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Contraviento

Sobrevivir al dolor más grande

20 diciembre, 2023

Por Graziano Pascale 

No hay dolor más grande ni tragedia mayor que perder un hijo. El mundo deja de tener sentido. Todo se derrumba, y el consuelo nunca alivia.

Ese dolor es personal e intransferible, pero la reacción social puede ayudar a transitar ese duelo, que también se socializa cuando la tragedia pasa a ser un tema de la propia sociedad.

Así sucedió en estos días, luego de la trágica muerte de un niño en un campamento, a raíz de la caída de un árbol el fin de semana en el temporal que azotó con fuerza a Colonia.

La noticia impactó al país entero. Sólo quien perdió un hijo puede calibrar el colapso emocional y psíquico que ese hecho desencadena. No son horas para pensar sino para sentir.

El acompañamiento en el dolor es lo primero. Y casi diría, lo único.

¿Hay responsabilidad personal o institucional ante una tragedia, en la que la acción humana no tuvo un rol decisivo? Es un debate que tiene incluso ribetes filosóficos, y roza otros terrenos que conducen a creencias personales profundas en materia espiritual.

A condición de que, en primer lugar, se respete y acompañe a quien sufre, son válidas distintas posiciones en ese debate.

En el caso que nos ocupa, los medios de comunicación, en particular las redes sociales que amplifican la voz de la sociedad, se nutrieron de varios argumentos al respecto. El propósito de estas líneas no es el análisis de cada uno de ellos, sino el de subrayar una premisa que debería guiar ese debate: el soloe ajeno no forma parte del comercio de los hombres. Es personal e intransferible,   y quien procura por alguna vía obtener un lucro personal o sectorial de ese dolor -en dinero o en otro bien valioso para sus propios intereses- no tiene lugar en ese debate.