Una tierra donde nadie vio nunca nada
Cuando me siento a mi escritorio a escribir esta nota, tengo a mi frente un amplio ventanal que da a una transitada avenida de entrada y salida desde y hacia el centro de la ciudad. A poco más de un kilómetro, desde 2021 se estuvo construyendo un Shopping y una Torre de Apartamentos, para lo cual se precisó hacer una excavación tan grande y profunda que, una grúa grande trabajando en el pozo, no llegara a verse desde la superficie.
La extracción de tierra fue de tal volumen que, durante un año o quizás año y medio, estuve viendo pasar frente a mi ventana camiones cargados de tierra con una frecuencia de 30 por hora -como mínimo- unas 8 o 10 horas 5 días a la semana. Si cada uno, solo cargara 5 toneladas, el volumen de tierra debió estar por encima de un cuarto de millón de toneladas. Mucha tierra, ¿no?
En Gaza no se estuvo construyendo un Shopping, aunque los tienen y muy buenos. No obstante, se estuvo cavando, igual que acá, pero bastante más y por mucho más tiempo.
Se calcula que Hamás comienza a construir su red de túneles aproximadamente en 2005, a partir del retiro total de Israel del territorio de la Franja de Gaza y el control de facto de esta por la organización terrorista armada. Con seguridad, el plan comenzó a desarrollarse a plenitud a partir de 2007, cuando a sangre y fuego Hamás expulsa a la Autoridad Palestina, y asume el control total del territorio.
Por entonces, se le vendió a la opinión pública internacional que se construían túneles para permitir la entrada de ayuda humanitaria, alimentos, medicinas y combustibles, que el supuesto “cerco” israelí no permitía pasar. Taqiyya pura. (Takiyya es la mentira que el Corán autoriza a los musulmanes si ello sirve a Allah)
Luego del 7-O y la entrada de las FDI en la Franja, a pesar de los informes de inteligencia que obraban en su poder, recién entonces y allí, pudieron verificar la magnitud de lo que se había desarrollado durante no menos de una década y media con una red de túneles de por lo menos 500 kilómetros de extensión, y amplitud -tanta como para que circulen vehículos dentro de ellos- y sofisticación no imaginados.
Si se promedian las cifras estimadas, teniendo en cuenta ancho, altura y profundidad, de unos 2m x 2,5m x 35 m daría unos 170m3 por metro de túnel, multiplicados por los 500.000 metros de longitud estimados, daría la friolera de 85 millones de metros cúbicos.
Hubo que sacar mucha tierra allí, ¿verdad? Durante todo ese tiempo, en un territorio pequeño y con altísima densidad poblacional. Hubo que excavar mucho, y las más de las veces bajo hospitales, escuelas, mezquitas, centros comerciales, y todo con tal grado de secretismo como para que, en Gaza, ningún “civil” se enterara de nada.
¿Había civiles en Stalingrado en 1942?
Desde agosto de 1942 hasta febrero de 1943 se desarrolló en Volgogrado -entonces Stalingrado, porque era parte de la Unión de República Socialistas Stalinistas– una de las peores batallas de la Segunda Guerra mundial, que a la postre marcaría el rumbo definitivo de la guerra.
Las estimaciones promedio de la interminable carnicería en la inmensa ratonera en que se convirtió la ciudad, hablan de 2 millones de muertos, de los cuales podrían ser “civiles” unas 300.000 personas. Recuérdese que el todopoderoso Stalin hizo de esa la batalla final, en la que los alemanes para ganar debían matar a la Rusia entera, porque allí nadie estaba autorizado a salir, desertar, rendirse. Matar o morir, resistir en todo caso.
¿Había civiles? O mejor aún, ¿se podía ser civil en esas circunstancias?
La respuesta es no. Y también es sí.
No, porque la decisión de las tropas nazis era arrasar con la ciudad, y ello implicaba todo lo que se moviera, si soldado con más razón, pero si no, también, un potencial resistente que luego podría ser saboteador.
No, porque la decisión stalinista de establecer un férreo cerco a la retaguardia y castigar con la muerte sumaria cualquier intento de escape o rendición, tanto para soldados como para civiles, convirtió a cada habitante de su ciudad, en un soldado, por activa o por pasiva.
Y la respuesta es también sí, porque aún en esas circunstancias hubo gente que le ganó la batalla al más cruento enemigo, el hambre, y no murió, pero tampoco mató, no colaboró, pero tampoco delató, y a pesar de que 163 días pueden ser la eternidad toda, creyeron en un mañana en que volverían a ser personas, meros civiles.
Como sea que fuere, civiles o no-militares, se calcula que allí murieron unos 300.000 seres humanos, y por entonces, la palabra proporcionalidad no se conocía.
¿Había civiles en Berlín en 1945?
Entre abril y mayo de ese año, los Aliados pusieron el cerco final sobre la capital alemana, y mientras las fuerzas aéreas británica y estadounidense demolían la ciudad, las tropas del Ejército Rojo de Stalin avanzaban sobre ella, matando y violando todo lo que encontraban a su paso. No se conoce caso alguno de bombas británicas o yankis, o de soldados rojos, que antes de proceder, hubieran preguntado al alemán o alemana -sobre todo éstas- si civil o militar.
Pero ¿había civiles en Berlín por entonces? ¿En Alemania, había civiles no nazis?
Otra vez, sí y no.
Sí, porque entre 1942 y 1943 en Múnich, se registró un hecho que podríamos calificar de pintoresco, si no es que tuviera final trágico por la sumaria ejecución de sus protagonistas y porque esa semilla de heroísmo fundamenta una respuesta afirmativa: se trató del llamado Movimiento Rosa Blanca, fundado por los hermanos Hans y Sophie Scholl, estudiantes y seguidores del Obispo de Münster.
Limitados a la confección y distribución clandestina de panfletos, con frases tan explosivas como convocar a la insurgencia contra un gobierno del que todo alemán decente debería avergonzarse, un régimen que comete crímenes que sobrepasan cualquier medida de lo humano se sabían condenados a la más dura represión, en caso de ser descubiertos, cosa más que probable en un país bajo un régimen de terror, infectado de nazis y de aterrorizados alemanes que podían convertirse en delatores o soplones, si con ello entendían que podían salvar su propia piel.
Pero la respuesta es también no, y antes que nada es no porque el régimen nazi, sobre todo a partir del control de todo el poder, ya puestos en situación de guerra, anularon toda vida fuera del régimen. Un alemán no nazi, bajo Hitler, era un traidor de lesa patria, un no-alemán, y por tanto merecedor de un disparo entre ceja y ceja. Que no se ahorraron nunca.
Pero también es no porque el proceso que llevó a Hitler y su minoritario Partido Nacional Socialista al poder, que fue largo y tortuoso, pero con una combinación de violencia y terror, propaganda y chantajes, adoctrinamiento y fanatización creciente de las masas terminó convirtiéndose en una única religión, cuya biblia era el Mein Kampf que todo alemán debía tener en su casa junto al retrato del Führer, y al propio Führer como Sumo Pontífice, iluminado por la gracia divina que devolvería a la gran nación alemana el sitial de privilegio que le correspondía, expurgada de taras raciales como los judíos.
El párrafo refiere a la Alemania nazi, pero bien podría hacerlo a la Palestina de Hamás. Le desafío a encontrar las siete -o siquiera una- diferencias.
Y otra vez: como sea que haya sido, civiles o no-militares, allí murieron unas 130.000 personas, y también, por entonces, a Stalin tampoco se le exigió proporcionalidad alguna.
¿Hay civiles en Israel?
Sí. No hay dos respuestas. Sí, a pesar de que todo israelí cumple un servicio militar obligatorio, con grandes excepciones, y luego conservan la calidad de reservistas, y de hecho muchos se alistan como voluntarios, la realidad es que una gran parte de la población se mantiene como civil y se comporta como tal, lo que no quiere decir que deba ser neutral.
Tanto es sí la respuesta que todos hemos visto por estos días, las multitudinarias marchas de protesta de civiles contra el Gobierno todo, en especial contra el detestado Netanyahu -hay que remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar un premier que provoque tanto odio y encono- y pidiendo el cese de la guerra, aún cuando ello implique una práctica rendición israelí que dejaría intacta e inmune a Hamás, impune a Sasha Sinwar y los miles de asesinos y violadores del 7-O, recuperando a los rehenes que Hamás quiera entregar vivos, y, dato no menor, con casi 200 soldados muertos.
Tantos civiles y tan civiles son, que me animo a decir es un caso único, que en un país en guerra se admita no sólo la protesta, sino el pedido de caída del gobierno. Desde luego, ello no podría suceder y no sucedió en la Federación Rusa de Putin, invasora de Ucrania aún cuando no cesaran de llegar a Moscú los cargamentos de los muchachos de zinc como llamaba Svetlana Alexiévich a los reclutas caídos en Chechenia.
Tampoco sucedió ni podría suceder en el Irán de Jomeini puesto a sacrificar jóvenes en su guerra de poder contra el Irak de Saddam.
Y, naturalmente, ello no sucede ni sucederá en la Palestina de Hamás, ni en la Franja de Gaza, ni tampoco en la Cisjordania crecientemente dominada por éstos.
Y entonces, ¿se puede ser civil en Gaza?
La progresía internacional, con el Pepe Borrell vestido de pollo como estandarte y paradigma, clama y se rasga las vestiduras por el genocidio y el apartheid que afecta a los civiles en Gaza, fundamentalmente mujeres y niños, muchos niños, millones de ellos, indefensos niños, hambrientos niños, condenados pobres niños a ser parias en su propio suelo.
No conformes con haber puesto en crisis a los fabricantes de camisetas del Che, porque lo que ahora se lleva son las kufiyas ¿viste?, hubo que salir a alquilar un país para llevar al régimen sionista ante la CPI por los crímenes de lesa humanidad (contra la población civil, se entiende). Con menos de 10 millones de dólares, calderilla para Palestina Libre Inc., se compraron una Sudáfrica a precio de remate.
Entonces, si los presuntos delitos lo son en función de que las presuntas víctimas son civiles, sin civiles no hay delito.
Sin civiles, no hay delito.
Partiendo de que, como hemos visto, para que haya población civil se requiere de personas e instituciones que actúen como tales, cabe hacerse algunas preguntas respecto de los 2 millones de gazatíes residentes en la Franja:
¿La población civil nunca se preguntó qué hacía tanta maquinaria, tanta gente, trabajando bajo tierra?
¿La población civil nunca se preguntó de dónde salía tanta tierra y por qué?
¿La población civil nunca vio que, en escuelas, hospitales y mezquitas, entre otros, había bocas de túneles y lanzaderas de cohetes?
¿La población civil nunca vio a los militantes de Hamás lanzando cohetes hacia Israel?
¿La población civil que participó de los festejos por la masacre del 7-O se considera a sí misma civil?
¿La población civil no vio, no sabe, no conoce en su cuadra, su colegio, su familia, a niños siendo adoctrinados y entrenados para matar judíos?
¿La población civil no vio, no sabe, no conoce a los cabecillas de Hamas, responsables del 7-O causantes de la represalia militar israelí de la que son víctimas?
Con una sola respuesta para todas estas preguntas, es que no, no se puede ser civil en Gaza.
La condición de civil
No se puede ser civil, como no se podía no ser nazi en la Alemania de Hitler en la cúspide del poder. Como tampoco se podía no ser comunista bajo el Terror de Stalin.
Y la condición de civil solamente puede ser invocada, en tiempos de guerra, por aquellos que pueden y quieren ser independientes o por lo menos, neutrales del régimen que los lleva al conflicto.
Nada de eso sucede en Gaza. Allí donde Hamás invade hasta el último resquicio de la vida de las gentes, desde el suministro de energía eléctrica y el agua, hasta la comida, la escuela o la vivienda, desde la Madraza y la Mezquita a donde niños y mayores irán a ser adoctrinados y a orar, como la potestad de designar a sus combatientes. Nada, en Gaza, puede funcionar ni existir, fuera de Hamás ni, mucho menos, contra Hamás.
Si alguna duda había, este reciente estudio realizado por Arab World for Research and Development (AWRAD) entre la población de Gaza y Cisjordania, releva de todo comentario: la población palestina no es parte de la solución. Es gran parte del problema. Véalo por usted mismo en https://t.co/s8lySA5mMa
A modo de conclusión
Con la honrosa excepción del Parlamento Europeo, Israel no puede contar con el mundo. Están solos, como lo estuvieron en el Holocausto, y ahora sus enemigos actúan a cara descubierta y hasta con orgullo.
Existe mucha gente en Israel profundamente indignada con su gobierno, especialmente con Netanyahu, y con razón lo están. En especial, las familias de los rehenes. Pero mal harían, y mal hacen, con abrir un frente interno que solamente puede beneficiar a sus múltiples enemigos. Con el agravante que, llegados al punto de tener que acordar en las condiciones que hoy se les plantea, no solamente quedarían impunes los muertos del 7-O, sino, además, ahora, los 200 soldados caídos -en tal caso- por nada.
Esa gente, que es mucha y de la mejor gente de Israel, que como los tantos Amos Oz que allí hubo y hay que dedicaron sus vidas a tender puentes, construir concordias, zurcir viejos rencores, combatir fanáticos de un lado y del otro, hoy se enfrenta con el dolor de ver que el sueño de los dos Estados nunca fue otra cosa que un sueño, nunca compartido sino por unos pocos condenados a ser reducidos a la insignificancia.
Así como algún día se dijo que estábais, israelitas y palestinos, condenados a entenderos, hoy estáis condenados, sin alternativa posible, a combatirles y derrotarles. Al otro lado de la valla, sigue habiendo un ejército de dos millones de fanáticos dispuestos a tirarles al mar.