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Contraviento

Educación en Uruguay: Reformas, resistencia docente, una enseñanza que sigue mirando por el retrovisor

18 octubre, 2024

A pesar de las reformas educativas impulsadas por el gobierno de Luis Lacalle Pou y los esfuerzos por modernizar el sistema, los resultados de estos cambios aún tardarán en evidenciarse. Pero la resistencia de los docentes y la politización de la enseñanza mantienen a Uruguay mirando hacia el pasado.

Los gremios han jugado un papel central en la defensa del statu quo, con lo que se ha continuado replicando un modelo educativo del siglo XX, decorado con tecnología y materiales didácticos, pero sin introducir verdaderos cambios estructurales. Incluso con la introducción de computadoras en las aulas, la integración de la tecnología ha sido superficial, sin impactar de manera real en los métodos pedagógicos ni en la estructura educativa.

El nuevo plan educativo: ¿un primer paso?

El nuevo plan introducido por el gobierno ha sido un avance importante, pero los resultados demorarán en verse. No obstante, estos primeros cambios no serán suficientes; es necesario avanzar hacia una segunda reforma educativa más profunda, que aborde los problemas estructurales del sistema y prepare a las nuevas generaciones para el mundo cambiante en el que vivimos.

¿Autonomía en los centros? Un desafío pendiente

Una de las reformas clave ha sido la autonomía de los centros educativos, permitiendo mayor flexibilidad en la planificación. Sin embargo, el personal de los centros no está formado ni capacitado para elaborar sus propios planes de estudio. Muchos docentes, además, no muestran interés en asumir esa responsabilidad, ya que implicaría romper con el statu quo que conocen y mantienen desde hace décadas.

El ciclo secundario y su falta de propósito

Otro problema crítico es que la educación secundaria no es finalista, es decir, no prepara a los jóvenes con las habilidades necesarias para insertarse en el campo laboral. Esto provoca que muchos estudiantes no se sientan atraídos por el estudio, al no encontrar en él una conexión con sus futuras oportunidades laborales o con el mundo real. Es urgente rediseñar el ciclo secundario para que ofrezca a los jóvenes una formación que les permita enfrentar los retos del mercado laboral actual.

 El «puente roto» de Julio Castro: De primaria a secundaria y más allá

En 1949, el pedagogo Julio Castro describió el pasaje de primaria a secundaria como un «puente roto», señalando la discontinuidad en el proceso educativo. Aunque se refería a esa etapa, hoy podemos extender esa metáfora al pasaje entre secundaria y los ciclos terciarios, que se ha convertido en un salto al vacío. Los estudiantes se encuentran con una estructura fragmentada en secundaria y luego deben enfrentarse a la falta de apoyo y guía en los niveles superiores, sin una transición adecuada que los acompañe.

 Tecnología en las aulas: mucho ruido, pocas nueces

El famoso programa de equipar a los estudiantes con computadoras ha sido uno de los proyectos más visibles, pero la falta de formación docente en pedagogías digitales ha convertido esta inversión en poco más que un adorno. La tecnología se ha sumado a un modelo que no ha sido diseñado para integrarla eficazmente. Es necesario avanzar hacia un uso real de estas herramientas para transformar la manera en que se enseña y se aprende.

La necesidad de reformar la formación docente

Para que cualquier reforma educativa sea realmente efectiva, se hace imperioso reformar los planes de formación de los nuevos docentes. Los egresados de los centros de formación actual están poco dispuestos a aceptar cambios y muchos de ellos salen con un alto grado de politización, lo que genera una resistencia constante ante cualquier innovación en el sistema. Si no se modernizan estos planes, la cultura de la enseñanza continuará aferrada a prácticas obsoletas. No podemos pretender comprender el presente y trazar una ruta hacia el horizonte con la mirada clavada en el retrovisor. Mucho menos cuando la velocidad y la aceleración continua de las innovaciones nos increpan sobre el futuro de la formación docente. No se trata de abrazar el discurso ideológico sobre el presente como referencia significante, que desestima el peso de lo histórico concreto en la modelación del mañana. El problema surge cuando las afirmaciones que formaban parte del “marco conceptual” resultan insuficientes y caemos en cuenta que la necesaria cultura de la tradición pedagógica no siempre logra empalmar con la aceleración de la innovación y su impacto en los procesos de enseñanza aprendizaje.

 Mirando hacia el futuro: ¿Qué necesita la educación en Uruguay?

                                  

El sistema educativo uruguayo debe mirar más allá de simples ajustes cosméticos y apostar por una transformación profunda. Más presupuesto no ha significado mejores resultados (Cuadro 1); lo que el país necesita es una educación secundaria finalista, que motive a los jóvenes y los prepare para un mundo en constante cambio.

PRESUPUESTO ASIGNADO A LA EDUCACION

El aumento del gasto en educación en dólares constantes ha sido 500 % más que en 2006 y el resultado no ha cambiado. (17 % más de egreso)

Es imperativo que los gremios y las autoridades educativas comprendan que aferrarse a un modelo del pasado no solo frena el desarrollo del país, sino que también deja a miles de jóvenes desmotivados y sin las herramientas necesarias para enfrentar el futuro. El futuro de Uruguay está en sus jóvenes, y la clave para un futuro próspero es romper con la inercia y modernizar de manera real su sistema educativo.

Permítanme ser escéptico sobre las reformas educativas

Permítanme ser escéptico respecto a la posibilidad de implementar las reformas educativas tan necesarias en nuestro sistema. Si bien todos coincidimos en que la educación debe adaptarse a los tiempos, las barreras que enfrenta cualquier intento de transformación parecen insalvables, y la raíz del problema está, a mi entender, en la formación docente.

Nuestros futuros educadores se están formando en centros donde los programas educativos parecen anclados en la década de los 60. En lugar de preparar a los docentes para afrontar los desafíos del siglo XXI, se les educa bajo un enfoque pedagógico obsoleto, desconectado de las realidades actuales y de las necesidades de los estudiantes de hoy.

Es difícil imaginar un avance cuando aquellos que deberían ser agentes de transformación se resisten ferozmente a cualquier reforma que los mueva de su zona de confort. La realidad es que los docentes, formados en estos programas desfasados, suelen oponerse activamente a las innovaciones educativas. Y cuando lo hacen, no es raro ver paros, manifestaciones y bloqueos, acciones que ralentizan cualquier intento de modernización.

Permítanme ser escéptico, pues mientras la resistencia al cambio esté tan profundamente enraizada, será complicado –si no imposible– implementar reformas que realmente transformen nuestro sistema educativo. La formación docente, tal como está, prioriza la conservación de ciertos privilegios por encima del interés por mejorar la calidad de la enseñanza.

Es, por tanto, natural preguntarse: ¿cómo se puede cambiar un sistema cuando sus principales actores –los docentes– no solo no están preparados para el cambio, sino que lo rechazan abiertamente? ¿Cómo se puede hablar de innovación educativa cuando los que deberían ser los primeros en impulsarla están formados bajo esquemas que ya no tienen cabida en un mundo globalizado y digital?

Cambiar el enfoque educativo a uno basado en competencias sin preparar a los docentes puede generar un desajuste significativo. Los profesores necesitan estar capacitados no solo para enseñar bajo este nuevo enfoque, sino también para evaluar a los estudiantes en función de esas competencias. Si no hay una sincronización entre el currículum de los estudiantes y la formación de los docentes, los objetivos de la reforma pueden verse comprometidos, y los estudiantes podrían no recibir la enseñanza adecuada para el nuevo modelo educativo.

Hasta que no se reformen las bases mismas de la formación docente y se despolitice este proceso, tengo serias dudas sobre si veremos algún progreso real. Las reformas educativas no solo son un desafío técnico, sino cultural e ideológico. Y mientras no enfrentemos ese problema de fondo, me temo que todo intento de reforma quedará en papel mojado.

«El cambio no solo es tarea del Estado: los padres, actores clave frente a la resistencia de los gremios docentes»

En la actualidad, la educación enfrenta una transformación crucial. Sabemos que los avances en tecnología, las nuevas metodologías de enseñanza y la necesidad de formar a nuestros hijos para un mundo en constante cambio requieren el compromiso de toda la comunidad educativa, incluidos nosotros, los padres.

Por ello, es imprescindible que las familias se involucren de manera directa y colaboren en este proceso de transformación. Los padres tienen un papel crucial para garantizar que los cambios necesarios se implementen de manera eficaz y que las voces de quienes se resisten al progreso no dominen el discurso educativo.