Saltar al contenido
Contraviento

La batalla cultural

1 diciembre, 2024
Fremen caminando en el desierto de Arrakis.

Los partidos que conforman la informal Coalición Republicana (CORE) perdieron y aún no saben por qué. La realidad es que ha quedado demostrado que la CORE, con su composición y propuesta actual, no constituye una alternativa claramente diferente al Frente Amplio. Hay diferencias, pero son mucho mayores las semejanzas.
¿Qué sucedió? ¿Acaso es cierto que «se hizo y no se supo comunicar»? ¿O lo que se hizo es simplemente algo que también (filosóficamente) hubiera hecho el Frente Amplio y por tanto, no es distinguible la acción de unos de la de otros? ¿Acaso no será por eso que era fácil para el FA «apropiarse» de las obras del gobierno estableciendo que eran su continuación?

Una alternativa moral.

No importa cuántas acciones se realicen, si estas no están provistas de un simbolismo que legitime una propuesta diferente, solo contribuirán a reafirmar el relato del oponente. Sin una significación alternativa, cada casa entregada, cada puente construido, cada avance del Estado y el asistencialismo, solo contribuyó, en los hechos, a legitimar los valores del Frente Amplio, a decir que su camino es el único camino.
Esto evidencia la falta de una alternativa moral/ideológica real. El sistema político «in totum» comulga en los mismos valores del Estatismo, herederos de la lógica colectiva de Rousseau, con el cuño local del Batllismo. Los valores «colectivistas» siguen intactos. Un empresario sigue siendo malo. Un trabajador sigue siendo un explotado. El Estado sigue siendo el «salvador». Estos valores no son asumidos solo por votantes de izquierda, se esparcen por el sistema político, academia e incluso en el empresariado culposo.
Y hoy ¿Quién representa con mayor eficacia esos valores que el Frente Amplio?
La alternativa clara son los valores del liberalismo, los de John Locke y su estirpe, pero luego de la «libertad responsable» (oh casualidad, momento de mayor apoyo al gobierno) fueron rápidamente abandonados por el «piecito» (a estas alturas, claramente frenteamplista). 
¿Cuánto mejor no hubiera sido realizar cambios estructurales que hubieran permitido a las personas mejorar sus condiciones por sí mismas? ¿En lugar de mostrar orgullosamente números de asistencialismo, mostrar cómo se reducía la necesidad de este? ¿Bajar el gasto público drásticamente? ¿Abatir el déficit? ¿Desmantelar privilegios?
Hubiera sido mejor, pero nunca fue una opción. La propia carencia de una propuesta ideológica (ética) alternativa, llevó a un «no hacer olas» que se repetía como mantra por todo el Estado, a una falta convicción que llenaba de dudas cada decisión que implicara un cambio realmente estructural. Ser gobierno no es lo mismo que gobernar y solo puedes gobernar si estás convencido de lo que propones.

Una construcción común que no fue.

En un país sumamente laico (prácticamente ateo) la gente necesita desesperadamente llenar ese vacío, creer en algo, ser parte algo. ¿Qué ofrendas hizo la Coalición? ¿Qué eventos vivenciales trascendentales más allá de la gestión de la pandemia? ¿Cerró Canal 5? ¿El Portland? ¿Derogó el monopolio de los combustibles? ¿Liberó las relaciones laborales? ¿Redujo drásticamente la inseguridad? ¿Liberó las importaciones? ¿A qué corporación atacó? ¿Alguien se sintió parte del desmantelamiento del statu quo? ¿Cuál es su utopía? ¿Cuál fue su «evento canónico»? ¿Dónde construye comunión?
La izquierda ofrece un sueño (la utopía socialista de la igualdad), tiene siempre lista la ofrenda para la hecatombe: los ricos, los «malla oro» y en esa lucha genera un espacio de comunión y pertenencia (comités, redes).
En la Argentina desesperanzada, Javier Milei lanzó su utopía liberal y proveyó ofrenda: la «casta» y todas la ataduras del Estado. Le habló al trabajador que no llega a fin de mes mientras ve a una pléyade de parásitos (políticos, empresarios, sindicalistas, «planeros») viviendo de su trabajo. ¿Acaso no tenemos a esas personas acá? Los «mileistas» comulgan en redes y eventos presenciales. Son un movimiento. 
De este lado del Río de La Plata, la Coalición jugó al ateísmo racional sin entender que nadie como un ateo necesita creer. No ofrece nada, ni sueño, ni ofrenda, porque (es la dura realidad) tendría que ofrecerse, en gran parte, a sí misma.

Nada podemos esperar, si no es de nosotros mismos.

Así las cosas, los partidos políticos de gobierno se mostraron (y se siguen mostrando cada vez más luego de la derrota) incapaces de ofrecer:

  • Una alternativa moral/ideológica.
  • Una alternativa de pertenencia/vivencial.
  • Una alternativa electoral (la Coalición Republicana). Esto les costó, entre otras cosas, las mayorías en el Parlamento.

Con sus discursos y acciones parecen cómodos (consciente o inconscientemente) en un sistema sin alternancia, con un partido dominante (Frente Amplio) y un conjunto de partidos menores en oposición permanente, salvo alguna crisis de tanto en tanto que lo saque por un periodo del gobierno (que no del poder).
En paralelo, el electorado inconforme, ha reaccionado y sigue reaccionando. Un ejemplo es el surgimiento de nuevos partidos políticos, casi todos por «derecha» o «liberalismo». Incluso la idea de la «Coalición Republicana» como lema, surgió de un grupo de ciudadanos. Fue primero ignorada (hasta silenciosamente combatida) y luego utilizada (de mala gana) por los partidos políticos de la Coalición que, si continúan con mezquindades y egoísmos, podrían terminar destruyendo la herramienta.
Simultáneamente e impulsados (que no surgidos) por el éxito de Milei en Argentina, aparecen en Uruguay opciones liberales, igualmente atacadas desde el Frente Amplio y el Oficialismo Coalicionista. Los anticuerpos de la «penillanura» muestran quiénes son el verdadero reto al orden establecido. 
Todo esto pone en claro que quienes integran el actual status quo no pueden liderar la transformación, ni moral/ideológica, ni de pertenencia/vivencial y ni siquiera instrumental/electoral. Deberíamos dejar de pedírselo y tomar nosotros las riendas.
En el mejor de los casos, cuando esta esté en marcha, se sumarán a ella.

Al modelo del Uruguay de las corporaciones (política, sindical, empresarial, ONGs) en cualquiera de sus matices, solo puede oponerse el de los individuos, también en cualquiera de sus matices: nada de «purismos» fratricidas. A la lógica de la responsabilidad tercerizada y el individuo quejoso, de la exigencia constante de «derechos» (a costa de terceros), solo puede oponerse la de la responsabilidad individual y el respeto al prójimo.

Todos los que, de alguna manera, comulguemos en dichos valores, estamos llamados a dar el paso al frente, de la manera que podamos. El reto es descomunal.

En su novela «Dune» Frank Herbert escribió que «Dios creó Arrakis para probar a los fieles». Yo agrego que «creó Uruguay para probar a los liberales», pues difícilmente haya habido tierra que nos fuera más hostil. Quizás (como a los Fremen) nos estaba preparando para este momento.