Atilio Garrido
Para Juan Ángel Miraglia el tiempo no existía. A su lado, a tan solo 74 días de conmemorar los 102 años de su vida, se tenía una imprecisa sensación de inmortalidad. Estuve con él departiendo casi una hora el jueves pasado, 13 de junio. Entregué en sus manos el libro de mi autoría sobre los 100 años del triunfo de Uruguay en Colombes. Estaba sentado en la mitad de la cama tendida, frente a mí. Se lo dediqué antes sus ojos escribiendo lo siguiente:
“Al gran Juan Ángel Miraglia con la amistad de unos cuantos años”.
Lo tomó en sus manos, lo leyó sin recurrir a los lentes, y con su clara y potente voz, planteó una pregunta.
“¿Por qué puso al Gran Juan Ángel Miraglia?”
“¡Porque usted es un grande Miraglia!”
Fue lo único surgió desde mi interior como respuesta. Y realmente lo era.
Cerró el libro sin decir nada y seguimos la charla que se deslizó por el fútbol, la política y su estado de salud.
Aún conservaba casi intacta la voz de timbre fuerte y sonoro con la que adoctrinó en cada anochecer a miles de oyentes, desde el micrófono de Hora 25 en radio Oriental entre 1975 y 1981. En ese entonces el porte de su alta y delgada figura que en la década de los años sesenta aparecía en blanco y negro por la pantalla de canal 12, en el programa Glorias Deportivas, hacía tiempo que quedó atrás. Sobre una pequeña mesa de la habitación del residencial donde transcurrieron sus últimos años, tenía la máquina antigua de teclado, marca Lettera 22, que a partir de 1950 revolucionó el mundo al disminuir sensiblemente de tamaño, comparada con las viejas y enormes Underwood, en las que Miraglia comenzó a escribir en 1942, cuando ingresó en carácter de eventual a la redacción del matutino La Mañana. Para Miraglia la computadora nunca existió…
Toda la historia del Uruguay del lento transcurrir en el siglo XX y los veinticuatro años del turbulento y actual milenio en curso, estaba intacta en su memoria. En parte porque la recogió de labios de su madre, Ángela María Visconti, nacida en Sarandí del Yí, de elevado cociente intelectual, que ingresó a la Cámara de Diputados por el Partido Nacional representado a Rocha, cumpliendo suplencias en 1951 y 1958. También porque a Miraglia le tocó vivirla como testigo de lujo a raíz de su destacada labor periodística.
Miraglia se enorgullecía al recordar a su madre destacando la personalidad, el nivel cultural que poseía y las naturales condiciones exhibidas en el relacionamiento humano. “Ella era blanca –revelaba su hijo ya ccntenario-. Mantenía intercambio de correspondencia a través de cartas que enviaba al Dr. Luis Alberto de Herrera y cuyas contestaciones recibía a vuelta de correo manuscritas por el líder político”.
“Mas la vida tiene abismos insondables” escribió Alfonso Lacueva. Apelo a esa frase tanguera porque se adapta como anillo al dedo a la curiosidad que impulsaba a zambullirse en la vida del protagonista fallecido el 18 de junio de 2024 a las nueve y treinta y cinco de la noche en el sanatorio del Hospital Mautone de Punta del Este. Buceando en procura de encontrar respuestas a las interrogantes que sugería su larga existencia, la enorme cultura que lo adornaba y el refinamiento de sus gustos, inevitablemente nacía una pregunta que en una ocasión pude formularle.
¿Cómo es posible que el primer hijo de los seis varones que procreará en 1922 Tomás José Miraglia en el medio del campo, en el único caserón solitario conocido como La picada de Tolosa construida en 1903, escale la montaña de la vida llegando a la cima?
Desde allá lejos, a dos leguas de pueblo Garzón y donde el arroyo del mismo nombre limitaba con el departamento de Rocha, por orden de la madre, a los seis años Juan Ángel fue enviado a casa de sus tíos en Montevideo con el cometido de cursar el ciclo escolar.
-“Vivían en la zona de la Unión y Maroñas –contó Miraglia en esa ocasión con fluidez que asombraba-. Completé el ciclo en la escuela n.º 97 en 8 de Octubre y José De Bejar, y luego en el liceo de la calle Sierra casi Hocquart, frente al Palacio Legislativo cuya inauguración databa de pocos años antes”.
Las conexiones que su padre cultivó con figuras del Partido Colorado Fructuoso Rivera liderado por el Dr. Pedro Manini Ríos, en cuyas filas militó en Rocha, abrieron las puertas del entonces muy importante estudio encabezado por el conductor político, en yunta con el Dr. Eduardo Tomás Travieso, cito en pleno corazón de aquel Montevideo antiguo en la calle Treinta y Tres n.º 1356 esquina Sarandí.
-“Entré con 13 años de mandadero”, recuerdaba el centenario protagonista que reía al contar que “Manini me rezongaba todos los días porque yo llegaba tarde. Me trataba muy bien al extremo que lo acompañaba al cine y al teatro, actividad que permitió que evolucionará intelectualmente. Cuando el Dr. Travieso asumió la dirección de La Mañana fue Manini quien descubrió alguna condición en mi persona y le pidió que me llevara al diario, cosa que ocurrió en 1942 iniciándome en el periodismo como autodidacta, porque en aquellos tiempos –y por muchos años más-, no existía el curso en la Universidad y tampoco en las academias privadas”.
El padre, nacido en Maldonado, tiene que haber experimentado en ese momento la sensación de tranquilidad, respuesta a la interrogante sobre el futuro laboral de su primogénito. Sobrellevaba algunas enfermedades que en 1944 hicieron crisis. Murió de un infarto en la playa de Aguas Dulces.
En 1946 cubrió el campeonato de las Bodas de Plata del fútbol de litoral uruguayo. Miraglia no olvida esta cobertura: “mi primer viaje a conocer el interior del Uruguay. Viví un mes en Paysandú”. Al año siguiente La Mañana y El Diario resolvieron enviar un periodista a cubrir el campeonato sudamericano en Guayaquil disputándose la Copa América. “Nadie quería ir. Le tenían miedo a los primeros aviones que funcionaban. ¡Eran a motor! El golero Máspoli pidió a los dirigentes viajar en auto. Lo dejaron en Montevideo. Antes de partir Aníbal Garderes de la dirección de la empresa me dijo que lo importante era cubrir muy bien El Diario, porque era el ejemplar deportivo que más vendía. Salimos en barco a Buenos Aires. Una noche. En avión a Santiago de Chile y esperamos tres noches para tomar el vuelo a Lima. Ahí permanecimos dos noches. Al final salimos rumbo a Guayaquil. ¡Siete días para llegar!”.
Enviado especial a los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, desde la ciudad de los Césares viajó a Madrid para asistir a la primera disputa de la Copa Intercontinental de Fútbol entre Real Madrid y Peñarol en el estadio Chamartín.
-“¡No me haga acordar! Goncalvez estaba resfriado, el suplente se asustó y no quiso jugar. Hubo que mover toda la defensa. Entró Majeswski de back izquierdo y el brasileño Salvador jugó de n.º 5 en la mitad de la cancha. Mientras se acomodaban, a los diez minutos Real Madrid ganaba 3 a 0 con goles de Puskas”.
Hombre de fuertes convicciones, defensor del carácter y el estilo de vida del ser nacional, llevó adelante una tarea trascendente que no ha sido reconocida. En 1964 encargó al Ing. José L. Buzzetti y al investigador Eduardo Gutiérrez Cortinas, acometer la tarea de escribir la “Historia del Deporte en el Uruguay (1830-1900)”. Las notas se publicaron semanalmente en La Mañana tomándose Miraglia la tarea de guardar el plomo, con el que se imprimían los artículos. Una vez finalizada la tarea y con la colaboración de la Comisión Nacional de Educación Física, cuya vicepresidencia desempeñaba mi padre, se materializó el producto en un libro que “ha venido a llenar un vacío en la bibliografía del país”, escribió en el prólogo el Dr. César L. Gallardo. Basado totalmente en ese texto y con el mismo Gutiérrez Cortinas en la tarea de asesor de la dirección, en 1969 se editó la colección “100 años de fútbol”.
Miraglia cubrió la actuación de Uruguay en las Copas del Mundo de 1962 (Chile) y 1966 (Londres). En 1968 asumió la dirección de la revista Deportes editada por SEUSA. Con su carácter y la firmeza de sus opiniones, cortó grueso al recordar el motivo por el cuál se le encargó la conducción de esa publicación con tapas a colores.
-“SEUSA era un imperio, una empresa perfecta. El Diario de la noche tenía un tiraje excepcional por el fútbol y los otros deportes. Y La Mañana marcaba rumbos en política y especialmente en el ambiente agropecuario. Zelmar Michelini, que escribía en El Diario de política del exterior, resolvió en 1968 sacar un vespertino, con el nombre de Hechos, para apuntalar su futuro político. Comenzó a venderse muy bien. En SEUSA se asustaron y resolvieron comprar esa publicación y cerrarla. El problema fue que todos los periodistas de Hechos fueron absorbidos por SEUSA, que no los necesitaba, aumentándose la erogación por concepto de sueldos. Fue el comienzo del fin…”-
Enviado por la revista Deportes, Miraglia asistió al campeonato del mundo de 1970 (México) y 1978 (Argentina). Alejado de SEUSA, asumió la dirección del semanario Todo Fútbol, un verdadero desafío editorial en el que participó con una parte accionario como dueño. Quién escribe fue convocado para integrar la redacción. Allí debutó Enrique Yanuzzi en la prensa, integrándose Gabriel Bergman, hoy contador público, dedicado a las estadísticas en CX 8 Radio Sarandí, incorporándose con esos textos al semanario.
Fracasado el emprendimiento –nunca pudo sustentarse en Montevideo una publicación al estilo de El Gráfico”-, Juan Ángel Miraglia fue convocado a desempeñar el cargo de director de la página deportiva de El País. Después de algunos años de desempeño fue cesado a raíz de un artículo titulado “Detrás de los ligustros”. En el mismo contaba la experiencia que tuvo que vivir en la cancha de Wanderers, al asistir a cubrir un partido de la Copa Uruguaya. Al requerirle a un alto dirigente del club que le indicara dónde quedaban los servicios higiénicos, recibió como respuesta que fuera “detrás de los ligustros”, es decir orinar donde estaban los árboles. La cancha de Wanderers no tenía baños para los asistentes. Las presiones de quienes conducían al club pudieron más que una realidad que Miraglia descubrió el fútbol uruguayo que se consideraba profesional.
La amistad que Miraglia había cultivado con Julíán Safi en su etapa como funcionario de SEUSA, permitió que al poner en marcha el vespertino Últimas Noticias, cuya dirección ejercía, fuera designado jefe de la sección Deportes. En diciembre de 1988 allí cerró Miraglia una trayectoria periodística de cuarenta y ocho años marcada a fuego por su impronta. Sin miramientos ni contemplaciones, Miraglia se caracterizó por ser duro de boca en radio y televisión, y cáustico en el uso de la pluma. Por esas cosas del destino quien esto escribe, fue contratado para desempeñar ese cargo. Nunca en la extensa relación que cultivamos en Maldonado ese tema salió a la luz.
Casado, sin hijos, respaldado por una importante jubilación, se afincó con su esposa en Punta del Este. Hombre de acción formó parte del llamado “Grupo Bosque”, impulsando la tarea de plantar árboles en playas, parques y jardines. Luego se integró al Panathlon Maldonado.
El viernes pasado, día 14 de junio me comuniqué telefónicamente con él.
-Don Juan, ¿pudo leer algunas páginas del libro?
Su voz un tanto apagada, trasluciendo una especie de cansancio de la vida, fue lo último que escuché de su persona.
-No, no… He pasado aquí todo el día con médicos y enfermeras…
El sábado 22 las cenizas de su cuerpo cremado fueron esparcidas a dos leguas de Pueblo Garzón, sobre el arroyo del mismo nombre, donde comenzó esta historia…