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Contraviento

El uso del pasado como arma política

1 mayo, 2023

Por Graziano Pascale

El pasado como arma política para usar en el presente es una constante en la historia. Ese uso, a su vez, tiene dos objetivos posibles: generar grandes consensos sociales, sobre los que luego se vertebran las sociedades y las naciones, o trasladar al futuro los conflictos del pasado. Este último caso tiene efectos devastadores en las sociedades y en los países donde resulta predominante, porque torna imposible un futuro de armonía y paz social.

Esto resulta particularmente notorio en los países que han sufrido grandes traumas por guerras internas,  o por profundos conflictos políticos. Pensemos en dos casos que nos resultan conocidos, y que muestran la aplicación de ambos enfoques sobre el uso del pasado con fines políticos.

Los casos de España y Alemania

La Guerra Civil Española (1936-1939), prolegómeno de la Segunda Guerra Mundial, dejó una herida profunda en España, cuyos ecos se amortiguaron durante las cuatro décadas de dictadura franquista. Pero, tras el retorno al sistema democrático, el espectro de la Guerra Civil emergió sobre la sociedad, como si Franco todavía viviera, en un intento burdo de reproducir en el plano político un enfrentamiento ajeno a la España de hoy.

He ahí un ejemplo del uso de la historia para mantener viva la división del pasado, que hace imposible la convivencia en un clima constante de «guerracivilismo».

En el extremo opuesto podemos situar a Alemania. Sus profundas divisiones del pasado, que despedazaron a la sociedad y trasladaron al resto de Europa su propia guerra civil, sirvieron para unir al país, en un lento y doloroso proceso que culminó con la reunificación alemana, tras el colapso de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín.

El caso uruguayo 

Las élites políticas del Uruguay han oscilado entre los «modelos» de España y Alemania. Tras el fin de la dictadura militar, el país vivió un período de consenso y de calma, necesario para reanudar la vida democrática y el ejercicio pleno de las libertades políticas y ciudadanas. Pero a medida que fue pasando el tiempo, los fantasmas del pasado volvieron a emerger.

Hoy vivimos, en el preámbulo de las luchas electorales del próximo año, un clima enrarecido, que no guarda relación con la calidad de la vida democrática del país, y del alto grado de libertades públicas.

Tratar de instalar hoy en el Uruguay los conflictos y tragedias del pasado reciente constituye un uso abusivo de la historia como arma política en el presente. Las nuevas generaciones, que no vivieron aquellos tristes años, merecen otro enfoque para construir el futuro.

Es hora de dejar descansar a los muertos en paz.