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Contraviento

Maria Corina y Cayetana frente a frente: una entrevista histórica

18 agosto, 2024

Horas antes de la histórica jornada de ayer, en la que en más de 300 ciudades de todo el mundo se realizaron protestas contra el fraude electoral en Venezuela, la periodista y política argentino-española Cayetana Álvarez de Toledo le realizó una gran entrevista a María Corina Machado, que lidera la heroica resistencia del pueblo de Venezuela contra la dictadura cívico militar de Maduro.

Cuando todo esto sea historia, y llegue el momento de recrear la gran gesta en favor de la libertad y la democracia, esta entrevista será un material imprescindible. Lejos pero cerca de Venezuela, en Uruguay también será muy útil para conocer la traición de quienes fueron aliados, cómplices y socios  de esa tiranía sangrienta. Algunos por acción, otro por omisión.

Un resumen de esa conversación, publicada ayer en el diario El Mundo de Madrid, puede leerse a continuación


 

CAT: Durante la campaña, vi una foto que me conmovió: un joven sonriente con un
cartel que decía «nos quitaron tanto que hasta nos quitaron el miedo». La represión
arrecia. Ya son 1.406 los secuestrados y 24 los asesinados. Tu equipo sigue
refugiado en una embajada y tú estás recluida. ¿No tienes miedo de que el miedo
vuelva?
MCM: En un régimen totalitario el miedo siempre está presente. Lo importante es
cómo respondes: si te paraliza o te activa. En campaña tuve una conversación con
una mujer que me impresionó. Yo pretendía animarla a desafiar el control que el
régimen ejerce perversamente mediante el reparto de bolsas de comida y ella me
miró y me contestó: «¿De qué me estás hablando? ¿Miedo a que nos quiten qué?
¿Qué más nos van a quitar si nos quitaron a nuestros hijos?». Hoy la sociedad
venezolana responde a la violencia con firmeza e inteligencia. La gente es cauta. Su
intención no es convertirse en carne de cañón, pero también sabe que la presión
ciudadana debe continuar.
CAT: ¿Hasta qué punto? El valor que concedemos hoy a la vida impide guerras
inútiles, pero también puede impedir la libertad. ¿En qué medida los seres humanos
prefieren una vida miserable antes que arriesgarla? ¿Es posible derrotar a una
dictadura criminal sin asumir el riesgo máximo de la muerte?
MCM: Es un dilema que me acompaña siempre. Como el daño que todo esto causa
a mi familia. Te dices: «Lucho por mis hijos». Y esto te impulsa a seguir, a
levantarte, a hacer cosas inimaginables. Pero a la vez tus hijos son los más
perjudicados, por la angustia y la separación. Como sabes, mis hijos forman parte de
la inmensa diáspora venezolana. Nunca olvidaré que no pude abrazarles en su
graduación. Fui la única madre ausente.
CAT: Pero Venezuela será libre y tus hijos podrán regresar. Y así la contradicción se
resuelve…
MCM: Exactamente. Hay que poner todo en perspectiva. Hace dos años, estábamos
en una Venezuela triste, sin rumbo y decepcionada de sus liderazgos políticos. Hoy
estamos culminando la cuarta de las seis etapas de un proceso heroico y emocionante. Primero, devolvimos la voluntad de lucha y cohesión interna a una Venezuela polarizada. Nuestra estrategia fue ir de la periferia al centro, de lo rural a lo urbano, de lo popular a la clase media. Esto permitió las primarias, que muchos
auguraron imposibles, con casi 3 millones de votantes y un liderazgo legitimado.
Luego vino la elección, a pesar de la persecución. Llegaron a detener a personas por
vendernos una empanada o alquilarnos una habitación. Una locura. Ahora estamos
en la cuarta fase: vamos a demostrar nuestra victoria. Vamos a cobrar. Porque, por
primera vez en 25 años y tras decenas de elecciones fraudulentas, tenemos las
pruebas. Hemos logrado un éxito que marcará un hito en la defensa de la limpieza de
los procesos electorales. La quinta etapa será hacer valer el resultado del 28 de julio.
La sexta, la transición a la democracia.
CAT: Has mencionado la polarización. Antes y después de las elecciones, el
régimen y sus aliados han enfatizado el riesgo de una guerra civil. Pero en Venezuela
no se ven dos mitades, sino un país unido en su deseo de libertad frente a una cúpula
atrincherada. ¿Cómo lograsteis acabar con la polarización y reconstruir el suelo
democrático, imprescindible para el funcionamiento de una nación? Es una pregunta relevante para muchas democracias.
MCM: El fin de la polarización y la reconstrucción de los vínculos entre
venezolanos es el resultado más importante de este proceso. Tendrá un enorme
impacto en la nueva Venezuela que ya está emergiendo. Porque la negociación no ha
empezado, pero la transición sí y tiene una dimensión cultural, ética y espiritual
profunda. Tengo amigos agnósticos y ateos a los que veo en actos con un rosario en
la mano. Les digo: «¡Bueno, explícame esto!»
CAT: ¡Explícamelo tú a mí!
MCM: Hemos creado un movimiento transversal que repudia la humillación. Nos
hemos cohesionado alrededor de valores como la dignidad humana, la autonomía y
la igualdad ante la ley. La gente más humilde caminaba kilómetros para escucharnos
y yo les decía: «No vengo a ofrecer nada; vivirán de su trabajo y de su esfuerzo, sin
deberle nada a nadie». Y cuando insistía: «Nunca más una madre venezolana bajará
la cabeza por una bolsa de comida», estallaba la emoción. La bolsa de comida se ha
convertido en símbolo de la servidumbre. Venezuela es un país que está muriéndose
de hambre, donde los niños no van a clase, donde faltan el agua y la luz. Sin
embargo, el grito que resuena es «¡libertad, libertad, libertad!». Es conmovedor,
poderoso e irreversible.
CAT: Como buena liberal, siempre has defendido que la libertad conlleva
responsabilidad. Pero en la campaña aplicaste la teoría a un terreno concreto y poco
común. Te dirigiste a los venezolanos como adultos. Les enseñaste que la
democracia no se defiende sola, que la actitud de cada ciudadano es esencial.
Convertiste a los venezolanos en responsables de sus actos ¡y de sus actas! Háblame
de esto.
MCM: Fue uno de los momentos más emocionantes de la campaña. En un
encuentro multitudinario, decidí hacer la pregunta: «¿Quién defiende tu voto?». Y
todo el mundo gritó al unísono, sin vacilar: «¡¡¡Yo!!!». En ese instante pensé: lo
logramos. Hace pocos años la respuesta hubiera sido: «El CNE, los testigos, los
partidos, los políticos…». Ahora fue simple y adultamente: «Yo». Y ese «yo» fue
repitiéndose de acto en acto, cada vez más rotundo, sobrecogedor y masivo. Está
surgiendo una nueva Venezuela, consciente de que la libertad nos la ganamos
nosotros. Contra el poder más implacable y, siento tener que decirlo, a pesar de las
élites.
CAT: La noche de las elecciones, tras saber que Maduro no sólo os negaba la
victoria sino que se la apropiaba, pronunciaste una frase esencial: «Defender la
verdad no es violencia; violencia es ultrajar la verdad». Y me quedé pensando… La
dictadura ha creado una verdad paralela y pretende imponerla por la fuerza. Su
reacción no es sólo un golpe a la soberanía popular venezolana; es la expresión más
cruda de la posverdad que está socavando las democracias contemporáneas. Por
tanto, defender la victoria de Edmundo González nos concierne a todos. Es
defender la existencia de la verdad objetiva, sin la cual no hay convivencia pacífica,
ni siquiera una conversación mínimamente racional. Creo que las actas venezolanas
deberían convertirse en el símbolo de la lucha por la restauración de la verdad en la
vida pública, no sólo en Venezuela, sino en todo el mundo.
MCM: Lo suscribo. Esto trasciende el caso de Venezuela. Es una lucha por la
verdad. Todos los sistemas populistas y totalitarios operan de la misma manera:
buscan que dudes de todo: de ti mismo, de tus creencias, incluso de lo que estás
viendo con tus propios ojos o que sabes a ciencia cierta que ha ocurrido. Imponen un
relativismo absoluto. Retuercen el sentido de las palabras hasta el delirio. Destruyen
la objetividad. Mientras matan, se proclaman defensores de la paz y del amor. Esto
está ocurriendo, aquí y ahora. Y encima te colocan ante un dilema perverso:
«sumisión o violencia». O te sometes a la tiranía o serás responsable de la violencia
que tu insumisión pueda provocar. La tragedia es que, durante años, este marco
mental fue asumido por sectores clave de la sociedad venezolana, incluyendo los
medios y las élites, que contribuyeron así a frustrar cualquier alternativa.
CAT: ¿El marco se ha roto?
MCM: Las elecciones han sido determinantes. Todos los venezolanos sabemos lo
que ocurrió el 28 de julio. Sabemos que no hay dos verdades enfrentadas, sino una
sola. La verdad existe y debe imponerse. La defensa de la verdad es lo que nos
impulsa a seguir hasta el final.
CAT: Habéis publicado el 83,5% de las actas y esas actas concluyen, de forma
categórica y avalada por organismos internacionales imparciales, que Edmundo
González es el presidente electo de Venezuela. Sin embargo, muchos países, entre
ellos España, siguen sin reconocerlo como tal. Se limitan a pedir al régimen que
enseñe las actas, a sabiendas de que no lo hará jamás. ¿Por qué?
MCM: Existen muchos agentes «normalizadores» cuyo objetivo es estabilizar al
régimen. Sus motivaciones son variadas: el miedo, el interés económico, el chantaje,
los cálculos geopolíticos… Rusia, Siria e Irán, por ejemplo, ven en Venezuela un
punto estratégico de penetración en Occidente. Luego están los grandes cárteles de
drogas y contrabando, que protegen sus gigantescos negocios.
CAT: Te preguntaba por las democracias occidentales.
MCM: Yo creo que, en general, la comunidad internacional se ha expresado con
claridad sobre lo ocurrido el 28 de julio y que su posición irá escalando. Algunos
países han sido más contundentes y rápidos. Otros siguen en la retaguardia. Bien
porque no les gusta el resultado. Bien porque tratan de mantener una interlocución
con el régimen que pueda derivar en una negociación para la transición. Desde
luego, yo espero que las voces se tornen más firmes y duras; que se pase pronto de
las exigencia de las actas a la siguiente fase. Y confío en que sucederá. En todo caso,
lo importante es que se avance en la dirección de decir: «Hay que respetar la
soberanía popular venezolana». Incluso en Estados Unidos, en medio de una
campaña muy polarizada, los dos partidos y los dos candidatos comparten esta
postura.
CAT: A pesar del desliz de Biden…
MCM: La Casa Blanca ha sido nítida. Respecto a la represión, sí creo que es
urgente hacer mucho más. Maduro cree que puede matar a una persona, a diez o a
cien, sin consecuencia alguna. Esto es inaceptable.
CAT: Pero, precisamente, para elevar el coste de la represión, ¿no crees que sería
útil que se reconozca a Edmundo González como presidente electo? ¿No temes que
las contorsiones diplomáticas enquisten el conflicto? El chavismo es experto en
aprovechar el tiempo a su favor. Además, hay diversas maniobras en marcha para
salvar a Maduro. La más reciente, promovida por Lula, es una repetición electoral.
MCM: Sobre la repetición electoral, yo pregunto: si tampoco les gusta el resultado
de esas segundas elecciones, ¿qué hacemos? ¿Unas terceras? ¿Unas cuartas?
¿Seguimos repitiendo elecciones hasta que gane el régimen?
CAT: A Lula podríamos pedirle que repita las elecciones en Brasil: él le ganó a
Bolsonaro por menos de dos puntos; Edmundo a Maduro por casi 40…
MCM: Exacto. Hay un doble rasero moral evidente. Es una falta de respeto a los
venezolanos que arriesgaron sus vidas por votar. Fuimos a estas elecciones bajo las
reglas de la tiranía y arrasamos. Ahora quieren ignorar esos votos. Es una afrenta a
la dignidad nacional e individual de cada venezolano.
CAT: Luego está la idea, también lanzada por Lula, de un Gobierno de coalición
entre Maduro y la oposición.
MCM: Ah, sí. Lo que llaman ‘power-sharing’: Maduro se queda, pero reparte unos
caramelitos entre los sectores de la oposición que a él le gusten. ¿En qué cabeza
cabe que los venezolanos aceptarían algo así?
CAT: Otra maniobra alude a una salida negociada sin ti. En palabras de nuestro
amigo Álvaro Vargas Llosa, algo así como una salida sin Lech Walesa en Polonia
o sin Václav Havel en Checoslovaquia.
MCM: La cuestión es sencilla: ¿quién elige a los representantes de los venezolanos?
¿Maduro? ¿La comunidad internacional? No. Los eligen los venezolanos, y ya lo
hicieron. En las primarias del 22 de octubre me eligieron a mí y en las elecciones del
28 de julio, a Edmundo González. Edmundo y yo somos un equipo indisoluble y
ninguna maniobra va a separarnos. Para que no haya dudas: estamos dispuestos a dar
garantías, salvaguardas e incentivos en una negociación para la transición. Pero aquí
no habrá ‘power-sharing’ ni nuevas elecciones ni nada parecido. Se respetará el
resultado del 28 de julio y a los representantes elegidos por los venezolanos.
CAT: Hay una izquierda tuerta, que solo ve dictaduras de derechas y cuyo amor a la
democracia es inferior a su odio ideológico. Pero la defensa de Maduro alcanza
niveles extremos. ¿Por qué tantos Gobiernos y dirigentes de izquierda siguen
justificándolo? ¿Es sectarismo o negocio?
MCM: Es incomprensible. Maduro es tóxico para ellos y lo saben. Es más, yo creo
que el 28 de julio es un parteaguas. Ya lo verás. Surgirán más voces desmarcándose
del régimen y diciendo que en Venezuela no hay un combate entre la izquierda y la
derecha, sino entre la democracia y la tiranía.
CAT: Por tanto, la postura de Boric te parece inaugural.
MCM: Sin duda. Y los venezolanos le estamos muy agradecidos. Cada vez que
alguien alza la voz en defensa de la verdad y la democracia en Venezuela el efecto es
poderosísimo. Te lo decía respecto a vuestro viaje frustrado a Caracas. ¡Que alguien
pueda decir que fue inútil! Todo lo contrario.
CAT: Hablas de la importancia de alzar la voz. Hay un español con información
privilegiada que, sin embargo, no ha abierto la boca: Rodríguez Zapatero. Hace
unos días el Gobierno dijo que «aprecia y valora» su labor en Venezuela y que le
consta que a la oposición también. ¿Es así?
MCM: Desconozco en qué consiste esa labor. Puedo hablar por mí; no por otros
actores, ya que ignoro su relación con esta persona. En todo caso, el silencio es
tomar partido. Y aquí no hay lugar para la indiferencia o la neutralidad. Incluso
aquellos que justifican su silencio en la necesidad de mantener cierta interlocución
con el régimen asumen una postura inaceptable frente a las víctimas y sus familias.
CAT: ¿Y los militares? Sería deseable que entendieran que para ser patriotas antes
hay que ser demócratas. Pero la respuesta agresiva de Vladimir Padrino a vuestra
carta pidiendo a los militares respeto a la soberanía popular no es alentadora.
MCM: La reacción furibunda de Padrino es una confesión. La Fuerza Armada sabe
que ganamos las elecciones porque fueron testigos. De hecho, no hubiéramos podido
obtener las actas sin la cooperación de militares y funcionarios del CNE, que
desobedecieron órdenes. Las bases de la Fuerza Armada, como el resto de los
venezolanos, ansían un cambio.
CAT: Entonces, ¿descartas una represión por parte de la Fuerza Armada?
MCM: No. Hay grupos dentro de la Fuerza Armada que podrían usar la violencia,
incluso mercenarios. No quiero especular. Lo que sí sé es que, en estos momentos,
dentro de la Fuerza Armada se está dando la discusión más importante y decisiva de
su historia. Tienen el mandato de respetar la soberanía popular y servir a la nación,
no a una facción política. Les pedimos que no repriman al pueblo y que eviten que
otros lo hagan.
CAT: Creo que coincidimos en que la valentía es la virtud más importante para la
política. Incluso para la vida. Como el salmón: río arriba, siempre río arriba…
MCM: ¡Sí, así es mi vida! Contra la corriente, siempre.

CAT: De hecho, pocos salmones he conocido como tú, con más constancia y más
coraje. Llevas 25 años de lucha. Durante buena parte de ese tiempo, los
autoproclamados moderados –de todos los partidos e ideologías– te tacharon de
radical, facha, dura, marginal. Hoy lideras un movimiento masivo que abarca todos
los sectores de la población, incluidos los más humildes. ¿El tiempo te ha dado la
razón? ¿Cuánto has cambiado tú y cuánto la sociedad venezolana?
MCM: (pausa) Es evidente que las realidades políticas, económicas y sociales han
acercado a muchas personas a nuestras posiciones. Pero también ha habido un
proceso de comunicación más íntimo, una conexión personal, al margen de la
coyuntura y de las multitudes. Mi visión política y mis valores se han mantenido,
pero he ido abriendo mi corazón.
CAT: ¿En qué sentido?
MCM: No sé si tiene que ver con ser mujer, pero en una sociedad tan dura e injusta
con las mujeres, especialmente en la política, tendemos a cerrarnos emocionalmente.
Si un hombre muestra sentimientos, resulta conmovedor; si lo hace una mujer, se la
considera débil. Esto hizo que me cerrara. Pero estos dos años han operado en
sentido contrario: me han obligado a abrirme, a mostrarme tal como soy. Personas
me abrían su corazón al oído y yo en respuesta les abría el mío. A veces pensaba:
«¿De verdad has dicho eso, María Corina? ‘¡You’ve come a long way!'» He logrado,
sí, establecer con la gente una relación de intimidad, abriendo mi alma y superando
el miedo a ser juzgada. Por ser mujer. Por provenir de una familia con dinero. Por
ser liberal. Por cualquiera de los factores que teóricamente, y según me habían
hecho creer, impedían que alguien como yo pudiera representar a una mayoría
social.
CAT: Liberarte de todo complejo no ha reducido tu fuerza electoral y política, sino
al revés.
MCM: Eso es. He aprendido a asumir con orgullo quién soy, sin vergüenza.
CAT: Nunca te he visto usar tu condición de mujer para hacer política. Eres
amazónica, anti-victimista. De hecho, la izquierda ni siquiera te reconoce como
mujer. No te concede el privilegio de la condescendencia que reserva a las mujeres
de izquierdas. Sin embargo, tu condición de madre ha jugado un papel importante
estos años. Para empezar, te ha identificado con millones de venezolanos que, como
tú, sufren el exilio de sus hijos. Creo que te ven, a la vez, como una política dura y
una madre protectora. Más que el tópico de la «dama de hierro», una «mamá de
hierro». ¿También te percibes así?
MCM: De todos los carteles que me regalaron en campaña, uno en particular me
conmovió. Decía: «María Corina, la Mamá de Venezuela». Lo puse en mi oficina
porque expresa lo que muchas mujeres sentimos: que somos las madres de todos
estos jóvenes. Incluso hombres mayores se acercan en busca de un abrazo maternal.
Siento que el país necesita esa protección de madre, que no solo cuida, sino que
también impulsa, responsabiliza y exige.
CAT: Una mamá que a la vez planta cara a una tiranía criminal encabezando
manifestaciones masivas…
MCM: ¿Qué no haría una madre por sus hijos? Todo, absolutamente todo.
CAT: El pesimismo es el mayor aliado del populismo porque liquida la idea de que
hay una alternativa. Sin embargo, siempre hay una alternativa; la clave está en
construirla y ahí es donde despuntan los verdaderos líderes. Háblame de eso: de la
esperanza.
MCM: ¿Sabes cuántas veces nos dijeron que era imposible derrotar a la dictadura?
La desmoralización es el arma más perversa del régimen, porque te neutraliza. Por
eso yo asumí que mi función principal en todo este proceso era mantener la moral
alta. La mía propia, la de mi equipo y la del conjunto de los venezolanos. Soy la
gran moralizadora de Venezuela.
CAT: Y de muchos demócratas en todo el mundo. ¿Cómo lo hiciste?
MCM: Volvemos al asunto central de la verdad, que ha sido mi principal aliada.
Hay que hablar descarnadamente con la verdad, contando a los ciudadanos todo: lo
bueno y lo malo. Por ejemplo, algunos sugerían que no debíamos mencionar las
trampas del CNE porque entonces la gente no iría a votar. Mi posición era la
contraria: vamos a decir la verdad con todas las letras. No podemos tratar a los
ciudadanos como si fueran ignorantes o niños. No lo son y además ellos saben lo
que pasa: lo viven, lo ven. La mentira, el eufemismo y el subterfugio ahondan la
desconexión entre el pueblo y sus políticos, que es de lo que se alimentan los
enemigos de la democracia. En cambio, decir la verdad permite reconstruir la
confianza, que es la base de una sociedad libre.

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