Con casi dos siglos de vida sobre sus espaldas, el Uruguay ha aprendido la dura lección de la historia: los grandes objetivos del país no pueden alcanzarse sobre la base de la división, el encono y el enfrentamiento permanente, que pueden por momentos hacer olvidar que somos todos hijos de la misma patria, y que la forja de su destino es una obra colectiva, de la cual nadie puede sentirse ajeno.
La gran repercusión que tuvo el estreno de Contraviento.uy en las redes confirma la premisa sobre la cual el núcleo fundador asumió el desafío de ofrecer a los internautas un nuevo medio de comunicación.
Sin el apremio que puede suponer un compromiso previo con un grupo de interés o un partido político en particular, este portal aspira a convertirse en un lugar de encuentro de lectores motivados por el pensamiento libre y la razón, que comparten una visión común de los asuntos públicos basada en la libertad; la igualdad entre las personas sin distinción de raza, género o preferencias sexuales; la vigencia del Estado de Derecho que privilegia la ley por sobre la voluntad de gobernantes o grupos de interés; y el convencimiento de que la justicia social debe orientar la acción de los gobernantes, en procura de apoyar a los más débiles y frágiles de la sociedad en la búsqueda de sus objetivos en la vida.
Este bagaje no es otro que el mismo que, ajustado a la visión de aquellos tiempos, inspiró a los “padres fundadores” del Uruguay. Separados primero del imperio español, y luego del luso-brasileño, y afianzado su propio carácter luego de dejar atrás la etapa “argentina”, el Uruguay fue perfilando esa característica de país abierto y libre, promotor de la paz y preocupado por el bienestar de aquellos que comienzan en desventaja su camino en la vida.
Con casi dos siglos de vida sobre sus espaldas, el Uruguay ha aprendido la dura lección de la historia: los grandes objetivos del país no pueden alcanzarse sobre la base de la división, el encono y el enfrentamiento permanente, que pueden por momentos hacer olvidar que somos todos hijos de la misma patria, y que la forja de su destino es una obra colectiva, de la cual nadie puede sentirse ajeno.
El sistema democrático, el que el Uruguay ha preferido desde el comienzo y ha ido perfeccionando, con el sacrificio de quienes en el pasado buscaron dar mayores garantías al voto y al derecho de las minorías, es el único que garantiza que el poder político responda a los intereses de la mayoría, respetando la Constitución y la ley.
En ese camino estamos, convencidos de que toda obra humana es perfectible. Desde esa perspectiva, contribuiremos desde aquí en esa tarea común de afianzar la libertad y la igualdad de las personas. Lo haremos basados en los cimientos del país, que se condensan en los primeros cuatro artículos de la Constitución, que pueden ser leídos como una sola frase con unidad conceptual, y que resumen el ADN democrático del Uruguay:
“La República Oriental del Uruguay es la asociación política de todos
los habitantes comprendidos dentro de su territorio. Ella es y será para siempre libre e independiente de todo poder extranjero. Jamás será el patrimonio de personas ni de familia alguna La soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, a la que compete el derecho exclusivo de establecer sus leyes”.