Por Graziano Pascale
La semana comenzó el lunes 29 con el inesperado anuncio de José Mujica sobre el diagnóstico de cáncer de esófago que recibió tras unos exámenes que se le practicaron en abril; prosiguió el miércoles 1o. de mayo con la habitual concentración del Pitcnt en conmemoración del «Día de los Trabajadores», en la que su presidente Marcelo Abdala celebró el éxito de la campaña de recolección de firmas para anular la reforma jubilatoria; y culminó el sábado 4 con la retractación de la militante blanca Romina Celeste sobre la denuncia realizada contra Yamandú Orsi, por supuesta agresión contra una persona que ejercía la prostitución en el Parque Roosevelt.
Los tres episodios acapararon los titulares de prensa, y fueron tendencia en las redes sociales. Aunque aparentemente no relacionados entre sí, el hecho de que se sucedan a 60 días de las elecciones internas que abrirán las puertas a la renovación del Parlamento y del gobierno nacional obligan a preguntarse si tendrán algún efecto sobre el resultado electoral.
Se trata, claro está, de meras especulaciones y conjeturas, pero la concatenación de los hechos y el carácter político de los mismos -más allá de que en un caso tenga la apariencia de un tema médico y en otro de un asunto policial – hace pertinente el enfoque.
Comencemos por el primero. Sin anuncio o trascendido previo, el ex presidente José Mujica, que aunque ya retirado sigue siendo uno de las dos figuras políticas más populares del país, convocó a una conferencia de prensa para informar que se le había detectado un tumor en el esófago, que era de difícil tratamiento por la coexistencia de una «enfermedad inmunológica». Sus reflexiones sobre el valor de la vida, y otros comentarios de contenido filosófico que suelen poblar sus apariciones públicas, motivaron que el tema fuera predominante tanto en los medios como en redes.
No faltaron quienes recordaron el antecedente de una intervención quirúrgica por una «úlcera de esófago» hace tres años, que en principio se había dicho era consecuencia de una «espina de pescado» -aunque luego se descartó- como un posible indicio de una patología que, por tanto, no sería novedosa.
Llamó poderosamente la atención la participación destacada que tuvo en esa conferencia de prensa el precandidato presidencial Yamandú Orsi -el favorito de Mujica- que se ocupó durante largos minutos en la transmisión en directo de los canales de televisión de destacar el ejemplo que significaba para los frenteamplistas el compromiso de Mujica con la acción políticos, a la que se seguiría volcando pese a las limitaciones que le impondría paulatinamente la enfermedad.
La campaña de Orsi pareció cobrar nuevo impulso ese día, luego de varias encuestas que daban cuenta de una situación de virtual paridad con su rival Carolina Cosse, que en las últimas semanas había acortado la diferencia que los separaba al comienzo de la campaña.
El segundo episodio -el discurso de Abdala del 1o de mayo- en principio no parece relacionarse con Orsi, como si lo hacen los otros dos, pero también lo roza porque el eje es un tema central de la campaña electoral que encuentra al Frente Amplio dividido en dos, y tiene a Orsi como el principal referente de la posición contraria a la del Partido Comunista, que integra Abdala, que ha comprometido su apoyo a Cosse.
Aunque la rival de Orsi en el pleito interno no ha definido aún su posición con respecto a la anulación de la reforma jubilatoria, el hecho de que la mayoría de los partidos, movimientos y dirigentes que la respaldan apoye la derogación hace pensar que finalmente esa sería la posición de Carolina Cosse.
El tercer episodio es el más extraño de todos, y agrega elementos de perplejidad a una cuestión que desde el primer momento estuvo rodeada de ribetes surrealistas, y que por tanto obliga a enfocarlo con extremo cuidado, para evitar caer en la sordidez que tuvo desde el primer minuto.
Asumiendo que los lectores de la columna conocen los antecedentes de la denuncia del mes de marzo formulada contra Orsi por Romina Celeste, y las derivaciones que tuvo en el área judicial, con la contratación por parte del denunciado de un equipo de abogados encabezado por el ex Fiscal General Jorge Díaz, obviaremos los detalles más escabrosos, para centrarnos en la retractación de la denunciante, que no hace más que agregar nuevas dudas al ya oscuro episodio.
Que un supuesto altercado ocurrido en la oscuridad del Parque Roosevelt, lugar de encuentros sexuales entre clientes y personas que ejercen la prostitución, entre una «mujer trans» y un desconocido, renazca con todos sus detalles en la memoria de uno de los protagonistas seis años después, y en las puertas de una campaña electoral donde el supuesto agresor es actor de primera línea, suena descabellado. Pero que luego de movilizar Policía, Fiscalía y abogados todo se diluya sin mayores explicaciones, no hace más que confirmar las peores sospechas que giraron desde el primer día en torno del episodio.
Si existió -como todo lleva a pensar- una trama urdida para perjudicar a un candidato con denuncias falsas, ahora resulta imperativo esclarecer todos los pormenores y castigar a los responsables. Ser omisos en ese deber elemental de las autoridades a cargo del tema sería confirmar, de hecho, que «todo vale». Y eso no es aceptable.