A 50 años del Golpe de Estado de 1973, un homenaje y el recuerdo de un “Febrero amargo”

Escribe Jorge Martínez Jorge

Como se expresa en el título, esta columna pretende ser un homenaje y un rescate del cuasi olvido al que la historiografía oficial ha condenado al entonces Senador Amílcar Vasconcellos, autor del libro “Febrero amargo” allí aludido, y un recordatorio de los hechos y las fechas del verdadero Golpe de Estado, producido en ese mes, y no luego, en Julio, cuando se terminó de consolidar.

El Uruguay de los 70

 

En el despertar de ese año 1973, se estaban por cumplir los diez años del asalto al arsenal del Tiro Suizo de Nueva Helvecia por parte del MLN-Tupamaros, en lo que podría aceptarse como símbolo del inicio de la cruenta guerrilla a la que se vio sometido el país durante la siguiente década.

Durante ese lapso, los Tupamaros habían cometido más de 120 atracos, copamientos, rapiñas, secuestros y extorsiones, que les había reportado un botín superior a los 65 millones de dólares a valores actuales. Junto a ello, la puesta en jaque permanente de las “instituciones burguesas” que pretendían derribar con un largo collar de asesinatos -eufemismo, ajusticiamientos-, secuestros y extorsiones, cárcel y tortura -eufemismos, expropiaciones y justicia popular- que llegarían al extremo con el “copamiento” de la ciudad de Pando.

Un mundo (siempre) en guerra

 

Cierto es que el Uruguay no era, no podía ser, una isla y que vivíamos en un mundo en guerra, la Tercera Guerra Mundial denominada eufemísticamente “Guerra Fría”, que tenía todo de guerra y muy poco de fría. La neutralidad, por aquellos tiempos, era un artículo de lujo que solía pagarse demasiado caro. La cuestión, entonces, era entre imperialismo o imperialismo.

Tras la caída de la dictadura de Batista en Cuba en 1959, y el definitivo alineamiento del régimen castrista con la URSS de Jruschov, tanto yankees como soviético-cubanos se dedicaron a exportar sus propios modelos de autoritarismo. América Latina toda se convirtió en un gran campo de batalla de una guerra soterrada que no escatimaba recursos.

Democracia por décadas

En ese contexto, el pequeño Uruguay que había recuperado sus instituciones hacía apenas dos décadas –tras el golpe terrista y diez años de gobierno de facto- y sufría sus propios problemas, había resistido los embates de un lado y otro con más o menos éxito. El combate a la subversión se había llevado, con relativo éxito durante toda esa década, en el límite mismo de la Constitución, pero en el borde de dentro siempre.

Tanto que, durante 1971 y a pesar de esos años de extrema violencia, se llevó a cabo el proceso electoral previsto con relativa normalidad, participando de él todas las fuerzas políticas, incluso el Frente Amplio recién fundado como coalición de toda la izquierda uruguaya, incluyendo -bajo el nombre “26 de Marzo”- al propio MLN que jugaba los dos partidos.

El susto despertó al mamado, el recurso al Estado de Guerra interna

 

Para terminar de redondear un somero contexto, téngase en cuenta que en 1971, con el Estado contra las cuerdas por la ofensiva guerrillera -que se les reía en la cara organizando fugas colectivas- a través del Parlamento nacional, declaró el Estado de Guerra Interno y encomendó a las FFAA y la Policía (llamadas desde entonces “Fuerzas Conjuntas”) el combate a la sedición.

Cuando se abren las puertas de los cuarteles, nunca se sabe cuándo ni para qué lado habrán de cerrarse. Y derrotada ya en 1972 la guerrilla, los Generales no quisieron volver a los cuarteles.

De eso se hablará a partir de febrero de 1973, a través del Senador Vasconcellos y “Febrero Amargo”.

Un febrero para no olvidar

 

En sesión de la Asamblea General del 29 y 30 de noviembre del año anterior, con la presencia en Sala del entonces Ministro de Defensa Dr. Armando Malet, el Senador Vasconcellos había denunciado la ofensiva militar sobre las instituciones democráticas, dando a conocer un documento que proponía una suerte de “plan de gobierno”. Viniendo desde dentro del Ejército, ello sólo podía significar una cosa: se estaba preparando un Golpe de Estado.

La denuncia fue desestimada, argumentándose que el tal documento era solamente un “elemento de trabajo de un instituto de enseñanza militar” y no tenía otro valor ni había sido convalidado por los mandos.

Lo cierto es que, a pesar del receso veraniego, la situación no paraba de empeorar y los rumores, reuniones más o menos públicas o más o menos secretas, no cesaban de producirse. Los Mandos Militares avanzaban sobre el sistema político, realizando declaraciones y efectuando críticas hasta para con el propio presidente, sin conocimiento o desconociendo al ministro, lo que ya de por sí configuraba un estado de insubordinación pretextado por supuestos casos de “corrupción generalizada” (medio siglo después sabemos quiénes eran “las fuentes” que denunciaban -en los Casinos de Oficiales, whisky mediante- tales supuestos hechos de “la rosca”)

Con ese clima es que, en un Uruguay que seguía siendo “de radio”, Carve -emisora tradicional y con llegada al país todo- le cede un espacio al Senador en su prestigiosísimo Programa “Tomándole el pulso a la República” que se emitía diariamente de 23 a 23:30, para emitir un mensaje.

Grabado previamente, en la tarde de ese jueves, el texto que llevaba por título “Carta al pueblo uruguayo en la hora de la verdad” con una duración de unos veinte minutos, fue emitido ese día. El “Plan de toma de las Instituciones” denunciado, que comenzaba en ese momento, no terminaba allí, sino que luego seguiría avanzando hasta hacerse con el poder en su totalidad. Y el derrotero, lo preveía con inusitada lucidez, llevaría a una disyuntiva terrible para el país: o dictadura o guerra civil. Volvíamos al militarismo del último cuarto del Siglo XIX.

Cerraba su mensaje, con una muestra de coraje cívico poco frecuente en ese tiempo y circunstancias con este tan tremendo como profético párrafo “que nadie se haga ilusiones; Latorre llegó y nadie ha olvidado cómo se tuvo que ir; los “latorritos” que tratan de llegar -aunque puedan lograrlo mediante la ayuda de cobardes y traidores- no olviden la lección histórica”.

Cuando los Mandos vienen marchando

 

Un terremoto habría provocado menos impacto. Reproducido por la prensa matutina del día siguiente, tuvo el efecto de una granada detonada en los cimientos mismos del poder. Las puertas del infierno se habían abierto. Nadie era consciente de cuánto de Historia se estaba viviendo en ese preciso momento. Ahora lo sabemos.

La misma tarde del viernes 2, el Presidente Bordaberry le hace llegar una Carta de respuesta en la que “reitera, que no será con mi consentimiento, que el país se apartará de su tradición democrática” y su “inequívoca voluntad de entregar el poder a quien resulte electo al final de su mandato”. La incidencia parecía terminada. Pero no, apenas comenzaba.

Quedaba en pie la anunciada interpelación al ministro Malet.

El martes 6, tras 4 horas de reunión de los Mandos Militares con el presidente y el ministro Malet, se conoce la renuncia del cuestionado ministro y el nombramiento del Gral. Francese como nuevo Ministro de Defensa. Las reuniones entre los Mandos (Ejército y Fuerza Aérea, nunca la Marina que no participa) se continúan y los rumores de acuartelamientos prosiguen.

A los 2 de la madrugada del miércoles 7 los Mandos libran un Comunicado donde hacen saber “que oportunamente darán a conocer las opiniones que les merecen las manifestaciones del Senador Vasconcellos” de una semana atrás.

A las 10 de la mañana de ese día, asume el Gral. Francese a quien le da posesión del cargo el ministro del Interior Dr. Ravenna. El Gral. Francese, al volver al Ministerio desde su retiro, pronuncia un breve discurso, en tono conciliador, dirigido a quienes habían sido sus compañeros de armas, sin dejar de recordar la debida obediencia de las fuerzas al mando constitucional.

Un golpe a golpe de Comunicados

 

A las 13 se difunde el Comunicado de los Mandos, que no firma el comandante de la Marina, donde “in-extenso” se explayan en consideraciones políticas, especialmente las referencias al Decreto 566/971 que les encomendara “restablecer el orden interno y brindar seguridad al desarrollo nacional”, párrafo que en adelante constituirá su latiguillo preferido. Luego de una cerrada defensa del ya ex ministro Malet, en su intento de desmentir el documento que luego constituirá la columna vertebral de su pronunciamiento, y de la acusación al Senador Vasconcellos de ser parte “de una oscura conjura” de sectores partidarios, cierran con una enigmática frase final “y sepan, que a las Instituciones con dignidad, no se les acorrala”, frase que perderá todo enigma apenas tres días después.

El jueves 8 los hechos se siguen precipitando. Trasciende el pedido de pase a retiro -presentada ante el ministro Francese- del comandante del Ejército Gral. César Martínez, quien es reemplazado por el Gral. Verocay, segundo al mando. Pasado el mediodía, el Gral. Francese comunica al presidente que el Ejército y la Fuerza Aérea se han acuartelado en todo el país. Bordaberry ordena lo propio al comandante de la Marina, C/A Juan José Zorrilla.

A la tardecita, el Ejército corta el tránsito frente a la Sede de la Región Militar 1 y toman Canal 5, disponiendo por sí y ante sí la emisión de un Comunicado en Cadena de Radio y Televisión. En el mismo los Mandos dicen que han decidido desconocer las órdenes del ministro Francese y sugieren al presidente su relevo. Según los Mandos, aceptar las órdenes del viejo General, las retrotraería a viejas épocas donde las FFAA se constituían en brazo armado de intereses económicos y políticos.

 

En febrero, juegan al Antón Pirulero

 

Se ha consumado la rebelión. Francese, en un gesto de dignidad, presenta su renuncia. El presidente, de igual manera, no se la acepta. La crisis está planteada.

A las 22 horas de esa noche, el presidente Bordaberry, acompañado del Gral. Francese, se dirige al pueblo a través de la Cadena de Radio y Televisión, haciendo un llamado a la defensa de la Instituciones.

Poco después, el Ejército va ocupando progresivamente los medios y cortando el mensaje presidencial.

A la madrugada, el único gesto de defensa institucional lo da la Armada Nacional, cuando su comandante Zorrilla ordena el cerco de la Ciudad Vieja y poco después libra un comunicado declarando su lealtad a las instituciones.

En la tarde del viernes 9, tres de los ministros renunciantes, son cometidos por el presidente para entrevistarse con los Mandos del Ejército, Fuerza Aérea a los que se ha sumado ahora, el mando de la Policía Nacional. Sobre dicha reunión y sus resultados nada trasciende.

A las 22 horas, por orden expresa del presidente, la Armada levanta el cerco de la Ciudad Vieja.

Por un rato, las marchas militares se acallan.

Sin embargo, a las 23 horas, los Mandos dan a conocer lo que luego sería su tristemente famoso Comunicado 4/73 titulado “Plan político”, luego de haber conseguido que la Armada depusiera su actitud y que el presidente abdicara de su posición, aceptando la renuncia de Francese.

Al día siguiente, sábado 10, los Mandos constituidos en factor principal de poder, creen necesario un Comunicado, el número 7, ampliatorio del anterior, en el que van un poco más allá e introducen el concepto de “recuperar la mística de la Orientalidad” que, los que vivimos y sufrimos esa larga y aciaga época, la veríamos hasta en las sopas de letras.

Con la Prensa controlada y amordazada, creen del caso agregar otro Comunicado, el 8/73 en que expresan que ante versiones periodísticas que sugieren divisiones entre las fuerzas, rechazan tal injuria terminantemente. Se instala la versión única.

El domingo 11, respondiendo a la fiebre comunicativa, emiten uno nuevo que vuelve atrás en la numeración, es el 5/73, con el solo propósito de hacer saber a la población que luego de dos días de “operaciones”, todo ha vuelto a la normalidad.

Desconocieron un ministro, cortaron una Cadena presidencial, emiten un Plan Político por sí y ante sí, controlan los medios, y para tranquilidad de todos, todo estaba NORMAL. ¡Vaya con los Mandos¡.

¿Y el sistema político?

Lo cuento en la próxima nota.

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