
Escribe: Federico de los Santos
En 1990, cuando aún estaba en la escuela, vi por TV el lanzamiento del telescopio espacial Hubble. La astronáutica estaba entre mis principales intereses. Lamentablemente el telescopio Hubble tenía un problema de pulido. Era un problema imperceptible. Muchísimo más fino que un cabello humano. Pero los telescopios espaciales tienen un problema: no se pueden probar en la superficie terrestre.
Hubble debe su nombre a Edwin Hubble, uno de los científicos que más impactaron en la cosmología en particular y en la ciencia en general. Descubrió que el universo estaba en expansión. Eso hizo que muchas teorías de la física y la cosmología tomaran más relevancia. Por eso su importancia como para dedicarle el Telescopio más importante de la humanidad.
Tener un telescopio espacial nos permite conocer no solo el universo, sino a nosotros mismos y nuestro planeta. Los objetivos grandes y peludos hacen que la ciencia avance. Y eso es bueno en muchas áreas. Sin ciencia, aún no sabríamos de que muere la gente ni tendríamos como curarla. No podríamos disfrutar de una comida típica de otro país y no tendríamos frutas ni verduras en nuestra heladera: tanto porque no tendríamos heladera como porque no tendríamos la variedad, calidad, y la duración en condiciones consumibles de las frutas y verduras actuales.
La NASA tiene una publicación que se llama “Spinoff” y que también está disponible en su sitio web donde muestra todos los avances que la ciencia espacial le está dando continuamente al resto de la ciencia y tecnología acá abajo en la Tierra. Tengo una copia de una de esas revistas que la NASA me mandó a mi casa cuando era adolescente. Yo no era fan de mi profesor de Astronomía en el liceo; él era fan mío y se convertía en un gurí cuando yo llegaba tarde a clase porque me había quedado esperando al cartero que me traía el sobre con materiales de la NASA. Otros tiempos. Uno de los mejores ejemplos de en qué ya nos ayudó el telescopio espacial James Webb es en la cirugía ocular.
El telescopio espacial Webb debe su nombre a un administrador de la NASA. No sé si fue la mejor elección, pero me hace acordar a cierto equipo de fútbol uruguayo que, en vez de nombrar las tribunas de su estadio con los nombres de jugadores gloriosos, le puso nombres de presidentes del Club.
Webb fue un proyecto de decenas de años y decenas de miles de millones de dólares. Muchos retrasos y cambios. Las finanzas de su principal espónsor, los EEUU, no estuvieron del todo bien en los últimos 20 años y el Congreso tuvo su impacto en eso. También la NASA tiene sus requerimientos que podemos llamar “sobreingeniería”, que sería hacer las cosas mucho más que demasiado bien, porque un fallo sería imperdonable. Ya había pasado con el Telescopio Espacial Hubble, con el transbordador Columbia, el Challenger y con el Apollo 1. Y cada uno de esos errores y siniestros dejó una huella en la NASA y en la sociedad norteamericana. La solución fue un logro impactante.
En Tierra, tenemos unos telescopios, como el ALMA que es un conjunto sincronizado de varios telescopios (en este caso radiotelescopios) que deben su potencia a la suma de todos los componentes. El telescopio Hubble tiene un único espejo principal y para solucionar su problema hubo que llevar un equipo adicional que corrigiera su miopía.
L2 es uno de los puntos donde las fuerzas de atracción gravitatoria y centrífuga del sistema Sol-Tierra se igualan, y un objeto pequeño como una nave espacial, satélite o asteroide podría orbitar ese punto de forma indefinida o por lo menos mucho tiempo. Allí ya se encuentran otros 2 observatorios y este año se sumó el Webb. La mecánica orbital es una ciencia fascinante, aunque llena de ecuaciones.
El Webb también se diferencia del telescopio Hubble en el tipo de luz que puede captar. El Hubble puede captar luz visible, que es la luz que pueden ver nuestros ojos, sin embargo, para los objetivos científicos más modernos, era más importante poder analizar luz infrarroja que es la que nos dará más datos de objetos muy lejanos. Pero no solo de luz viven los telescopios. El Webb así como el Hubble son instrumentos ópticos, pero no tienen una cámara de fotos analógica, sino que tienen un sensor digital que puede cuantificar cada punto de la foto y guardar muchos datos durante todo el proceso de observación. Esos datos pueden ser analizados con ecuaciones que pueden dar lugar a otro tipo de información, como puede ser la composición de las estrellas. Es tan preciso, que puede detectar los cambios de brillo cuando un planeta pasa por delante de su estrella en un sistema solar muy lejano y de esa forma se puede determinar el diámetro, la masa y la órbita de un planeta que no podemos ver.
Por eso necesitamos al Webb y por eso tiene que poder captar luz infrarroja: para poder mirar más allá de los 13,5 mil millones de años luz. Así sabremos que paso en parte de esos 300 mil millones de años que aún nos falta escudriñar. Porque en ese lapso se formaron las primeras galaxias y no sabemos cómo fue que eso pasó.