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Contraviento

El pasado como bandera política de división

20 febrero, 2023

Escribe Graziano Pascale

La historia del Uruguay es la historia de sus luchas políticas, especialmente las que derivaron en hechos de sangre. Pero también es la historia de cómo se lograron cicatrizar las heridas del pasado, para construir la democracia, asegurar el Estado de Derecho y preservar las libertades políticas y civiles.

Dicho lo anterior, la historia es también muy útil para afirmar identidades políticas y usar en el propio beneficio las gestas épicas del pasado. En ese sentido, la «lucha contra la dictadura militar» es una construcción colectiva que ha superado fronteras partidarias, y ha permitido construir un «relato» en el que la mayoría de la sociedad se siente representada.  En ese proceso, la figura de Manuel Flores Mora (1923 – 1985) ha sido un punto de referencia para varias generaciones, y su legado es hoy un patrimonio nacional. Así lo han entendido blancos, colorados y frenteamplistas. Con una excepción: la Intendente de Montevideo, Ing. Carolina Cosse.

Electo por primera vez diputado por la lista 15 del Partido Colorado en 1954, «Maneco» se convirtió muy pronto en un protagonista de primera línea en la política uruguaya. Fue varias veces diputado, senador, y llegó a ocupar el cargo de Ministro de Ganadería y Agricultura en el primer año del gobierno colorado electo en los comicios de 1966, y brevemente luego Ministro de Trabajo. Cinco años más tarde, fue candidato a la Presidencia de la República.

En el plano cultural, en el que desarrolló también un papel destacado, fue un activo integrante de la llamada «generación del 45», junto a Ida Vitale, Amanda Berenguer, Carlos Maggi, Idea Vilariño, Angel Rama, Emir Rdríguez Monegal, José Pedro Díaz y María Inés Silva Vila, con quien después contrajo matrimonio.

Tras el golpe de Estado de 1973, Flores Mora asumió en filas coloradas una posición de radical enfrentamiento al régimen mlitar. Lo hizo desde el Consejo Editorial del diario «El Día», y luego desde el semanario «Jaque», que dirigía su hijo Manuel Flores Silva.

Aquejado por la enfermedad que finalmente le provocaría la muerte, «Maneco» pronunció un fervoroso discurso en favor de la amnistía para todos los presos por crímenes de inspiración política. Lo hizo en el curso de la Convención del Partido Colorado, el 9 de abril de 1983. Allí, entre otros conceptos, dijo: «Nosotros, que no tenemos las ideas de nadie, queremos la amnistía para todos. Para con todos discutir y volver a ganar en la lucha libre de las ideas, los mejores rumbos para el país. Aquí, como en España, en Argentina, en Brasil, la amnistía es una palabra que se echa a andar y que camina sola. (…) Esta pobre voz mía, hoy quebrada, pero que para mi orgullo se ha levantado en toda la República para defender al Partido Colorado, no podía irse a la tumba sin recogerla de la boca de los muchachos y pronunciarla a gritos».

En reconocimiento a estos aportes  a la democracia y a la cultura del Uruguay, la Junta Departamental de Montevideo aprobó por unanimidad el pasado 7 de abril una Resolución por la cual expresaba a la Intendencia su voluntad de designar con el nombre de Manuel Flores Mora el tramo de la calle San José entre Santiago de Chile y Andrés Martínez Trueba.

En las últimas horas, tal como informó CONTRAVIENTO, el ex senador Manuel Flores Silva denunció que la Intendente de Montevideo, Carolina Cosse, se ha negado a dar cumplimiento a esa aspiración del legislativo departamental, y no ha dado respuesta a un pedido de entrevista que el propio Flores Silva le hizo llegar para conocer las razones de su actitud.

Usar el pasado para ahondar la división en el país, como forma de «acumulación política», es un camino peligroso. Aunque aún está a tiempo de enmendar el error, este episodio muestra una faceta muy inquietante en quien, como todos los indicios hacen suponer, aspira a conducir los destinos del Uruguay. Levantar la bandera de la división para cimentar ese camino debería encender una luz de alerta en todo el país. Incluso en sus propias filas.