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Contraviento

Pesadilla de fin de año

4 enero, 2023

Argentina: pasó el campeonato mundial y su buena onda, pero Freddy Krueger sigue ahí, junto con los fantasmas de la realidad.

 

No es fácil olvidar la saga de terror de la calle Olmo, aquellas películas de la serie Pesadilla, donde el atemorizante y sanguinario Freddy Krueger se le aparecía a un niño en sus sueños. El pequeño hacía un esfuerzo sobrehumano para despertarse hasta que lo lograba, pero cuando respiraba aliviado por haberse liberado del mal sueño, se encontraba con el monstruoso personaje que lo estaba esperando, ahora en la vida real, en vivo y en directo.

Algo parecido le ocurre al Gobierno, aunque con algunas variantes. Creyó que el intervalo del sueño placentero del triunfo en el mundial duraría bastante, y que con él la sociedad olvidaría, postergaría o perdonaría todos los problemas que supo fabricar su desmadrada gestión, duraría un tiempo largo, y que eso le permitiría algún plafón para continuar su plan de desajuste, pero a las 48 horas del triunfo deportivo se chocó con la sacudida de la negativa de dos docenas de tipos normales que no querían mezclar la competencia deportiva con la política, y menos con los fracasos. Ese despertar súbito también fue el indicador de que la euforia que suponía salvadora había durado apenas 2 días.

El mundo volvió a girar, la victoria no tenía estribos ni pasamanos para colgarse de ella, y de repente se pasó del sueño placentero de nuevo a la pesadilla. Ahí estaban todos los fantasmas. Los Freddy Krueger que el gobierno de los Fernández supo construir: la inflación empobrecedora, el cepo suicida, los veintitantos tipos de cambio que los ridiculizan pero que muestran a dónde conducen los intentos de controlar la acción humana, la pobreza, los piqueteros propios en las calles, la realidad de una elección cercana en la que vacilan entre una candidata devaluada y decrépita que inaugura polideportivos con el nombre de Maradona – que más de un síntoma de despecho es un indicador de vetustez política y discursiva – un gobernador de la Provincia de Buenos Aires que también es un homenaje viviente a lo peor de Maradona y un ex gobernador y perdedor que parece  reunir en su persona las peores características de los otros dos.

Cacheteados por la Corte, la opinión pública, los pobres, los trabajadores, los jubilados, hasta la prensa amiga, caricaturizados por sus frases, contramarcha y planes vacíos, sus ministerios inútiles, ofreciendo el espectáculo del fin de fiesta de una orgía de insensatez, incompetencia y corrupción, sólo atinan a aferrarse a alguna alianza salvadora o atenuadora, y no se han visto obligados a  abandonar el poder simplemente porque un sector importante de la ciudadanía intuye que muchos de quienes se postulan para sucederlo son tan malos como ellos, al menos en muchos aspectos esenciales (El triste cambalache-remate de Horacio Rodríguez Larreta y su rejunte de claudicantes referentes es apenas una muestra, la punta del iceberg de la podrida política argentina, con la que se estafa a diario a la población). “Somos todos peronistas”, decía el fundador del movimiento. En los días más negros, hasta puede pensarse que tenía razón.

Desesperado intento

El desesperado intento de improvisar un Sergio Massa economista y salvador no está mejorando la situación, como ciertos optimistas estimulados aman creer. La está empeorando. Se está jugando a mejorar los índices económicos, no la realidad. En esa tarea su cómplice es Kristalina Georgieva, desde el FMI, que también está interesada solamente en exhibir unas mediciones que justifiquen tanto el préstamo sin contrapartida otorgado a Macri como las prórrogas y adicionales de fondos otorgados a este gobierno. El primero, raya la liviandad. Los otros, caen en la irresponsabilidad. Haberle tolerado las acciones de default y despilfarro a este gobierno está en contra no sólo de las reglas del Fondo, sino de los contribuyentes de los países que aportan los fondos, empezando por Estados Unidos. De modo que también la burócrata arribista está interesada en mostrar cualquier número que parezca positivo, casi sin importar si es cierto o no. Un buen ejemplo es el dato del crecimiento, como se ha advertido aquí repetidamente. No sólo cualquier comparación con el período de aislamiento tiránico pandémico mostrará una tendencia positiva, en cualquier lugar del mundo, sino que siempre, sin excepción, al comienzo de los períodos de alta emisión o inflación se produce un aumento de demanda y actividad, por un tiempo, hasta que se sufren luego todos los efectos negativos concomitantes. De modo que el número es fake news.

También la reducción de déficit es falsa. Al usar la inflación para bajar el gasto en términos de grandes números, se acumulan una colosal cantidad de injusticias y desigualdades que tarden o temprano explotarán y habrá que solucionar. Al mismo tiempo, no se soluciona el problema más grave presente en el gasto público, que es el despilfarro inútil y las injusticias e ineficiencias. Se martiriza a los jubilados, se lastima a los sectores que menos ganan, trabajen o no, pero se mantiene el robo, el acomodo, el carísimo nepotismo de ministerios completos inútiles, y de funcionarios carísimos también inútiles. De modo que el problema no se está solucionando realmente, sino que se está postergando, pero empeorado. Porque la solución será de nuevo inflacionaria, los cortes de gastos ineficientes y realmente importantes no se hacen, con lo que cualquiera que herede el gobierno tendrá un problema inmanejable. (Que parece ser lo que políticamente busca la jefa autoproscripta)

Los Freddy Krueger, o sea las pesadillas recurrentes, los fantasmas, están entonces todos ahí. El déficit oculto. La desigualdad entre los millonarios jerarcas y los licuados, o entre las empresas amigas que han ganado fortunas y las Pyme que se funden, los 20 tipos de cambio, las Leliq y su espada de Bonex, esperando por un incauto, el desabastecimiento inexorable, la descapitalización, los impuestos crecientes paralizantes, el desastre de la Coparticipación Federal, que no tiene solución, la pobreza insostenible, la deseducación, el sistema sindical y judicial laboral, que aleja el empleo, la inflación y la emisión que no paran, sino que se disimulan con tramoyas, la colocación de deuda en pesos que se encaja a la Anses y otras reparticiones estatales y a bancos que están a un tris de tener que enfrentar una corrida. La pérdida de exportaciones y mercados. A eso hay que agregar la inseguridad jurídica, o la desaparición del orden republicano, un sistema electoral tramposo y corrupto, un sistema de representación de diputados y senadores que aleja toda seriedad y honestidad de los elegidos para gobernar, además de hacer imposible la discusión en serio de un sistema rentístico nacional, como ordena la Constitución de 1994. Falta todavía la pila de juicios pendientes contra el país en el Ciadi y en Nueva York, todos perdidos, y los que surgirán y se perderán. (¿Alguien se ha puesto a pensar que será insostenible jurídica y lógicamente intentar pagar los bonos ajustables por dólar al tipo de cambio oficial, cuando el gobierno está pagando valores mucho más altos con el dólar soja, por ejemplo?)

En un loop maldito

Argentina ha entrado en un loop del que tal vez no salga. El gobierno que triunfe en la próxima compulsa electoral está ya condenado a padecer la repulsa popular, porque nadie aceptará el remedio que debe aplicarse, suponiendo que se acertase a encontrarlo. Casi podría decirse que la estrategia del peronismo es justamente esa: devolver el poder cuatro años para retomarlo luego. Mientras tanto, se está asegurando de que ninguno de los suyos sea afectado en sus ingresos, en su permanencia en los cargos, o al menos en su influencia. Basta ver los postulantes que se están infiltrando en cada partido o agrupación, y basta escuchar los discursos de buena parte de la oposición con chances. O alcanza con ver los funcionarios peronistas y afines imbricados en los distritos más importantes en manos de Juntos por el Cambio, tránsfugas de oficio, que garantizan la continuidad no ya de una fuerza política, sino de una concepción barata de la democracia, que consiste en el discurso demagógico, no en la demagogia aplicada, para la que ya no hay recursos, y en el populismo permisivo declamado, que está estallando y estallará con más demandas imposibles de satisfacer.

Seguramente con razón, usted puede sostener que mucho de lo que pasa localmente está ocurriendo u ocurrirá en todos los países. Y no le faltará razón: Argentina es hoy un monstruoso espejo de pesadilla, que en vez de reflejar al que lo mira, refleja el futuro de la sociedad mundial. Eso no cambia la situación, sólo la empeora. Eso no mejora el futuro de cada argentino, sólo lo hace más negro, valga el término ahora que Donda no sancionará el uso negativo de esa palabra.

En esas condiciones y con ese panorama, desear un feliz año nuevo, es casi una hipocresía. Pero respetando la fe y la esperanza de los lectores, ojalá que cada uno encuentre en sus afectos, sus familias y su realización intelectual, vocacional y espiritual el mejor 2023 posible. Y ojalá, por supuesto, que la columna, una vez más, se equivoque.

 

 @dardogasparre

 

 

 

 


 

 

 

 

® Reproducido con autorización del autor de https://www.laprensa.com.ar/524242-Pesadilla-de-fin-de-ano.note.aspx?s=08

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