Walter Raymond
“Quien se ha quemado con leche, ve una vaca y llora”, afirma el dicho popular. Es así que cuando leemos en las Bases Programáticas 2025 – 2030 del Frente Amplio (páginas 87 y 88), que “se impulsará una transformación productiva, fomentando sistemas de producción que incorporen las políticas de transición ecológica justa”. Eso nos pone en alerta.
Más aún, cuando unos párrafos después señala que “ello implica ensanchar y profundizar la base de participación social y ciudadana, ampliando las instancias de participación descentralizadas en asuntos ambientales y productivos”, agregando más adelante que se promoverán “buenas prácticas ambientales (…) y acciones colectivas sobre el deterioro ambiental, los estilos de vida, los patrones de consumo y los modos de producción predominantes”.
Ya hemos visto en similares parafernalias discursivas que se intercala una desvalorización de la propiedad privada, de la producción y de la libertad de los ciudadanos. Ejemplo de ello son las vicisitudes de los productores agropecuarios en el litoral e islas del Río Paraná (Argentina) en cuanto a proyectos legislativos sobre los humedales de la región.
Táctica y estrategia
La estrategia es simple y efectiva. Se delimita un área de territorio o ecosistema (humedales, pastizales, yungas, etc.). Tales áreas suelen tener dueños que ocupan parcialmente el territorio para realizar actividades en general agropecuarias. Luego se expone o demuestra que el daño al ecosistema es causado por la actividad productiva, debiéndose, por lo tanto, limitar o prohibir su desempeño.
Todas estas exposiciones se focalizan exclusivamente en la preservación ambiental extrema, soslayando o negando la posibilidad de realización de actividades productivas, económicas o estilos de vida locales. Es como si los alimentos tuvieran la particularidad de emerger desde las góndolas de supermercados.
Este proceso comienza con alegatos sobre la necesidad de preservación de los espacios naturales o ecosistemas con su fauna y flora. Obteniendo la aprobación de personas sensibles al tema ambiental. Le siguen pronunciamientos y documentos en favor de encarar acciones ambientales concretas en tales áreas o regiones. Esta etapa es impulsada por ONG, fundaciones e incluso algunos dictámenes científicos estatales o de organizaciones extranjeras.
Invariablemente, coinciden en criticar las actividades agropecuarias o industriales, señalándolas como causantes de la degradación ambiental. Es entonces que aparecen los primeros proyectos de ley que limitan, restringen o eliminan actividades productivas en ese territorio y es posible que aparezcan algunos políticos o incluso funcionarios impulsando tales iniciativas. Estrategia similar a la que se llevó a cabo en el caso Aratirí.
Casi al mismo tiempo emerge lo que denominan “base de participación social y ciudadana” en la figura de “colectivos” que pueden ser grupos étnicos de los que nadie sabía de su existencia, incluso ellos mismos, o “vecinos autoconvocados”, “mesas redondas” y grupos de supuestos afectados por efectos colaterales de prácticas agrícolas que reclaman el cese de la actividad, además de importantes sumas por daños y perjuicios.
Fieles a una agenda
Por lo expuesto, es que debiéramos extremar la cautela ante las supuestamente amables pantallas ambientales y climáticas que se enarbolan y enarbolarán. La izquierda adhiere con firmeza al conjunto de normas y disposiciones de la famosa Agenda 2030/2045, que tiene como base argumental los documentos del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) y el respaldo político y económico de las Naciones Unidas y la Unión Europea.
A primera vista puede resultar sorprendente, pero es perfectamente lógico, por que tales normas y disposiciones permiten inmiscuirse en la propiedad privada, dirigir los sistemas de producción y aplicar sanciones a todo aquello que no se subordine, detrás de la amable pantalla ambiental y urgencia climática. Algo así como que el otrora fiero y sanguinario Imperio del norte se transforme por la magia de la conveniencia en un gracioso y amigable saltimbanqui.