viaje al exterior, (no a Argentina que sería un ejemplo demasiado fácil), cualquiera que analice las series económicas mundiales, y hasta el modesto pero habitualmente acertado índice del precio Big Mac en todo el mundo de The Economist, que sirve para comparar con bastante exactitud los costos mundiales en dólares de paridad de producción y que pone a Uruguay como segundo más caro ¡luego de Suiza!
El Dutch Disease otra vez
Ya se ha hablado aquí también varias veces del Dutch Disease, el efecto que se produce en una economía cuando en un país entran de golpe muchas divisas con motivo de una gran inversión, de una gran especulación o de un gran aumento en los precios de sus productos exportables, como es el caso local. Cuando todos esos precios y costos detallados al comienzo se dividen por un tipo de cambio más bajo inducido por esa oferta extraordinaria de divisas, el costo de vida en dólares de cualquier tipo aumenta no solamente hasta el desestímulo del turismo y la radicación de individuos, sino hasta la pérdida masiva de empleos, ya que resulta imposible exportar valor agregado con esos costos, con lo que el país en cuestión se torna más pastoril que nunca, con todos los efectos correlativos.
La contratación de una suerte de voceros calificados para que expliquen lo que no se va a poder explicar por ese camino, es todavía más grave que estas contradicciones, porque indica que no se han comprendido las causas del problema, y lo que es peor, que se trata de explicar que el problema no existe. Una suerte de relato o posverdad que si bien está de moda, no es cierto ni válida. Y ese es el aspecto más grave del comunicado, porque como consecuencia se errará el diagnóstico y la solución.
Aporte de la columna para bajar el costo-país
Otra vez, como ya lo hiciera, la columna insiste en que este tipo de problemas no se arregla intentando controlar el tipo de cambio con algún ardid de “administración cambiaria” de cualquier clase, tan inútil como intentar controlar cualquier precio, sino abriendo las importaciones, o sea desatando muchas vacas, como decía ayer el tuitero. Eso no sólo equilibra el valor del dólar barato – que ayuda a ganar elecciones pero a perder empleos – sino que baja los precios.
A menos que la máxima autoridad monetaria se sienta obligada a contestar algunas de las acusaciones al voleo de la oposición. Aunque no es esta la mejor manera de responderle. Porque los votantes pueden percibir esta respuesta como un verso equivalente, ya que de percepciones se trata.
La columna lamenta contribuir, si se la escucha en esta prédica, a la pérdida de ingresos de quienes se espera contratar para que demuestren que Uruguay no es un país caro “en el marco teórico de la ley de un solo precio”, aunque también debe interpretarse como un aporte para bajar el gasto del estado, una buena manera de abaratar el costo-país, según establece la ortodoxia económica.
¡Cuidado. La próxima hamburguesa que coma puede ser la más cara del mundo!