“Si no aprendiste a leer y a escribir estás condenado a vivir en un mundo totalmente marginal”. Guillermina Tiramonti
La escuela debe enseñar lectura y escritura a las nuevas generaciones. Un reciente informe revela que, en promedio, el 40%
de los niños no sabe leer ni escribir adecuadamente a la edad esperada. Si un niño no aprende a leer y escribir en primer
grado, llega a tercer grado sin una herramienta crucial para avanzar en su educación, quedándose atrás en otros
conocimientos.
El problema de la educación actual tiene raíces profundas y se pueden considerar varias hipótesis. La escuela, estructurada
bajo la cultura de la Ilustración, enfrenta dificultades en adaptarse a un mundo que ha cambiado radicalmente.
El sistema educativo, aunque complejo y aparentemente funcional, no cumple con su objetivo de transmitir conocimientos
efectivos a más de 600 mil de niños y jóvenes (Sin contar niveles de inicial- año 2021).
Los diversos agentes (politicos, docentes, inspectores) siguen rutinas que no generan los resultados deseados. El «asistencialismo de la educación» propone considerar la vulnerabilidad de los alumnos, enfocándose más en su bienestar que en el aprendizaje, lo que puede eximirlos de enfrentar sus limitaciones y esforzarse por aprender.
El espacio escolar no es un espacio para aguantar chicos. Por supuesto, me parece que el mejor lugar donde pueden estar los chicos es en la escuela. Entonces, hay que hacer una escuela atractiva para esos chicos.
Las desigualdades de origen social se reproducen en la escuela, y aunque el mérito y el esfuerzo individual son vistos como
soluciones, no siempre son criterios justos.
Uno de los grandes debates que todos tenemos en nuestra sociedad:
¿Educa la escuela o la familia?
Voy a generalizar (y que nadie se asuste); en general los profesores echan la culpa a los padres sobre el comportamiento de
sus hijos.
De un modo pseudotécnico, dicen que ellos están para enseñar, no para educar, y que los niños deben venir educados de casa. Pero no están preparados para ello desde que la escuela pasó a ser un centro de contención más que de enseñanza.
Y aquí viene mi primera opinión: tenemos un sistema pedagógico que se le infla la boca diciendo que educa en valores, pero
que entiende que los valores han de venir ya de casa.
La pedagogía de los maestros se encarga de recordar que los padres deben estar en casa apoyando a sus hijos en las tareas,
en los deberes y en los juegos, pues sino su misión será poco provechosa.
Lo que antes pasaba y ahora no pasa, por decirlo como lo decimos coloquialmente, es que antes “había alguien en casa” y
ahora no. Y es cierto, pero es falso.
Es falso de toda falsedad porque si bien antes siempre había alguien en casa (generalmente la madre), las madres de antes no ayudaban mucho a hacer los deberes (por no decir apenas),
No recuerdo ni una sola vez a mi madre o a mi padre revisando mis deberes.
Parece como si estuviéremos explicando mal el problema y así (en el caso de que la busquemos) no daremos con la solución.
Parece que hay que revisar alguna contradicción. Obvio que a los niños no hay que dejarles solos (y generalizo porque hay
edades y edades), pero quizás no está de más hacer algo que nosotros hacíamos muy a menudo tras el colegio: aburrirse,
inventar juegos, volver a aburrirse y volver a moverse.
Quizás no es que estemos infravalorando el papel del colegio o de los padres sino el de los mismos niños, no son tan distintos
cerebral y morfo-anatómicamente de los niños que éramos nosotros.
Son tan fantásticos, sinceros y bandidos como lo éramos nosotros. Quien no sepa volver a su infancia no sabrá ver la suya, sea uno maestro, madre o ambas cosas a la vez.
La contradicción que vivimos, todo lo que es el caso en estas líneas, el dilema la relación con la familia, culpar a la escuela o a los padres sobre quién educa y quién enseña, no se va a solucionar con más gente en casa o más docentes y maestros.
Cualquier persona sensata ve que gente educada en un sistema de hace 30 años (los padres de hoy) tenía en su momento mayor saber y mayores conocimientos que muchos niños y jóvenes de hoy en día.
Por eso, esas conversaciones son insolubles, no porque no sean importantes, sino porque generan medias premisas verdaderas con medias conclusiones falsas. Hay que dejar de culpar al otro y estamos errando la pregunta.
Para mejorar, es necesario un verdadero compromiso de las élites académicas, sociales y políticas, que actualmente solo reconocen la importancia de la educación en discurso. Se requiere equiparar las condiciones de los alumnos y multiplicar los esfuerzos de las instituciones y docentes. Los niveles educativo inicial y primario son clave para influir positivamente en las trayectorias educativas, mientras que el nivel secundario necesita ser
actualizado y repensado, al igual que la formación docente y técnica.
Conclusión
El niño no es el centro de la educación, «es el protagonista de la educación», no los padres, no la escuela, no la sociología o la pedagogía, por mucho que digan todos que sí
¡El protagonista es el niño!