
Juan R. Rodríguez Puppo
“No hay nada que aprender del éxito” dijo el legendario David Bowie.
Podríamos entonces aprender de los fracasos. Y me incluyo en esa lista de personas. El problema es que no queda muy claro cuántas veces habrá que perder elecciones para que nuestros dirigentes políticos consideren que ha llegado el momento de considerar este siglo como tiempo de fracasos.
Vivimos en un nuevo país. Uno muy distinto al que teníamos cuando se forjó la matriz de nuestra cultura política .
En las elecciones de 1966, Colorados y Blancos sumaban 1 millón cien mil votos y el FIDEL sumado al PDC no superarán los 140 mil votos. (aprox.)
En 1971 se dieron cuenta que debían coaligarse. Juntarse para vencer a los Partidos tradicionales. La propuesta de una alianza superior no disimulaba las profundas diferencias que había entre cristianos y marxistas o entre tupamaros y batllistas escindidos, etc. No los unía el amor. (Borges).
Y la espera por resultados triunfales se hizo larga. Cinco derrotas consecutivas sufrieron en elecciones nacionales y 34 años les llevó alcanzar el Gobierno. En el camino escisiones y hasta medidas dolorosas. Alguna hasta con visos de alta traición, como fue “desprenderse” del liderazgo del gral. Seregni. Recordamos aún sus penosas y sentidas palabras de autocritica por haber aceptado alguna vez que el MLN se integrara políticamente al FA. Muchos dirán que esa Coalición fue bastante más que juntarse para que “no gane la derecha”. Es probable que haya sido más y hasta tuvieron la virtud de irse convirtiendo en un Mega Partido con sublemas fuertes. No obstante ello, la idea fuerza fue siempre: Juntarse para vencer al otro.
Y lo que haya que hacer para lograr ese objetivo se hizo. Hasta decirle “chau” a su líder histórico.
Por si fuera poco “nosotros” dimos una ayudita extra al pergeñar el balotaje y de paso re consolidar un nuevo bipartidismo. Hoy no estamos bailando con música prestada. Fuimos nosotros mismos quienes la compusimos pero aun no la hemos aprendido a cantar. Nuestro balotaje dividió las aguas de una sociedad que empezó a sincerarse ideológicamente. Antes liberales y socialdemocratas votaban dentro de los partidos tradicionales y acumulaban para una identidad partidaria que reposaba más en la historia o la costumbre que en las ideas. El FA y el balotaje facilitaron las cosas para dar cabida a seguidores del colectivismo o del estado sobreprotector. La lógica de tercios desparejos solo nos va quedando como recurso para lograr una cantidad de bancas quéy en el mejor de los casos nos contenta sabiendo que el progresismo no ha alcanzado una mayoría absoluta en la Asamblea General. Fue así en octubre. Desunidos los liberales es hasta probable que sumemos más votos que si fuéramos juntos. Pero ayun así en octubre pasado tanto voto disperso en lemas minoritarios sin representación solo sirvieron para consolidar una mayoría parlamentaria del FA exclusiva -eso sí- para el Senado. (Y cuanta pena nos dio por ej. que un Pablo Mieres no haya llegado al senado). Sigue siendo incomprensible la legislación electoral uruguaya que permite que quien tuvo menos votos tenga luego por restos sin representación una mayoría por un absurdo subterfugio residual.
En resumen. Compusimos el tema musical “Balotaje” para luego insólitamente bailar por separado y permitir así que esa casi mitad del Uruguay-que se define y vota de izquierda o progresista-superando el 43% en octubre le sea muy fácil alcanzar la mayoría en noviembre.
Y por si fuera poco, no solo nos presentamos desunidos sino que además y para que no nos tilden de neoliberales o de derecha o “supremacistas” o machistas ofrecemos un menú al electorado que no difiere mucho del recetario progre de nuestros adversarios. Entiendo el ¿por qué? Pero el elector no tanto y termina prefiriendo el original a la copia.
Aun así no habrá Coalición Republicana. No hay affectio societatis aún suficiente para madurarla y qué tenga otra organicidad. Falta coraje y sobran cargos y sillones calentitos o a calentar en 5 años. Nadie saldrá de su “chacrismo” hasta que las derrotas pongan en juego sus zonas de confort. Hay un Uruguay que no considera a Venezuela un país con “déficit democrático”. Lo consideramos una DICTADURA. Esos deberíamos votar juntos en un mismo lema de aquí en más.
Me dicen que es difícil armarlo cuando eres oposición.
Mi pregunta es obvia:
¿Con qué cara te vas a presentar al elector en 2029 solicitando el voto para un futuro gobierno de Coalición si estuviste 5 años a los codazos entre “socios”?
Arranquen al menos con una agenda común de temas en los que pase lo que pase piensan votar unidos. Empiecen ahora antes que sea demasiado tarde para lamentarse. No deseo que el Himno nacional en el partido inaugural del Mundial de 2030 lo cante “La Catalina”.