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Contraviento

La web de corrupción argentina

13 febrero, 2024

Para entender la política y la problemática del vecino país hay que estudiar los expedientes y las denuncias cajoneadas, no la historia

 

Es habitual en los últimos días que las radios y la prensa oriental en general sostengan que la situación en Argentina requiere un alto grado de consenso político y apegarse a la institucionalidad y a los principios republicanos.

No es extraño que ello ocurra. Por un lado, esos comentarios reflejan exactamente lo que afirman los medios argentinos y todos quienes se oponen a las reformas drásticas que plantea el presidente Milei. Los puristas de última hora también han descubierto luego de 80 años su vocación constitucional y republicana, por supuesto.

Por otro lado, Uruguay mide a Argentina con su propia vara, su propia idiosincrasia, su propia historia, su propia experiencia y un sistema judicial que “no se mete” con las decisiones políticas, sin diferenciar demasiado cuando esas políticas sirven para cometer delito. La corrupción, en ese esquema, no está expuesta. En Argentina está expuesta, es evidente, rampante y ofensiva, pero es impune.

Argentina no ha llegado a la postración por las políticas que se aplicaron, ni por las ideologías que nunca tuvieron relevancia, ni siquiera por el kirchnerismo, sólo una banda con mayor redistribución del botín entre sus miembros.

Acaso la última ideología fue la de Irigoyen, que pavimentó con su estupidez el camino que luego siguieron los militares germanófilos y fascistas, que inventaron a Perón para que fuera la continuación democrática de las políticas aplicadas en sus golpes de estado.

Perón, el ejército las empresas del estado y el proteccionismo

A partir de Perón se potencia la participación del ejército en las actividades industriales, desde el petróleo a la aviación, llegando a las sociedades del estado, a “vivir con lo nuestro”, el despropósito en el que lo sumergió el asesoramiento de la CEPAL, cáncer de la economía latinoamericana.

Florecieron allí las prebendas, las coimas para los permisos de importación y cualquier otra actividad importante, los monopolios oficiales y extraoficiales, los amigos con concesiones y patentes de corso, el poder sindical, el de las empresas amigas, el estatismo, la impunidad que llegó entonces a cobrarse alguna muerte disfrazada de suicidio. (ADN peronista que aún perdura)

Con el paso del tiempo esa metodología pasó a ser aceptada como el mecanismo normal y hasta óptimo de hacer política. Fue adoptado por otros partidos y por otros políticos. Ocultamente al principio, rampantemente después, con la excusa de que se “robaba para la política” o de que se “robaba para la corona” – como reconociera el lamentable José Luis Manzano en la época menemista, una gigantesca web de corrupción se fue extendiendo sobre el tablero argentino.

La telaraña de corrupción

El término web se usa aquí no como sinónimo de Internet, sino con su sentido original de tela de araña. Una tela de araña oscura de corrupción se fue extendiendo en el cielo del vecino, de favores, de negocios, de amenazas, de carpetazos, de deudas políticas, de coimas, prebendas, trampas, licitaciones y juicios amañados sistemáticamente, y no solamente en las altas esferas, sino que fue bajando a los niveles inferiores de responsabilidad y de catadura moral.

Esa corrupción es hoy multipartidaria. Seguramente hay gente decente aún en la política, pero desaparecen en cuanto nacen o en cuanto se nota que son decentes. Como la otra web, esta telaraña tiene su Inteligencia Artificial, la capacidad de reciclarse sola. Al punto que ya ni tiene una araña en su centro. La web de corrupción, como una colmena, ha cobrado vida propia. Es un ente en sí. Un monstruo que cual Golem, es capaz de destruir a quienquiera se le oponga. Un monstruo de mil cabezas sin ideología, religión, partido ni conducta, que ha negado y bastardeado sistemáticamente los principios constitucionales y republicanos que ahora simula defender cual Montesquieu o Tocqueville.

Cómo hacer esfumar a un mafioso

Esa red incluye largamente al sistema judicial. Sobran ejemplos de jueces millonarios y prevaricadores, flexibles a los “operadores” que pululan en el sistema. Se vocifera la necesidad de seguridad jurídica, pero los mismos que intentan hacer negocios financieros con Argentina prefieren ignorar que la seguridad jurídica que pretenden es la que les conviene a ellos. No hay seguridad jurídica sin una justicia limpia.

Un solo ejemplo que debería ser una vergüenza nacional. Cuando se “suicida” Alfredo Yabran, testaferro confeso de cuanto corrupto multipartidario y multisectorial se enriqueció en el país, lo hace convenientemente con una escopeta (cuyo caño era más largo que su brazo), que lo torna irreconocible. Sin practicarle ningún estudio de ADN ni otros mecanismos de reconocimiento, es cremado a las pocas horas de muerto por orden de una jueza supuestamente impoluta, en contra de toda la legislación y la práctica nacional, con la anuencia masiva del periodismo, cegado sin duda por algunos hilos de la telaraña.

Así se salva de la justicia el mafioso más conspicuo de la Argentina. No extrañará entonces que en el caso del asesinato del Fiscal Nisman la fiscal y el jefe de policía contaminaran y destruyeran deliberadamente las pruebas en el lugar del hecho.

Hay miles de casos igualmente alevosos hoy. O peores.  Desde concesiones prorrogadas por 40 años antes de su vencimiento y sin licitación, hasta conciertos carísimos inventados para justificar facturaciones enormes y sus retornos. Ejemplos que involucran a todos los sectores políticos y a todos los sectores da la vida nacional, incluyendo la justicia que son silenciados sistemáticamente.

«La solución es que paremos de robar»

Es posible hacer un listado de impunidades que descalificarían a empresarios, sindicalistas, políticos, líderes sociales, periodistas, jueces, pontificadores y legisladores y hasta religiosos.

Tal vez quién mejor describió y confesó el estado de cosas, y eso que no se había llegado al nivel actual de descaro y exhibición, fue Luis Barrionuevo, otro lamentable sindicalista multipartidario y tramposo que en un sincericidio durante una de las crisis recurrentes, sostuvo: “la solución es que paremos de robar dos años”. Y esto fue hace varios lustros.

Dondequiera se levante una piedra, se encontrará una maniobra de corrupción alevosa, millonaria  y con complicidad múltiple. Lo que pasa hoy en YPF, por caso, es mucho peor que lo que sembró Perón en su época. La prédica dio sus frutos con creces.

Las fallas y los fallos de Milei

No se trata aquí de negar las debilidades e incapacidades de Javier Milei. Desde tener una personalidad que a ratos recuerda a la de Greta Thunberg, a haber entronizado a su hermana como su gran visir con poder de veto y bendición sobre los funcionarios que lo rodean. Desde un empecinamiento inmaduro, a haber designado un gabinete y un grupo de apoyo integrado por una combinación de tránsfugas, obsecuentes, quintacolumnistas, recomendados, improvisados e inútiles incapaces de gestionar, una tarea imprescindible.

También se le puede reprochar haber dejado de lado ciertos ajustes que no se pueden omitir y hasta favorecer a algún sector incomprensiblemente. Y también de no procurar vía la justicia la búsqueda de sanciones penales para el despojo escandaloso del kirchnerismo.

Pero hay algo que Milei tiene claro: buscar un consenso con los ladrones, o negociar cargos o cambios de leyes para conseguir una pírrica sanción parlamentaria es ser cómplice de la telaraña, caer atrapado en su malla, dormir con el enemigo. Mimetizarse con él. Y hay algo que todos sabemos desde chiquilines: la mejor forma de desarmar y desmantelar una tela de araña es con un ladrillazo.