Saltar al contenido
Contraviento

El Frente Amplio y su «canariofobia» sin fisuras

22 julio, 2024

 

El título de la nota, que parte de un “sincericidio” (dicho para quien comete un acto verbal suicida con su sinceridad), refiere a Constanza Moreira aludiendo al por qué, según ella, los canarios -verbigracia, todos los uruguayos que vivimos y votamos extramuros de la muy fiel y conquistadora Montevideo- no votan a Cosse, porque, como dijera el propio Mujica, en el interior no la quieren (ni pintada en caja de fósforos, diría mi abuelo). Lejos de un exabrupto casual, retoma las raíces de una vieja dialéctica, consustancial con la propia génesis del Frente Amplio. Es a lo que nos referiremos.

La deposición verbal en TV Ciudad

 

La pasada semana, a través de la red social “X” -antes twitter- el usuario identificado como “El Informante” difundió un breve vídeo, apenas un minuto, de una entrevista de TV Ciudad a la dirigente del cossismo Constanza Moreira -un trabajo de entrecasa, como quien dice- en la que la entrevistada, ante la pregunta del por qué a Carolina Cosse –su líder del momento- no la votan en el Interior del país, dijo lo que, en la transcripción, consignamos:

“…entraña un prejuicio también (el no voto a Cosse por ser mujer)…los “interiores”…Montevideo y el interior…entraña un prejuicio que tiene que ver con que el voto es en el interior es más “conservador”…los caudillos políticos en el interior son mucho más…los sistemas de partidos están mucho más “masculinizados” en el interior que en Montevideo…entonces qué quiere decir “él” con “no se la banca” : es mujer y es intelectual…y esto bueno…un “canario”… digamos (sonrisa irónica) por qué habría de votar eso…yo creo que eso es un prejuicio pero que pone de manifiesto y transparenta esta distinta vara con la que se mide…”

Quizás al lector, si es un canario del interior con más razón, le suene el nombre Constanza Moreira -aunque su irrelevancia política la haya relegado al ostracismo y solamente se acuerde ella el canal del micrófono verde propiedad de Cosse- porque años atrás y durante mucho tiempo, había sido figurita repetida en los endopaneles políticos televisivos. Reclutada por estos, dentro de la feligresía urssdelarista y en el apogeo de la Iglesia del Santo Redentor José Mujica, fue lanzada por éste al estrellato legislativo, colocándola en una banca del Senado.

Mujer feminista, de verba fácil beligerante, de mucha y muy refrita retórica izquierdosa sesentista pero escasa de votos, se mostró desde el inicio mucho más capacitada para hacerse de enemigos que para captar prosélitos. Tanta capacidad para enemistarse que lo hizo con el arzobispo de la Iglesia que la había acogido, lo que le valió, a la postre, el odio eterno de la pareja papal y sus fieles, debiendo refugiarse en una u otra secta minoritaria donde, de elección en elección, parece destinada a disputarle un lugar a Glenda Roldán en la nada misma.

No dar por la chancha, más de lo que la chancha vale

 

Tras la publicación en la mencionada red social, hicimos un comentario que luego me fue contestado por varios seguidores, todos en el sentido de para qué darle importancia a quien no la tiene.

A mis seguidores les asiste razón en cuenta a quién lo dice dada su irrelevancia actual, pero no la tienen en cuanto al mensaje peyorativo y confrontativo en varios niveles. Porque no es, en modo alguno, patrimonio de Moreira ese discurso, ni es un caso aislado ni tampoco producto de un lapsus.

Es a la esencia y propósitos del discurso, que no a la que hoy es portadora de él, y a su mantenimiento y repetición en el tiempo, a los que la columna busca referirse y reflexionar sobre ello.

El discurso de Moreira, no es suyo solamente

 

En primer lugar, el carácter voluntariamente falsario del discurso, porque la dicente pretende hacer del magro -yo diría que, dadas las circunstancias, fue lo contrario, demasiado generoso- desempeño electoral de Cosse en el interior, donde salvo Durazno no ganó en ningún otro, omitiendo arteramente la cuestión central.

Moreira omite decir que Cosse, de manera categórica, perdió en SU supuesto feudo, Montevideo.

A Moreira le resultaría extremadamente azaroso explicar cómo, tras cuatro años en la Intendencia, con el mayor presupuesto de la historia, dedicado en un 90% a sostener una maquinaria clientelar -dentro de la cual el micrófono verde al que le habla Moreira se lleva una buena tajada- no logró ganarle a Orsi, tan luego Orsi, candidato “canario”, se supone que uno de los caudillos “masculinizados” a los que alude, que le propicia una paliza electoral impropia de un caballero, al borde del mobbing electoral, mire usted.

Es falaz su discurso cuando, haciendo pie en el tan previsible como gastado recurso leninista-gramsciano, recurre a la condición de mujer de la candidata, algo que los canarios machirulos no votarían nunca.

¿Por qué habrían de hacerlo?, se pregunta Moreira, saltándose a la torera el hecho que, por ejemplo, Lavalleja ha sido reiteradamente gobernado por una mujer, o que, ahora mismo, es una mujer que gobierna en San José, la que culmina una de las más exitosas gestiones municipales que se recuerde, dejando un superávit que es, casi, una provocación a sus dispendiosos vecinos canarios y montevideanos, para los que, esa palabra como antítesis de su credo deficitario, no existe.

Es falaz, radical e intencionadamente falaz el discurso de Moreira, cuando dice, sin despeinarse (más, si cabe) que el voto en el interior es más “conservador”.

Así, Moreira debería explicar por qué es conservador votar intendentes que priorizan obras por sobre el clientelismo, abren caminos y mantienen puentes, colaboran con la revolución productiva que explica cómo, a pesar del colosal costo estatal, aún el interior puede concurrir a solventar el descomunal aparato clientelar de la capital.

Moreira debería explicarnos por qué Maldonado es conservador y machista cuando vota Antía, pero no lo es cuando vota De los Santos.

Moreira debería explicarnos, a los que no somos politólogos ni intelectuales, por qué NO es conservador votar durante 35 años a una fuerza política que ha destruido la capital del país, ha condenado a buena parte de ella a vivir en modo La Habana, y se vanagloria que todo ello puede hacerlo poniendo a una heladera de candidato. Lo de poner un freezer, ya fue un abuso, Moreira. Y que ahora, nos lo pretendan vender para consumo nacional, ya es demasiado.

Los otros Moreiras, lo de siempre

 

Pero, como decía líneas arriba, en el discurso multinivel de la izquierda, lo de Moreira es la anécdota. Podrá decirse que inaugura una modalidad de canariofobia, pero no la inventó ella, ni es su única vocera.

La realidad es que, sustituir la vetusta y superada lucha de clases por la detección y explotación de presuntas e hipotéticas contradicciones, es una paciente labor que llevan a cabo desde hace décadas.

Entonces esto, que uno escucha raramente en boca de dirigentes, porque en ellos manda el cálculo electoral, brota a las primeras de cambio en sus fedayines y soldados.

Es el discurso que enfrenta chetos contra pobres, malla oro contra postergados, fachos (o, si se quiere odiar más y mejor facha, así, con “a” y pronunciación abierta, fa-chá), universitarios y analfabetos.

Este discurso es el que pone frente a frente a “solidarios” (con la ajena, al decir de Sowell) contra individualistas, manifestado en aquel automovilista desaforado que se graba gritándole a los –quito adjetivos– ignorantes a caballo que habían votado por el cajetilla de La Tahona.

Es, también, lo que subyace en el discurso monotemático, monocorde y mononeural del “gaucho de Valenti” modelándolo en dicción y contenido a lo que podría ser un gaucho receptor.

Y es, por fin, el discurso que confronta civilización con barbarie, es la ciudad y sus luces contra el campo, símbolo del atraso y padre de toda ignorancia. Es la vanguardia, los bolcheviques de 1917, cargando contra los kulaks y campesinos analfabetos, reclamándoles fidelidad para una revolución que solamente anida en sus cenáculos de intelectualoides de powerpoint.

Al cabo, pensarán los Valentis y las Moreiras, que a los proles de Orwell -que viven extramuros de la Ciudad, márgenes físicos e ideológicos de la civilización-, no es necesario explicarles nada que de nada valdría, sino sólo decirles que estamos en guerra.

Y así nos quieren, divididos y en guerra, los vendedores de discursos guerreristas.

Por eso, no conviene callar nunca, aun cuando quien ladre sea un cuzco lambeta.