Por Graziano Pascale
El ascenso de Javier Milei al poder en Argentina será estudiado en el futuro como una revolución en el mundo de la política, tal como lo conocimos hasta ahora. Pero sólo podrá entenderse en toda su dimensión cuando se tome nota de la perversión que significaba el modelo perpetuado -con algunas contadas y fallidas interrupciones- durante los últimos 80 años.
Es que la victoria de anoche de Milei -un candidato que giró su campaña en torno de la idea del «antisistema»- sólo puede ser posible cuando es la última opción de una sociedad en decadencia, rozando siempre el estallido final.
Los argentinos prefirieron el «salto al vacío», convencidos de que nada puede ser peor que mantener el gobierno en manos de quienes destruyeron la moneda y, con ella, toda capacidad de trabajo, ahorro y confianza en el futuro.
Los partidos son el pasado
Una de las grandes novedades que trajo la victoria de Milei es la virtual partida de defunción de los partidos políticos, tal como los conocimos hasta ahora en Argentina.
El peronismo se escondió en una alianza que buscaba captar «massistas» de origen radical y ocultó a la familia Kirchner, mientras la Unión Cívica Radical mostró su irrelevancia al llamar al voto en blanco o votar directamente a Massa.
El ganador no contó nunca con un «aparato» propio capaz de asumir los desafíos logísticos que supone una campaña presidencial, y basó su acción proselitista tanto en la televisión como en las redes sociales, el nuevo reducto del debate político.
También se demostró la ineficacia del aparato clientelístico, razón de ser histórica del peronismo hegemónico, vertebrado en torno de los sindicatos, los gobernadores e intendentes y otros repartidores de fondos públicos con fines electorales.
La otra lección que deja este proceso electoral es que, dadas ciertas circunstancias, la influencia de la «mística» partidaria, los viejos caudillos y tradiciones son ineficaces ante la fortaleza de una «idea fuerza» que hace carne en un candidato.
Milei interpretó ese sentimiento popular de hartazgo ante el elenco político tradicional -lo que él llamó «la casta»- y creó un vasto movimiento popular en torno de la idea de la libertad como sentimiento y también como herramienta para construir prosperidad.
Si algo le faltaba a Milei para encarnar la figura del «candidato de la esperanza» era su formación como economista. En un medio de un desastre, fruto de políticas contrarias al crecimiento y la prosperidad, era necesario que surgiera un líder que pudiera mostrarse idóneo para manejar la situación de desastre.
Ahora comienza el desafío real: transformar en realidad las promesas, y liderar el peoceso de cambio, que estará rodeado de serias amenazas, propias de un régimen en retirada que no se resignará a perder beneficios históricos.
Para ello necesitará construir una mayoría propia en el Congreso, basado en los diputados que logró elegir en los ultimoa comicios, aquellos que responden a Macri y Bullrich, y los diputados alineados con los gobernadores que seguramente buscarán acuerdos para que no se corten los flujos financieros del Tesoro Central, que son vitales para administrar sus provincias.
El Mercosur vivirá momentos de tensión, derivados de las serias desinteligencias entre el presidente electo argentino y el presidente Lula.
Uruguay podrá esperar del nuevo gobierno argentino una política de mayor cooperación, que debe reflejarse en materia de acuerdos que permitan el desarrollo del puerto de Montevideo y de los puertos sobre el río Uruguay, vitales para movilizar las cargas de cereales, madera y celulosa.
En el campo internacional, Milei habrá de liderar un bloque regional que hará contrapeso a la influencia de regímenes extracontinentales en países como Venezuela, Bolivia y Colombia. Es esperable que en la construcción de esa nueva política exterior Milei estreche vínculos con Estados Unidos, que seguramente hará pesar en el momento de buscar apoyo financiero para llevar adelante sus reformas.
Una nueva era política ha empezado en Argentina. Y, por su peso en el continente, también esa nueva era de hará sentir fuera de sus fronteras.