Pese a la cuidadosa licuación en el formato y los contenidos, el seudodebate permite sacar importantes conclusiones
Escuche la nota:
“No voy a aumentar los impuestos”- Repitió como un autómata Yamandú Orsi, aferrándose al libreto que le habían preparado. Como el lobo que aseguraba a Caperucita que era la abuelita y que las orejas tan grandes eran para escucharla mejor.
Sabía que no era cierto. La suma de todos los dones que prometía derramar generosamente sólo podrían financiarse con aumento de deuda, de emisión-inflación o con más impuestos. El vago plan de que eso se lograría con crecimiento simultáneo era, además de un sueño, incompatible con su plan de reparto.
Lo era también su deliberada confusión de que “mejorar la calidad del empleo” era equivalente a aumentar alegremente los sueldos de los empleos en tareas más precarias y de escasa o nula especialización y al mismo tiempo sostener que las empresas crecerían de esa forma y no vacilarían en incorporar esos aumentos a sus costos, volviéndose mágicamente más competitivas pese a ello.
No es lo mismo aumentar el empleo privado que el estatal
Peor fue su aparente convicción de que es lo mismo mejorar el empleo en cantidad y salarios vía el Estado que vía el sector privado, lo que parece creer que podría hacerse sin límite alguno por la capacidad de gasto-recaudación o sin que se requiriera una mayor productividad en el sector privado. Y al mismo tiempo sostener la consabida muletilla de agregar valor a la producción primaria – como también aseguró – por medio de algún método aún no conocido.
También sabía que se contradecía deliberadamente cuando sostuvo con aires de republicano que las AFAP no serían estatizadas o eliminadas “por respeto a la recientemente manifestada voluntad popular”, mientras que de inmediato explicó que “quienes quieran jubilarse a los 60 años podrán hacerlo”, lo que también fue rechazado de plano en el mismo derrotado plebiscito que acababa de citar. En ese caso, la voluntad popular no se respeta.
Aparentemente, el candidato frenteamplista quería mostrar su independencia de la embozada y silenciada “Plataforma programática” (o como se quiera llamarla) de su fuerza política, pero nada de lo que dijo se contradice con esa orden partidaria que tendrá que cumplir.
No olvidar el manifiesto frenteamplista
Se recordará que ese manifiesto frenteamplista tiene como uno de sus pilares la aplicación de nuevos impuestos a los ahorros en el exterior, con alguna denominación que será lo suficientemente atractiva para satisfacer el resentimiento, o para justificar el manotazo fiscal, o para la incorporación de nuevas categorías de contribuyentes, lo que, dialécticamente -como corresponde a su ideología marxista- no se encuadraría en la categoría de “aumento de impuestos”.
Lo mismo ocurre con el impuesto a las sucesiones, o a la herencia, que, mientras que en Estados Unidos comienza a regir por encima de los 10 millones de dólares, con bajas alícuotas para los familiares cercanos, en el neomarxismo de las amazonas europeas acaba de ser aplicado sobre cualquier herencia superior al millón de euros, sin distinción de grado familiar. A medida que el impuesto a “los ricos” no alcanza, se mete en esa categoría a cualquiera que tenga un buen sueldo, una casa y un auto.
Esta combinación de nuevos impuestos o categorías, (ojo, por ninguna razón denominarla como “aumento de impuestos”) tiene una consecuencia irremediable, como tantas otras consecuencias de las políticas económicas “sensibles y populares”. El ahorro de los residentes orientales en el exterior tiene esencialmente tres destinos: se convierte en capital, se convierte en inversión, o se conviene en consumo de alto valor agregado. Los tres elementos movilizantes del crecimiento de la economía.
El estado y su apoderamiento del ahorro privado
Si el estado se apodera gradualmente de ese ahorro, que además es finito, a diferencia de los gastos demagógicos conocidos cono “derechos” por la izquierda woke patriagrandista y lo reparte con su vocación de solidaridad con dinero ajeno, desaparece ese factor de inversión, de creación de capital y de alto consumo. Sin siquiera tener en cuenta aún la estampida de radicaciones e inversiones que esa acción de apoderamiento significaría.
Mal puede creerse que de semejante accionar puede surgir el crecimiento imprescindible, que Orsi promete. Pensar que ese crecimiento puede lograrse vía el estado no parece tener soporte alguno en la evidencia empírica. Salvo en las dictaduras, donde la evidencia empírica es convenientemente irrelevante.
Delgado en cambio, dejó de decir algo importante. Si bien citó la presión de los “expertos” del Frente durante la pandemia para decretar el encierro total y cruel de la población, omitió su ponencia de un subsidio generalizado y delirante mediante un impuesto nuevo a la riqueza. (estupidez réplica de la del kirchnerismo y larretismo argentinos, que además de torturar (sic) a la sociedad ahuyentó instantáneamente y por años la inversión y el crecimiento)
El plan de fondo del Frente es el aumento de la cantidad de impuestos
Eso hizo que la ministra Arbeleche -con más conocimientos, sensatez, coherencia y solidez que Oddone- les dijera a los representantes del FA: “lo que ustedes quieren no es combatir la pandemia, sino un aumento del gasto”. Y de impuestos, el plan de fondo del frenteamplismo.
Si el público no se deja marear por la verborragia de los derechos infinitos y las reivindicaciones mútliples, crecientes y milagrosas de la izquierda, lo que propone ahora Orsi, es lo mismo que propuso su fuerza durante la pandemia.
Para esa misión, propone lo que denomina consensos, acuerdos-país, diálogo nacional, empoderamiento de los sindicatos, (sobre todo luego de advertir que los plebiscitos absurdos son rechazados por la sociedad), que se alejan del sistema republicano representativo. Lo que evita nombrar, pero que se conoce como el estado de asamblea, (o como “democracia directa”, un truco verbal del materialismo dialéctico) al que tan seguido recurren los gobiernos regionales de izquierda cuando el voto democrático rechaza lo que pretenden. Y que el Frente ha adoptado, evidentemente.
Si bien Delgado advirtió que el Ejecutivo está para gobernar, no para cumplir lo que ordenen las asambleas, debió ser más explícito en el punto, lo que su propio libreto seguramente le prohibía.
El seudodebate estaba planificado para que los candidatos no tuvieran que decir nada. Al menos en lo económico, Yamandú Orsi se las ingenió para decir demasiado.