La frase del título es una síntesis brillante de las ciencias duras y las ciencia humanas. Todos conocemos fuerzas irresistibles, los tsunamis, los terremotos, los volcanes, las grandes fuerzas de la naturaleza que empalidecen los logros del Hombre, quienes sólo se les han aproximado con las explosiones nucleares o las fuerzas necesarias para llevar cohetes fuera de nuestro planeta. Y si de obstáculos infranqueables hablamos, montañas, mares, y simas abisales nos ofrecen correspondientes geográficos, mientras que la torpeza política nos da alguna pista en lo humano.
Véase también que esas resonantes palabras, irresistible e infranqueable, son sólo aproximaciones de nuestro intelecto limitado, de nuestra sicología. Las fuerzas irresistibles han sido resistidas más de una vez, los obstáculos infranquables han sido superados. Pero la frase sigue dando claramente la idea de lo que pasa cuando una situación se transforma en un náufrago atrapado entre Escila y Caribdis.
Uruguay, ese país amortiguado y amortiguador, ha presentado en 2022 un ejemplo clásico de este dilema. El apoyo del presidente Lacalle a dos de sus ministros, los más controvertidos del gobierno, se opone como infranqueable a la irresistible fuerza de la opinión mayoritaria en la sociedad de que han fracasado en su rol. Convengamos que, parafraseando al último libro, aun no publicado, del príncipe Harry de UK, son repuestos de segunda («Spare» se llama el libro). Llamados a sustituir a un escapado Sr. Talvi y a un fallecido Sr. Larrañaga, ambos han acumulado motivos suficientes como para haber vuelto ya a otras actividades, si no fuera por el infranqueable «no» rotundo del Presidente.
A medida que se ha ido desentrañando el caso Marset, se ha visto claro que ocurrieron errores inexcusables en los estamentos gubernamentales uruguayos. Recordemos que para que el Sr. Marset recibiera su pasaporte se conjugaron: una jueza que levantó todas las causas pendientes del involucrado, un Ministerio del Interior que mantuvo en absoluto secreto la investigación que se le realizaba, una opinión en ambos ministerios de que el Sr. Marset era un narco pesado, declaraciones en el Parlamento cuando menos confusas y, bien miradas, hasta mentirosas por omision, tanto del Sr. Bustillo como de la Sra Ache, una reunión de la Sra. Ache con el abogado del Sr. Marset, cosa que la inteligencia política (conocidos los antecedentes personales y políticos vinculados a los apellidos Balvi y Ache) debería haber evitado. Etc.
Curiosamente, hasta ahora no se conoce quién fue el jerarca y cuál la oficina que tramitó el pasaporte. Para más inri, ni el Ministerio del Interior ni el Ministerio de Relaciones exteriores reconocen que es el suyo el encargado de emitirlo. Y, también curiosamente, más allá de los apuros que haya habido y los atajos que se hubieren tomado, está el derecho del Sr. Marset a tener ese pasaporte, dado las circunstancias que concurrían en el tema. Porque una cosa es que una persona tenga una actividad criminal conocida y que esté preso por una causa criminal en un país extranjero, otra que no estuviera encausado y que la razón de su prisión no tuviera nada que ver con Uruguay. La demostrada mentira de «que si alguien hubiera sabido que era un narco no se le hubiera otorgado el pasaporte» ya pasó al basurero de las expresiones proferidas con cara de piedra. Y, por supuesto, como trasfondo de todo, lo de siempre, un abogado inteligente, jugado a conseguir todas las ventajas posible para su cliente, que a nivel popular recibe una fuerte repulsa, pero logró hacer lo que su cliente necesitaba. Si entrevistarse con la Sra. Ache tuvo un fin de enlodar las aguas (como efectivamente pasó) o hubo más que eso, es algo que sólo la Sra. Ache y el Sr. Balbi saben. Los dos mantienen la misma versión que, pese a su inverosimilitud, es convincente, ya que favorece al abogado y enlodó, al punto de que se le quitó el apoyo político, a la funcionaria. Elijo creerle a ella.
Volviendo al principio, ¿cuál es la fuerza irresistible? Es demasiado temprano para hacer la broma de que esa fuerza es la oposición. La oposición y la prensa que la respalda (curiosamente con un par de bajas ni explicadas ni protestadas, lo que permite pensar que hay detrás mucho más de lo que suponemos) bajaron los decibeles luego de la intervención del Sr. Mujica que, súbitamente, pasó a desempeñar su usual papel políticamente delicuescente a la primera oportunidad en que la prensa le abrió las compuertas. El Sr. Mujica claramente está practicando una política de driblear sobre la raya del costado de la cancha, pero no está ejerciendo esa fuerza irresistible para nada.
La fuerza irresistible, en mi opinión, está empezando a venir de las tropas propias. Más y más personas en la coalición de gobierno, incluso entre las huestes del Partido Nacional, se afilian a la campaña de acoso y derribo. Esas voces cobran fuerza y al presidente Lacalle se le abren dos avenidas. Una es mantener a los Srs. Heber y Bustillo en los cargos que ocupan. Eso sólo podría deberse a dos razones: una a que el Presidente fuera tremendamente obcecado y poco inteligente. Modestamente, no lo creo. Otra podría ser que ambos jerarcas hubieran recibido orden de producir resultados detonantes en el corto plazo (primer semestre) y que el Presidente tenga fundadas esperanzas de que eso va a ocurrir.
La segunda avenida es la de la renuncia, problemas de salud, motivos personales, despedida en términos más o menos amistosos, lo que sea. Pero esa avenida no está excenta de peligros. El más grande, por supuesto, conseguir personas aptas para sustituirlos. Eso podría llevar incluso, aunque probablemente esto sea política-ficción, a poner individuos que no sean sus amigos personales e, incluso, yendo aún más lejos, personas que no sean ni siquiera de su partido. El presidente Lacalle, con el caso Astesiano, ya ha dado muestras de que valora la amistad y la lealtad mucho más allá de lo que es prudente, sería quizá este el momento para que reflexione que si no se cambia el rumbo con mucha claridad, se están comprometiendo los destinos de las próximas elecciones.
Por supuesto, no es fácil, para alguien apartado de la política como quien escribe, señalar quienes podrían ser candidatos aceptables, aceptados y aptos para esos cargos. Quizá el gobierno podría producir enroques, con movidas no clásicas como incorporar al Sr. Salinas y al Sr. Bordaberry en otras posiciones. No lo sé, obviamente.
Lo que sí me parece cada vez más evidente es que estamos en la situación del título, una fuerza irresistible versus un obstáculo infranqueable.
Y que tanto la fuerza como el obstáculo se llaman Luis.