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Contraviento

Por un derecho positivo uruguayo mejor que el que tenemos

19 mayo, 2024
Por Marcelo Bauza

Todavía quedamos uruguayos educados, formados e interesados en el cambio de la sociedad. El cambio no utópico. El cambio real, fundado en valores y ciencia, lejos del rebaje cultural del Uruguay de las últimas décadas asociado al predominio de la brecha y cancha ideológicas. Si tuviera que reformular el pensamiento original de Marx, le pondría una variante a su famosa frase, reconduciéndola a “la ideología es el opio de los pueblos”.

Creo, y solo creo, tener cierto conocimiento y experiencia, como para que pueda resultar de interés transmitir y compartir este tipo de sentires y conocimientos. Aquí voy.

Los Orígenes

Mi profesión de abogado y docente de Derecho y Tecnologías de la Información (TI) me llevó poco a poco, –es un proceso que lleva años y no le sucede a todos- a sentirme una especie de disruptor en este mundillo del Derecho uruguayo, especialmente el académico, buscando siempre la mosca en el espejo de Versailles como acostumbraba aludir mi madre a mi personalidad en otros órdenes de la vida, desde chico.

El mundillo jurídico es, digamos, netamente conservador si no queremos ofender ni presumir (una o las dos cosas al unísono). No se necesita ser ni de izquierda ni derecha, para ser conservador, incluso neto. Pero, por otro lado, tampoco estoy de acuerdo con que todos los viejos, especialmente si somos abogados (ni que hablar de nuestros primos hermanos los escribanos) seamos conservadores; en otras palabras, que habiendo dado ya todas -o la mayor parte (nunca se sabe)- de las batallas de la vida, debamos hoy día conformarnos con pensar que tal y cual
sueño ya no vale seguir alimentándolo. En mi caso al menos, no me resigno a regar las plantas del jardín (que no tengo), tanto sea incólume como vencido.
Comienzo con algunas premisas de lo que intentaré transmitir.

El Derecho
El Derecho es el principio y el fin de todo lo que vale la pena conservar y mejorar en la Humanidad. De todas las épocas, de todos los países y regiones. Aún en tiempos actuales de “derecho líquido” y “transhumanismo maquinista”. Esto es así porque el Derecho de todos los tiempos, incluso el actual, está
presente por arriba, por el medio y por debajo de los procesos sociales en sentido amplio (economía, política, cultura, valores, sociedad tout court). Lo que ya debería bastar para reconocerle su valía, y sobre todo ponerse a trabajar en consonancia cosa que no sucede.


El derecho uruguayo es el que más me importa. En este orden constato para mí que nuestra comarca tendría y podría estar mucho mejor de lo que está, si se tomaran e hicieran las cosas con mayor astucia y más fuerte enjundia. Capacidad del estamento jurídico nacional existe para lograrlo. La contramarea es la escasa longitud de vista, el “lungo mirare” al que aluden los italianos.

Ahora se acostumbra decir más “luces largas”. Hay que renegar, aunque sea un poco de ese abundante chacrismo o minifundismo que conspira contra las necesarias visiones globales de las que también somos capaces. Preocuparnos un poco más y mejor, observando los menguados logros alcanzados (agreguemos mínima habilidad) apenas debe salir a la cancha del ejercicio gubernamental y/o administrativo alguien formado en las disciplinas jurídicas.

No sucede nada parecido, por cierto, con el binomio político-gerencial de los “economistas”
llamados a ocupar jefaturas de gobierno (ejemplos. MEF, BCU…). Los americanos denominan y profundizan buena parte de este asunto (que no es otra cosa que la “gestión” del derecho) bajo un interesante concepto digno de mayor estudio y formal encare, al que le pusieron por nombre enforcement.

En Uruguay los formados en Derecho somos absolutos ignorantes de ello. La mayoría ni siquiera
lo considera una necesidad prepararse en tal sentido, ¡que lo hagan otros!

Lo que NO es Derecho

En consecuencia, para ocuparse a fondo y en serio de la cosa, entre ese principio y ese fin que representa el Derecho en la sociedad, hay que entrarle resuelto a ciertas otras cosas que NO SON Derecho, pero que son necesarias de considerar e incardinar entre sí. Que -además- necesariamente deben tener en
todo momento al Derecho como faro inspirador y porfiadamente recurrente. En todo el trayecto, en tanto es el Derecho, y no otro, el que marca la hoja de ruta.
Por ende, es esencial tener gente de Derecho preparada para el desafío, bajo un pre claro ligamen de trabajo de equipo inter y transdisciplinario comandado desde el Derecho. Algo así como un GACH ya no bajo jefatura médica, pero sí de carácter permanente, ubicuo y al servicio de la sociedad, que no debió quedar confinando como quedó a la emergencia sanitaria.

La propuesta es comenzar a pensar, construir y ejercitar un nuevo pacto social tomando la expresión en sentido amplio (no exclusivamente laboralista, sí político a la vieja usanza).

¿Para qué? Para alcanzar un Derecho simplificado, actual, práctico, de alcance y resultados ciudadanos, visibles y medibles. Un conjunto de reglas jurídicas seguidas de un consonante accionar sobre la realidad social, que tendrá que ser forzosamente inter y transdisciplinario, y en el que la gente de Derecho tendrá que tener otro tipo de preparación para afrontar el cambio.

En mi opinión es el camino para acercar la Política y a los políticos, con más claridad y más resultados visibles, a las necesidades vitales de la mayoría de la población.
En buen romance, para que todo no termine en buenos propósitos, promesas de campaña pre electoral, o ficción, hagamos lo que hay que hacer. Comme il faut.

EL Desafío

¿Qué es lo que hay que hacer? Simple: un Derecho que funcione bien, que comienza y termina en Derecho, pero al mismo tiempo conlleva, comporta, activa, mucho más que Derecho en su devenir, para alcanzar eficacia y eficiencia.
Para mí, y no solo para mí, el Derecho actual, el contemporáneo, debe asimilarse lo más posible a una máquina de producir bienes y servicios en términos de mercado. La ley, y las piezas jurídicas que le siguen en la cadena o circuito, son al final de un análisis esquemático, pero al mismo tiempo asincerado y por ello sometido a múltiples consecuencias, productos de consumo. La ley, la norma jurídica en general, es un producto destinado al consumo. Tomando, claro está, la parte buena de este tipo de filosofía, consustanciado o cercano a todo lo que favorezca el humanismo social.
Palabra terrible ésta, la palabra “mercado”, si se la aleja de la otra, el “humanismo”. Sobre todo, cuando se la acerca a otra palabra de terribles connotaciones, como es el término “ideologías”. Para muestra basta un botón.
Alguien dijo, o le hizo decir a cierta ideología (no invento nada, figura en las redes sociales) lo siguiente: “Quítale su smartphone a un socialista y verás cómo él mismo te explica lo que es la propiedad privada”. Para algunos una boutade, para otros una verdad que subyace debajo de las contradicciones de fondo que la izquierda nacional y mundial no alcanzan a solucionar. Como sea, la frase citada invita a la reflexión sobre los asuntos que imbrican la tecnología info comunicacional mundana con las ideologías, y por tanto con la Política. De paso nos lleva de la mano hacia un pensar práctico y actualizante del Derecho.
Sociedad, Política y Derecho son hoy día términos cercanos o incluso entretejidos con las TI.

No es lo único observable, pero tampoco se puede negar que hay entre estos cuatro elementos fuertes lazos imbricados, que merecen y requieren de apoyo lúcido y fuerte. Conforman algo que parece inexorable de lo que hay que ocuparse con vigor y profundidad, si buscamos finalmente elevar el nivel de vida de la mayoría de los uruguayos a través y contando con un Derecho real.

Con ello, y solo con ello, nos iremos alejando de un Derecho que sigue mostrándose cojitranco, anticuado, insuficiente, cuando no ficticio. Un Derecho cercano y alineado con la sociedad actual que nos toca vivir, es lo que se precisa. Un Derecho, entre varios exámenes pero el que hacemos no puede faltar, de respuesta efectiva al imparable crecimiento de las relaciones jurídicas desmaterializadas (las lícitas y las ilícitas, las que merecen intervención jurídica y las que no lo merecen) bajo el nuevo dios digital.

Comenzar por el Principio

Veamos qué se puede (o qué se debe) hacer en la materia.
Ante todo, comenzar por el principio: en la sociedad compleja contemporánea el camino certero es contar con un “Observatorio de Políticas Públicas”, desprendido de toda connotación o sesgo tachables, lo más cercano posible a lo científicamente valedero.

En Uruguay esto es algo factible. Somos un país chico y tenemos gente sobradamente formada para ello, con suficiente criterio como para no hacer del asunto un juego de subterfugios y trampas ideológicas. Agrego que para que este Observatorio realmente sirva, debe ser apolítico, abarcativo, generador, inteligente, trascendente, fuerte, influyente.
Podrá discutirse si ese “Observatorio” sería conveniente que fuera privado, estatal, mixto, su ubicación, competencias y poderes. Como quiera que se mire, estoy convencido que es la única forma de ir a la raíz, a la madre de las madres.

Es un hecho que un país con pretensiones de estar a tono con la realidad, debe legislar a partir de políticas públicas pre fijadas. Éstas no deben ser tiros al aire, ni tampoco propuestas pedidas a gritos progresivamente más fuertes, o sorprendentemente aparecidas de reciente, a medida que vamos aproximándonos a las sucesivas deadlines de los actos electorales.

Lo que equivale a decir, abandonemos el dolce far niente, y no vayamos más por el camino de “hicimos
mucho pero aún queda mucho por hacer”. Ambas posturas, poco sustentables en mi sentir profundo, aplicable a todos los elencos gubernamentales de los últimos años. En cambio, exijamos trabajar por y para el pueblo, ricos y pobres, desde el primer día de gobierno y con sentido rotundo.

Personalmente estoy bastante cansado del gradualismo y el efectismo de la política y los políticos uruguayos. Soy disruptor casi que por ADN, pero igualmente por formación, habiendo abrazado desde joven un campo jurídico no tradicional. Al mismo tiempo soy consciente que el tercerismo en este país no goza de buena prédica ni buenos predicadores.

No obstante todas las contras, y también quizás por ser un contra, me sigo jugando por las buenas ideas. Vengan de donde vengan, y en tanto tengan visos de real ejecución. Es por este tipo de idiosincrasia
que hoy día soy amigo de la motosierra. Pero mucha atención: una motosierra con sello uruguayo.

La veo necesaria de cara a la gravedad del escenario en que nos hemos quedado ya no coyunturalmente, donde muchos todavía duermen la siesta… y otros en la calle. El escenario no tan grave como la del vecino allende el río… pero finalmente es grave, como se lo mire.

Para mi fundado sentir, esta motosierra procede y debe actuar sin demoras para hacer frente a algunos
problemas dolientes y esenciales de la sociedad uruguaya. Pero se la debe pensar y hacer trabajar con estricto apego a la norma jurídica, ya no solo a la económica.
Se puede (se debe, agrego) ser revulsivo desde el Derecho, no desde la Economía. Aunque también para ésta última deben darse aconsejables cambios, que sintetizo en darle más atención a la Microeconomía sin desatender por ello la Macroeconomía.

Volviendo sobre el apuntado “Observatorio”, si no queremos seguir como hasta ahora generando leyes a la marchanta, no hay más principio que conocer y planificar (sin prisa y sin pausa) acerca de QUÉ hay que legislar, antes de entrar al COMO hay que hacerlo (con más prisa que pausa). La improvisación se agudiza,
como dije antes, en tiempos pre electorales; y aún entre elección y elección con parches y remiendos legislativos aislados colocados en forma “no competente”, (pocas veces una polisemia conceptual tan afortunada y adecuada como la expresada para el caso), dentro de leyes de presupuesto y rendiciones de cuentas, contrariando el segundo inciso del art. 216 de la Constitución de la República.

Prioridades


Para mí aquí está la raíz de todo lo que viene luego. De lo que se trata es de comenzar por algo que ordene la cancha, que no reedite experiencias fallidas, o sectoriales, ni aquellas otras que cumplieron un ciclo, o en definitiva fueron intrascendentes. Marcar prioridades, basadas en Derecho y en Ciencias, sobre
todo las sociales y las exactas. Esto no es pasar por arriba de la función y los fueros parlamentarios. Al contrario, es darle herramientas al Parlamento y a sus integrantes, para un mejor actuar. Todo lo que quepa hacer, ayuda al objetivo: generar mejores leyes. Y va de cercano o mimetiza con lo expresado: la creación de un “Observatorio de políticas públicas”. Recién luego, no antes, vendrán las grandes reformas necesarias del sistema jurídico uruguayo, que para mi gusto no deberían ser ninguna de las que se propugnan intentando aprobar o derogar a fuerza de plebiscitos populares.

Por más que los políticos (de todos los signos) saben distraer multitudes cual prestidigitadores, hay que hacer otras cosas diferentes. Hay que dar vuelta muchos otros espacios que, en esencia de último
entender, son también lugares de concepción y quehacer jurídicos, pero que van por otro camino. Por ejemplo, elevar la productividad y calidad legislativa y judicial.

Barajar de nuevo, y con un orden de prioridades es lo que se está necesitando. No se escucha de esto en los medios. De esas otras reformas jurídicas y partiendo del propuesto Observatorio, me gustaría escribir en otro momento