Por Silvio Moreira
Hace un tiempo leí un libro que me resultó muy interesante. Se llama “Astrophysics for People in a Hurry” (astrofísica para gente apurada), del excelente astrofísico y divulgador –heredero de Carl Sagan- Neil deGrasse Tyson. Es un libro reciente, que pretende contarnos medio rápido todo lo que la astrofísica ya sabe y con lo que se está manejando actualmente para pensar y entender el Universo.
El asunto se acerca poderosamente a la filosofía, a la ontología. Resulta que hace 13.800 millones de años, toda, absolutamente toda la materia del universo estuvo contenida en un punto billones de veces más pequeño que el punto encima de una letra “i” en este texto. Y en un momento “cero”, algo pasó que eso comenzó a expandirse en lo que ya todos conocemos como el “big bang”.
Pero resulta que la astrofísica ya ha estudiado qué fue sucediendo en cada milmillonésima de segundo después de ese estallido, y es muy interesante enterarse que se fueron dando eventos únicos, increíbles, con luchas entre partículas y anti-partículas en una acción termodinámica a temperaturas inimaginables. Sin embargo, si en esos momentos la igualdad de fuerzas hubiera sido total entre materia y anti-materia, entre cada partícula y su anti-partícula, el resultado habría sido “cero”. Lo loco de todo esto es que siempre, en cada una de esas etapas, la “materia” se igualó con la “antimateria” pero “sobró uno”. Siempre sobró una partícula por encima de las antipartículas. Y de esa diferencia infinitesimal en lo pequeño, se formó la materia que conocemos en todo el Universo. Y en esa materia que ganó cada “mini-partido de fútbol 1 a 0”, estaban absolutamente todos los átomos de los que estamos hechos usted, yo, Shakespeare, Messi, Hitler, Mozart.
Mire para dónde voy: en la nochebuena, cuando al brindar solo o en compañía –independientemente de su fuero religioso interior- trague saliva porque siente que alguien le falta; alguien cercano e imposible o alguien lejano y también imposible por el tiempo o el espacio, le cuento: yo voy a pensar y de alguna forma tranquilizarme con la certeza de que hubo un momento en que todos sus átomos y los míos estuvieron estrechamente juntos. Y así como en esos primeros milisegundos el Universo jugó infinitos partidos donde la materia ganó siempre uno a cero –y gracias a eso existimos- ¿qué le hace pensar que el partido todavía no se sigue jugando? Esto no tiene nada que ver con la religión. La astrofísica lo ha demostrado: existimos porque el Universo es una infinita sucesión de partidos que siempre dan revancha.
Entonces, levantemos la copa, bebamos un buen sorbo y -como decía Lazaroff-: “al túnel, muchachos…”.