Especial para Contraviento
Escribe Giuliano Giupponi
El título de éste artículo, que tomé prestado del genial Aleksandr Solzhenitsyn, autor
de “Archipiélago Gulag” entre otras obras, y describe a una Rusia que bajo la bota
de Putin, va quedando cada vez más aislada del mundo, y aunque declame que lo están
acorralando, en realidad lo aíslan.
Huelga decir que OTAN no es amiga de Putin, y digo Putin, no Rusia. OTAN se expandió
en la medida en que Putin iniciaba el rearme, las invasiones, la represión y los genocidios.
Cada asesinato politico avivaba la memoria de sus antiguos súbditos, ampliando la
OTAN.
Como respuesta de esa expansión se formó la OTSC, Organización del Tratado
de Seguridad Colectiva, un pacto nacido como antiterrorista y mutado en una alianza
de defensa mutua con la Rusia de Putin como el sheriff del vecindario.
Ese sheriff, poderoso y con poca paciencia mantuvo a raya los históricos recelos y
odios en los socios definitivos de la alianza que son o eran, Rusia, Armenia, Kazajistán,
Bielorrusia, Kirguistán y Tayijistán. Los antiguos miembros, Azerbaiján, Georgia y
Uzbekistán recordaron las apetencias rusas que van más allá de la amistad y decidieron
retirarse.
En los convulsionados últimos dos años la OTSC se activó varias veces para evitar que
los intereses rusos cayeran en manos equivocadas; las correctas siempre son súbditos
leales, como Lukashenko, con manos porosas y pasión por la vida sibarita. Los aliados del Kremlin pidieron la intervención de la Fuerza Conjunta y ésta
respondió, a veces.
Armenia fue atacada por Azerbaiján por el conflicto de Nagorno Karabaj, y la OTSC miró
al vacío. Claramente todos los socios observaron que su aliado era despedazado,
mientras Rusia no daba la orden a su fuerza expedicionaria a pesar de los pedidos
armenios. Eso sería un antecedente letal a futuro.
La invasión a Ucrania dejó en evidencia la debilidad política y militar rusa, y la del propio Putin, cuyo liderazgo no garantizaba la seguridad colectiva, ni siquiera la de Rusia. La
exitosa contraofensiva de Setiembre de Ucrania no solo hizo huir a los regimientos y
batallones rusos, sino que además desencadenó los conflictos latentes.
Armenia es invadida por Azerbaiján, pide ayuda a la OTSC y recibe de respuesta el
silencio ruso; el sitio azerí a la base de paz rusa y la destrucción de un convoy ruso que
deja decenas de rusos muertos. Al día siguiente Armenia anuncia que se retirará de la
alianza y el 17 de Setiembre Nancy Pelosi visita Armenia para mediar en el conflicto, se
anuncia un alto al fuego temporal. Uno menos.
A Kazajistán, Rusia le pidió armas y soldados. “No hay”, dijo Tokayev, ¿vendés mis
materias primas?, “ni loco” dijo Tokayev, entonces por lo menos asegurame la frontera… “Mirá Vlad, me parece que el año que viene me voy de la OTSC” respondió Tokayev, y fue derechito a firmar un tratado defensivo con China. Dos menos.
El conflicto entre Kirguistán y Tayikistán tiene su origen aproximado al inicio de los
conflictos entre las étnias iranias y túrquicas. Este Setiembre esos conflictos se
revitalizaron y ambos declararon que la OTSC no es la solución a su conflicto, pero que
tal vez la Organización de Cooperación de Shanghai sí lo sea.
Por último está Lukashenko, quien sabe que para mantener el poder en Bielorrusia
debe no intervenir en Ucrania; si lo hace su único sustento, los militares, pasan a estar
bajo el mando directo de Putin, y éste lo que ya no usa lo desecha.
Entonces, fuera de cualquier análisis partidario, Putin se enfrenta al dilema de perder
no solo la guerra, sino a la misma Rusia de sus manos. Su OTSC no le presta auxilio en
Ucrania, no pueden ni quieren, China apoya con retórica mientras desangra las ofertas
rusas de materias primas; OTAN, que duplica la frontera con Rusia apoya a Ucrania y
funge de taller, fábrica, hospital, prestamista, asesor y soporte emocional, al tiempo
que agrandan sus FFAA y aprontan el Ejército Europeo que tendrá 300.000 soldados y
entrena en el Mar Negro con Georgia y Azerbaiján como invitados.
Todo el panorama obliga a fijar tropas en las fronteras a lo largo de 19.282 kilómetros de extensión por lo que no puede disponer de ellos para negar victorias a Ucrania, y debe movilizar a parte
de sus reservas que dijo no necesitar, mientras 300.000 rusos huyen del país y cientos
de miles se agolpan para huir también, y debe blanquear no solo que Rusia está en
guerra, sino que además está camino a perderla. Para bien de la humanidad, ojalá no
se desvíe del camino que ya trazó.