
El relato fácil y populista de la justicia social y la equidad cae a pedazos ante el menor análisis y la evidencia empírica tan odiada
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El designado ministro de Economía del próximo gobierno socialista, Gabriel Oddone (el raro, en español), acaba de declarar que tratará de convencer al futuro ministro de Trabajo, Juan Castillo de las bondades de dejar de indexar automáticamente por la inflación pasada todos los salarios.
Para su mal, tiene razón. La economía oriental, luego de 15 años de gobiernos neomarxistas, se indexa automáticamente, a veces por norma legal, a veces por prácticas consuetudinarias (todas rotuladas como derechos irrenunciables adquiridos) por la inflación pasada. Eso se aplica no sólo a los privilegiados empleados del estado, sino a todos los trabajadores y aún a todos los servicios, con prescindencia de su formato, desde los más precarios a los más complejos. Desde el honorario de un jardinero a los alquileres de los cofres de seguridad, que se aumentan anualmente en dólares por una supuesta inflación no especificada.
Inflación creciente garantizada
Esa práctica garantiza la inflación creciente, ya que la cifra del costo de vida del año previo es la base inflacionaria del año siguiente. La única forma de contrarrestar esa situación es bajando el gasto en conceptos no salariales, o sea los esenciales, lo que condena a la ineficiencia en cualquier proceso que intente reducir el flagelo inflacionario, al dedicar cada vez más fondos a los salarios de la burocracia y no a los servicios esenciales.
En el caso de las empresas privadas, genera un aumento de costos sin aumento de producción que de a poco, lleva al encarecimiento de los bienes, cuando no al cierre. O peor, a la estafa de la subvención estatal a las empresas privadas, largamente sufrida por los orientales.
Este es un fenómeno que excede la ideología y el partidismo. La sociedad uruguaya, en su mayoría, cree que esa indexación es justa y corresponde, y considera que de no hacerlo, se le está robando, sin comprender que el efecto es el opuesto. Un razonamiento contraintuitivo que se da en muchos casos similares.
Las metas de inflación son imposibles de alcanzar
Para agravar la situación, los gobiernos intentan cumplir metas de inflación imposibles de alcanzar por las razones explicadas, y terminan emitiendo más para cubrir el bache, o tomando deuda, lo que es mucho peor y termina aumentando todavía más el costo de vida.
Eso al Frente Amplio no le importa porque coadyuva a empujar el aumento de impuestos, que es el objetivo fundamental de todas las ideas, planes y plataformas del socialismo en todos sus formatos y apodos.
Por todas esas razones, la idea de convencer al ministro Castillo es utópica e infantil, porque el ministro de Trabajo no quiere ser convencido. Defenderá la supuesta conquista social y la seguridad jurídica de la necedad hasta obligar al aumento de impuestos. Lo que llevará a que el ministro Oddone termine siendo una suerte de “ministro testimonial”, que fue exhibido como propaganda electoral como prenda de que “nada de fondo cambiaría” y que corre el riesgo de ser descartado en cuanto exhiba cualquier síntoma de sensatez económica.
Para torcerle la mano a Orsi
La columna viene insistiendo en que se torcerá la mano del presidente Orsi para que le resulte incumplible su forzada promesa de no aumentar ni crear más impuestos, por vía el aumento del gasto con cualquier pretexto o formato. El colega Graziano Pascale sostiene en una reciente columna que toda oposición a Oddone es una oposición a Orsi. Y peor aún, que Oddone está ensayando una salida técnicamente digna porque ya sabe que su gestión terminó antes de empezar. Es altamente probable. El Frente no quiere un nuevo Astori que lo obstaculice.
Con lo cual debe darse por descontado una elevada inflación, creada por el daño autoinducido descrito y por la suma de otros gastos que satisfagan los deseos transformados en derecho por el FA y luego satisfechos con el dinero ajeno.
Esa inflación elevada es suficiente para desincentivar cualquier inversión y cualquier crecimiento de empleo o de bienestar, como se ha probado hasta el aburrimiento. (Lo que Castillo ignora por ignorancia y porque quiere ignorar) Aunque también presagia la aplicación de nuevos impuestos, ya que el gasto se seguirá aumentando con cualquier excusa o en nombre de cualquier derecho “humano” todo lo que sea necesario hasta forzar el aumento de la presión impositiva confiscatoria.
El espejismo del reparto de un aumento de impuestos
Y ahí viene la segunda parte del no plan, o del plan oculto, o del plan que el sistema prefirió creer que no existía. El tipo de impuestos que el nuevo gobierno quiere aplicar es sobre los patrimonios y los ahorros de los particulares, progresivos, además. Esto también es un espejismo de equidad y justicia social que se derrumba por sí solo en poco tiempo, ahora se verá por qué.
Un aumento de la carga impositiva sobre “los que más tienen”, además de satisfacer la envidia y la creencia de que la riqueza ha generado la pobreza (que ya estaba antes de que llegara la riqueza, en todo tiempo y en todo lugar) tiene algunos efectos que siempre se producen pero siempre se omiten en el análisis.
Aun suponiendo que el estado, o la fatal y arrogante burocracia es capaz de manotear impuestos y redistribuirlos sin ninguna ineficiencia ni corrupción entre los sectores de menores ingresos, tal confiscación produce dos efectos en el consumo: por un lado aumenta el consumo de los sectores más bajos, y por otro disminuye el consumo de los sectores de más capacidad económica.
Esto, en una mirada precaria e inmediatista, parece una medida de justicia social y de reivindicación de las clases oprimidas por usted, lector. Y de paso un castigo sobre los que creen en la meritocracia, el esfuerzo y el éxito, un sector intolerable para el neomarxismo.
Ensoñación redistributiva
Pero ocurre que el tipo de consumo que aumenta con esta medida no es del mismo grado de importancia económica que el consumo que merma. Mientras que el consumo incremental estará compuesto mayoritariamente de bienes básicos con bajo valor agregado, el consumo que merma será el de bienes de alto valor agregado, de mayor requerimiento de capital, insumos, trabajo especializado e investigación.
(Quienes crean que ese consumo no mermará pese a los impuestos sobre patrimonio y ahorro, son los que desconocen la acción humana, o sea la libertad)
Esa sumatoria bajará el PIB, aumentará el peso relativo de la deuda, desincentivará la inversión y creación de nuevas industrias y pymes y reducirá la recaudación. En poco tiempo la situación será igual que la inicial y se repetirá el ciclo hasta llegar a Cuba, Venezuela y en un futuro no lejano España y por qué no toda Europa.
Con lo cual se repetirá el ciclo conocido y largamente probado por la evidencia empírica que ha llevado a la tiranía de las burocracias, o a las dictaduras si se prefiere, ya que una vez comenzado el proceso no se detiene.
Esta vez “lo haremos bien”
Claro que seguramente, “esta vez el gobierno lo hará mejor y más eficazmente”. Porque siempre estará el estado para suplir la ausencia de los privados, con los resultados ya conocidos.
Y por eso, simplemente por eso, no hay derecho a suponer que en 2029 se producirá una alternancia democrática como les encanta creer a los mismos que creyeron que se podía ofrecer cualquier alternativa electoral con cualquier formato y candidatos porque “no volvían más”.
La voluntarista y demagógica propuesta de felicidad y derechos subvencionados del socialismo es simplemente una carnada en un eterno anzuelo. Y sólo cierra con dictadura.