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Contraviento

En qué anda el Biohacking

28 mayo, 2025

En octubre de 2019, Netflix estrenó la serie Unnatural Selection (Selección antinatural, en español), un docuserie que mostraba a científicos, pacientes y, sobre todo, “biohackers” dispuestos a reescribir la biología en sus garajes. Cuando la ví al siguiente año coincidió con mi primer semestre de Biotecnología en la Universidad ORT Uruguay, con apenas 40 añitos y con la sensación de que el futuro llegaba más rápido que lo que eran mis compañeras tomando apuntes en sus iPads.

Captura de la serie Unnatural Selection en Netflix

Hoy, media década después, vuelvo sobre la pregunta que me hacía entonces: ¿despegó realmente el biohacking?

Un movimiento que cabe (todavía) en unos pocos miles de pipetas

En los foros masivos la palabra biohacking dejó de ser rareza. El subreddit r/Biohackers rozó el medio millón de suscriptores este año y la organización DIYbio registra más de 40 laboratorios comunitarios repartidos por EE. UU., Europa y América Latina. Sin embargo, las cifras cambian cuando uno excluye a los aficionados a suplementos o relojes inteligentes: quienes realmente manipulan ADN o cultivan células se cuentan en unos pocos miles. Una encuesta académica de 2021 halló apenas 154 practicantes activos de “wet-lab” en 31 países. Es decir, hay mucho ruido y poca centrifugadora.

Laboratorio comunitario

De los éxitos discretos…

  • OpenAPS, el páncreas artificial abierto, pasó de idea de foro a más de 3262 usuarios autoinstalados que reportan mejoras de HbA1c y menos hipoglucemias.
  • El Open Insulin Project avanza en protocolos open-source para producir insulina a menor coste, aliándose con laboratorios comunitarios de EEUU, Europa y Latinoamérica.
  • Maker-labs como Genspace (Nueva York) o Biocurious (Silicon Valley) dictan cursos de seguridad biológica y edición CRISPR por menos de 300 dólares, atrayendo a estudiantes y jubilados por igual.

Estos logros comparten tres rasgos: documentación abierta, colaboración internacional y foco en problemas concretos que la industria aún no resuelve.

…a los tropiezos (y tragedias) más mediáticos

El biohacking casero también ha dejado un historial sombrío:

  • El exinvestigador de la NASA Josiah Zayner se inyectó un cóctel CRISPR para inhibir la miostatina en 2017; años después admitió que el experimento no produjo ningún efecto y que “fue un error de marketing”.
  • Aaron Traywick, quien se proclamaba pionero de una terapia génica contra el herpes, murió ahogado en un tanque de privación sensorial en 2018, con ketamina en sangre y sin resultados clínicos que mostrar.

Los reguladores observan con recelo. Las agencias reguladoras norteamericanas y europea (FDA y EMA, respectivamente) han emitido comunicados recordando que ninguna terapia génica “de garaje” tiene aval de seguridad.

¿Por qué podría despegar ahora?

  • Costos a la baja – Un kit CRISPR para bacterias se consigue desde 49 USD en tiendas como The Odin.
  • Educación descentralizada – MOOCs, Discords y el Global Community Bio Summit articulan redes de mentores sin pasar por la academia formal.
  • Mercado en expansión – El “biohacking lifestyle” (suplementos, wearables, terapia de luz roja) ya factura 24,8 mil millones de dólares y crece a casi 19 % anual.

Con esa combinación, el paso del hobby al impacto social masivo es cuestión de tiempo, y los dilemas éticos, desde la edición de embriones hasta la bioseguridad de patógenos, prometen titulares encendidos.

Kit de biología molecular

Entre el pánico y la esperanza

El biohacking no ha cumplido las fantasías de Jurassic Park, pero sí ha democratizado herramientas antes exclusivas de grandes farmacéuticas. Cada avance casero obliga a debatir quién controla la biología y bajo qué reglas.

Al mismo tiempo, nunca fue tan fácil medir tu glucosa, secuenciar tu microbioma o entender tus rutas metabólicas, y eso impulsa una nueva cultura de autocuidado informada por datos. Y posiblemente tu vecino esté montando su propio laboratorio para clonar un dinosaurio. O casi. Spoiler: no, jamás podremos resucitar un Velocirraptor como en las películas; quédense tranquilos.

La ciencia ciudadana no es una amenaza por sí misma; es un recordatorio de que la biología dejó de ser un misterio reservado a bata blanca y que la próxima revolución sanitaria podría empezar, literalmente, en un cuarto de lavado.

PD: recomiendo que si se meten en esto, igual usen una bata blanca. Queda muy linda.

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