No se trata de postular la fusión de partidos que nacieron de una raíz histórica diferente, sino de acordar su presentación electoral en torno de puntos comunes, en sintonía tanto con lo que hace 63 años avizoraba Luis Alberto de Herrera, y con lo que hace un cuarto de siglo viene postulando Julio María Sanguinetti.
Los 30 años que mediaron entre el célebre discurso de Luis Alberto de Herrera del 1 de marzo de 1959, apenas 39 días antes de morir, anticipando que las futuras luchas políticas en el Uruguay no serían más entre blancos y colorados, y el llamado de Julio María Sanguinetti a la unidad de las “familias ideológicas”, que desembocó en la reforma electoral que introdujo el balotaje, resumen el ciclo político clave de la segunda mitad del siglo XX uruguayo.
Herrera había liderado la vuelta al poder del Partido Nacional en las elecciones de 1958, pero al no integrar las listas partidarias quedó fuera del gobierno, que quedó en manos de Benito Nardone, su aliado ruralista que provenía del Partido Colorado.
Sanguinetti estaba ocupando por segunda vez la Presidencia de la República cuando advirtió que la vieja rivalidad entre los partidos fundacionales del Uruguay entraba en su ocaso. Y sobre esa idea impulsó la reforma electoral que introdujo el balotaje o segunda vuelta presidencial, que de alguna manera plasmaba en la Constitución el concepto de “familais ideológicas”.
“Adviene otro tipo de lucha distinta a esta que venimos de resolver con éxito. No será más entre blancos y colorados, sino entre nacionales, quienes quieran y merezcan serlo, y los que no quieran, o porque no lo sienten, o porque no les conviene”, había dicho Herrera en aquel ya lejano 1 marzo 1959. Un par de años después, el país comenzaría a vivir aquella profecía en su faz más dolorosa.
A Sanguinetti le tocó vivir en carne propia esa lucha que de alguna manera presagiaba Herrera. Como legislador y ministro, fue testigo y en cierto modo víctima del avance de la guerrilla del MLN, y como presidente electo en 1984 le tocó la responsabilidad de liderar la vuelta del país al cauce democrático.
Tras las elecciones del año 2019, en una entrevista al diario El Observador (3.10.2020), que cerraron el ciclo de 15 años del Frente Amplio en el gobierno del país, Sanguinetti afirmó: “A la clásica dicotomía blancos-colorados se la va sustituyendo por dos grandes espacios de coalición: la frentista, ya consolidada, y la multicolor, que hizo su primer ensayo fallido con la Concertación en la anterior, y que ahora se ha visto mucho más orgánica en Montevideo”. Aunque se refería al resultado de las elecciones departamentales, es obvio que su reflexión aplica también a lo ocurrido a nivel nacional con la “Coalición Multicolor” encabezada por el Presidente Lacalle Pou.
La victoria trabajosa de la Coalición en la segunda vuelta del 2019, luego del triunfo holgado del conjunto de los partidos que la integran sobre el Frente Amplio en la primera, es por demás elocuente sobre la necesidad que tiene la Coalición Republicana para encontrar un funcionamiento más orgánico, que le permita comparecer a las urnas como lo que realmente es: un frente electoral unido por un programa común y un candidato único.
No se trata de postular la fusión de partidos que nacieron de una raíz histórica diferente, sino de acordar su presentación electoral en torno de puntos comunes, en sintonía tanto con lo que hace 63 años avizoraba Luis Alberto de Herrera, y con lo que hace un cuarto de siglo viene postulando Julio María Sanguinetti.