La serie del cierre de la planta de FNC en Minas es también un buen resumen del pensamiento oriental y el concepto generalizado anticapitalista y estatista
La nota de la semana pasada comentaba el Episodio 1, Temporada 1 de esta emocionante serie, que por supuesto va en camino de resolverse al mejor estilo Mujica, es decir con el consumidor, el contribuyente, la sociedad toda, pagando hasta el último centavo del rescate, más recargos e intereses.
Para empezar por algún extremo, es importante repasar la declaración del presidente del de FOEB (Federación de Obreros y Empleados de la Bebida), Fernando Ferreira. El sindicalista, que al promover una huelga general piensa que así defiende los puestos de 150 trabajadores (como antes creyó que era sensato luchar por condiciones laborales fuera de toda racionalidad lo que coadyuvó a llegar a la presente situación) sostuvo que “se asiste al embate de una multinacional que no toma sus decisiones en Uruguay. “Puede tomarlas en Bélgica o en Brasil”. El capitoste sindical cree que se trata de un ataque, un embate, una agresión. Pensamiento estereotípico oriental sobre la empresa privada.
Un particular concepto de la inversión y la propiedad privada, que es habitual en este medio. Es evidente que la belga ABinBEV pretende tomar sus propias decisiones sobre su empresa y sus filiales, dentro de los marcos legales de cada país. La creencia de que un inversor debe subordinar sus decisiones comerciales a lo que le parezca a un gobierno, a un partido o a un sindicato, además de ser ridícula hace huir despavoridos a los inversores. El sólo enunciado de la frase sindical mete miedo. Y la huelga terminará afectando a más puestos de trabajo y a más empresas.
El Parlamento quiere aportar una solución
A su vez el Parlamento ha hecho sentir su voz sobre el tema, porque seguramente cree que le compete intervenir en el forzado conflicto. La Cámara de Diputados ha enviado un proyecto restableciendo el subsidio a la industria cervecera vía el IMESI, cuando no, que el Frente Amplio decidió anular oportunamente y derivar esos recursos al Hospital de Clínicas (con bastante lógica). Dos contradicciones en un solo párrafo. ¡Con un aumento del IMESI!
El IMESI es un impuesto interno que se supone grava los bienes supuestamente suntuarios y los pecaminososos, (sin tax) y que en Uruguay es virtualmente un recargo aduanero (tal vez el más significativo) que impide la importación, la competencia y la generación de mano de obra. Además de encarecer la vida y el costo de producción en dólares hasta el infinito.
Los mismos que protestan por las exenciones concedidas a las radicaciones ahora claman por otorgar subsidios a una planta que decide cerrar. Con igual criterio, habría que extender ese subsidio a todas las pymes, a las pequeñas empresas personales de pocos trabajadores, a miles de actividades.
El presidente cae en la trampa
A su vez el presidente de la Nación ha declarado que su gobierno está “haciendo todos los esfuerzos para evitar que cierre”. ¿Qué quiere decir esa frase? ¿Qué hará el gobierno? ¿Qué concederá? ¿Que subsidiará o eximirá? ¿Qué nuevo recargo aplicará? ¿Qué prohibirá?
Inevitable preguntarse si no se ha caído en una trampa, deliberada o no. La empresa tiene derecho a importar o no los mismos productos que fabrica. Por supuesto que debe afrontar los costos de hacerlo. El sindicato tiene el derecho a negociar salarios no competitivos. Y también a afrontar los costos de lograrlo. Pero ahora las dos partes han delegado su responsabilidad en el estado. Y el estado se compra el problema. ¿Qué harán los ministros de industria y de trabajo? Sólo cargarle esos costos al total de la sociedad. Como en cualquier salvataje similar, de los que hay triste memoria.
La columna viene sosteniendo sistemáticamente que en los países de la región en que reina el proteccionismo, el sindicalismo, el desprecio por la seguridad jurídica, (y esto lo es) el estatismo, el impuestismo y los monopolios estatales, quienquiera invierta o se radique en ellos está en busca de una prebenda del estado, incurriendo en algún proceso turbio o simplemente no está en sus cabales. Cualquier salida de este laberinto cervecero acrecentará esas prácticas y alejará más toda inversión y todo empleo real, no el del estado que es sólo impuestos. ¿Cuánto le costará a la población cada puesto de trabajo así conseguido?
¿Por qué se despotrica contra el Mercosur?
Cuando se dan alaridos protestando contra el Mercosur porque impide comerciar libremente con otros países o firmar tratados con ellos, parece olvidarse que cualquier relación comercial implica un intercambio, una apertura, una reciprocidad, un esfuerzo,una destrucción creativa, una libertad, un respeto por la propiedad privada. Justo lo opuesto a lo que creen el sindicato, el gobierno y la oposición. Y la sociedad en su mayoría, habrá que aceptarlo.
¿Para qué despotricar contra el Mercosur si se desdeña la competencia y se padece una conmoción cada vez que el accionar de cada sector tienen su justa consecuencia? Suponiendo que se consiguiera la independencia de la garra brasileña, ¿qué ocurriría si se pudiese vender de todo pero hubiera que venderlo a un precio que no cierra y además recibir productos que son mejores y más baratos que los propios? ¿Intervendría el Parlamento, el presidente, el sindicato?
El Mercosur es la mejor representación
Habría que aceptar la realidad: el Mercosur nos representa. Las empresas locales y radicadas no sufren la competencia, los sindicatos se conforman con los puestos de trabajo que hay y la diferencia la paga el estado, las empresas producen lo que les conviene, se autoimportan el resto y reclaman protección con altos recargos o con el IMESI, según convenga. Y lo que no cuadra se arregla con eximiciones y subsidios. Para todo lo demás, están el impuesto y la huelga.
El resto del mundo, las empresas privadas, los que intentan competir, los que cuidan los costos, los que generan empleos, los que pretenden ganar con su inversión, son el enemigo. El futuro es PLUNA.
No se pierda los siguientes episodios. Serán apasionantes y aleccionadores.