Por Juan R. Rodríguez Puppo
Una crónica de esta semana del diario «El Observador» de cuenta que en un grupo de WhatsApp de un colegio privado católico de Montevideo, en el que participan unas 20 personas entre docentes y funcionarios, se tocó el tema de las «masculinidades» y esas cosas que hoy son parte de la agenda de algunos colectivos modernistas, y parte de las principales preocupaciones de ciertos micromundos docentes.
Uno de ellos escribió en WhatsApp algo que podía no ser políticamente correcto y otro colega (catequesista) le pidió que moderara sus palabras porque con ellas podía herir a una tercera colega -sic- «que se come la empanada», según revela la crónica, en obvia alusión a su condición de lesbiana.
El catequesista pensó que le dirigía su comentario en exclusiva a su colega «incorrecto» pero NO. Lo leyeron varios.
Inmediatamente el catequesista se dio cuenta de su error y lo borró pidiendo disculpas a todos.
Aclaro que es un colegio que tiene su sindicato.
Uno de los colegas que leyó el mensaje se indignó y lo denunció inmediatamente a La Inquisición. (ergo: La dirección del colegio).
Fue allí que un neo Torquemada despidió al docente porque, dada su condición de catequesista, le debería estar vedado tener pensamientos paganos y proferir comentarios pecaminosos vinculados a este nuevo mundo que nos impide hasta avisar : «che..ojo con lo que decis en el grupo que hay una compa que no es hetero como todos los demas»
Podría haber escrito esto y -tal vez- también lo hubieran despedido por estigmatizar.
Confieso que a mis 64 pirulos nunca había escuchado lo de «la empanada». Tal vez por ser de otra generación digo que no me gusta la parábola, pero no me escandaliza.
No seamos hipócritas. No lo escribió en Facebook ni lo mantuvo. Tuvo conciencia y voluntad de enmendar rápido su error.
En resumen. A un laburante con 19 años de foja de servicios limpia lo expulsan de su trabajo porque a Torquemada (Ese Gran Hermano posmodernidad que nos controla a todos) se le ocurrió que esa conducta era altamente discriminatoria contra una integrante docente de la «congregación lgbt».
La iglesia del siglo XVI y XVII no hubiera podido ser más dura que ese director del colegio Maristas. Tal vez…el hombre también se vio embretado por la nueva dictadura de lo políticamente correcto.
Por tanto supongo que en breve vendrá una interesante batalla legal.
Al docente saliente no le faltarán razones para solicitar un despido nulo y exigir así su reintegro. O subsidiariamente plantear un despido abusivo que supone una indemnización especial muy por encima de los 6 meses que supone el despido normal.
Interesante cruce de caminos para ese sindicato que debe por un lado respaldar al docente despedido sin descuidar -a su vez- el flanco de esta ideología de cristal en la que cualquier comentario referido a la sexualidad de alguien per se ya supone un acto de discriminación. Y no vale decir que vio una vez a dicha señora comiéndose una empanada en «Lokotas». Torquemada se encargará de asegurar siempre que todo es pasible de punición.
Aclaro que si yo perteneciera a algún colectivo de diversidad la única cosa que no exigiría es que se me trate con protecciones especiales como a un marciano o un ser diferente.
La verdadera forma de no discriminar ni sentirse discriminado es que todos actuemos con NATURALIDAD. Somos iguales todos. Personas que nos distinguimos por nuestras virtudes y talentos. Si tenemos una opción sexual la disfrutamos naturalmente. No la militas o haces marketing con ello y menos castigar a personas inocentes por decir algo sin mala intención.
La Nueva Inquisición acaba de cobrar una nueva víctima.
Y van…