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Contraviento

Hoy soy Salman Rushdie

12 agosto, 2022

«…denuncia lo que es la política de “apaciguamiento” del Occidente liberal judeo-cristiano respecto del Islam, confundiendo las más de las veces al Islam religión, con el Islamismo político, ideología totalitaria que avanza sobre las libertades de la sociedad abierta, valiéndose del “buenismo” que aqueja a las élites biempensantes, y con ellas a las masas adormecidas.»

 

“Cuando la fe se convierte en odio, benditos los que dudan” Amin Maalouf en “El viaje de Baldassare”

…matadles donde quiera que os encontréis con ellos, y expulsadles de donde ellos os expulsaron…Quram, 2:191

“…cuando os encontréis con los infieles, golpeadles en los cuellos hasta que les hayáis diezmado…” Quram, 47:4 

 

Escribir una nota al calor de las emociones, nunca es aconsejable. A pesar de ello, hoy no quiero, no puedo dejar que sea la razón la que dicte al corazón, sino que me deje llevar por lo más genuino del ser humano: sus pasiones. A menudo son estas, las madres de todos los fanatismos.

Y hoy, es eso de lo que quiero hablar: del fanatismo. Del odio que mata. De fieles e infieles.

La Fetwa, o el largo dedo de Jomeini

Hoy, cuando nos hemos enterado que, 33 años, 5 meses y 27 días (que son 12.232 días, equivalentes a 293.568 horas) después de emitida, por sí y ante sí, la Fetwa por el Ayatolah Ruhollah Jomeini contra el escritor indo-británico Salman Rushdie por la publicación de su libro “Los versos satánicos”, una mano asesina lo ha hecho. O lo ha intentado, por lo menos.

En la reseña a la primera edición en español de su libro “Joseph Anton”, el último párrafo dice textual “porque lo que le ocurrió a Salman Rushdie -la condena a muerte dictada por Jomeini- fue el primer acto de un drama que sigue desarrollándose a diario”.

Joseph (por Conrad) y Anton (Por Chéjov) es el alias que le exigió el equipo de protección policial y que eligió como título para este libro autobiográfico, donde cuenta su peripecia personal, familiar y profesional por dos décadas, y pretende con ello dar carpetazo a una historia que le pesa como una loza sobre sus hombros.

La vida es una continua coincidencia. Justo hoy, a la mañana terminaba de leer “El colgajo”, de Philippe Lançon, novela autobiográfica escrita por uno de los pocos sobrevivientes del atentado islamista al periódico satírico francés “Charlie Hebdó” el 7 de enero de 2015 que costara la vida a doce personas.

Al igual que con “Los versos satánicos”, considerado por el integrismo teocrático iraní como blasfemo, la publicación de las caricaturas del profeta Muhammad por Charlie, desataron la ira del radicalizado islamismo francés y con él, el del mundo musulmán entero, multiplicándose los imanes y mulláhs que reclamaban aplicar el máximo castigo previsto por la Yihad para los herejes. Mismo “delito”, mismo castigo.

El islamismo y sus condenados

Ayaan Hirsi Ali es una mujer negra, musulmana, nacida en Somalia en 1969. Hija de un rehén político del dictador Siad Barre, sufrió todas las penurias que el islamismo reserva a sus mujeres: la ablación, el casamiento forzado, la acusación de apostasía. Vivió refugiada en Kenia y Yemen, de donde huyó protagonizando una peripecia digna de una película, para acabar refugiándose en Holanda. Después de un largo proceso, logró el estatus de asilada, estudió y años después se convirtió en miembro del Parlamento holandés. Producto de su militancia y sus escritos, cayó sobre ella y su entonces compañero, el cineasta Theo Van Gogh, la consabida sentencia de muerte.

En noviembre de 2004, Theo salía hacia su Estudio en bicicleta, como cada día. Tras un portal le esperaba un marroquí con una pistola y dos cuchillos. Lo mató a balazos, lo degolló con uno de los puñales y con el otro le clavó en el pecho una carta de cinco páginas dirigida a Hirsi. No era una misiva laudatoria, precisamente. El muyahidín se quería asegurar su lugar en el Janah y sus 72 huríes.

A propósito de Salman Rushdie, quien al momento que escribo estas líneas está muy grave en un quirófano con el cuello apuñalado, como Theo, traigo a Ayaan a colación no solamente por esta macabra coincidencia, siendo ella al igual que Rushdie una condenada por sus libros, en especial “Heretic, why islam needs a reformation now”, traducido como “Reformemos el Islam” y publicado en español en 2015 por Galaxia Gutemberg.

Otra vez el apaciguamiento ante el totalitarismo

En «Reformemos el Islam»  Hirsi Ali denuncia lo que es la política de “apaciguamiento” del Occidente liberal judeo-cristiano respecto del Islam, confundiendo las más de las veces al Islam religión, con el Islamismo político, ideología totalitaria que avanza sobre las libertades de la sociedad abierta, valiéndose del “buenismo” que aqueja a las élites biempensantes, y con ellas a las masas adormecidas.

Mientras ese Occidente culposo, censura y se autocensura toda condena del Islamismo, de sus barbaries internas y de sus atropellos de sus poblaciones esclavizadas, la “colonización” islámica avanza a marcha camión, por las buenas -Islam, religión de paz, dicen- o por las malas también.

A ella, como tantos otros que han denunciado y denuncian tal actitud suicida, la progresía biempensante aliada con los “moderados del Islam”, les han hecho una guerra sin cuartel, con el sonsonete de la multiculturalidad. Ese sonsonete resonaba por las calles de Barcelona cuando los terroristas enfilaban sus vehículos-armas llevándose todo por delante.

Tan una continua coincidencia es la vida, que en la reunión que se celebraba el 7 de Enero de 2015 en la sede de Charlie Hebdó, el tema principal era la crítica, que para el próximo número, había preparado Lançon sobre “Sumisión”, la novela de Michel Houellebecq que levantaba polvareda en Francia, precisamente porque en ella denunciaba el avance islamista y profetizaba sobre una futura República Islámica francesa. Una auténtica paradoja.

Es el fanatismo, estúpido!

Parafraseemos a Clinton, a ver si alguien algún día despierta, allí donde deben hacerlo, y las heridas de hoy a Salman y los 33 años de muerte en vida que persiguieron a Rushdie, no sea en vano.

El brutal ataque a Rushdie, debería servir al menos para que los principales objetivos de la ofensiva islamista, EEUU y Europa, reaccionen de una buena vez. El dinero y el petróleo saudí o qatarí, entre otros, no debería interponerse con la preservación de nuestra propia sociedad democrática, abierta y plural.

Mientras Irán sigue impune por las muertes de la AMIA y la Embajada de Israel en Buenos Aires, como de tantos otros atentados a lo largo y ancho del mundo, sus redes lideradas por Al Quds y Hezbollah operan en América como si fuera su propio patio trasero. Están en la Triple Frontera. Están en Ezeiza. Estarán en Venezuela, junto a China y Rusia. Quisieron estar también en Uruguay. ¿O no?

¿Qué más se precisa? ¿Cuántos otros Salman Rushdie?

Uruguay, por lo menos, debería ejercer una fuerte acción diplomática, tanto en la OEA como a nivel bilateral, bien sea con una firme nota ante la representación iraní o la llamada a consultas al Embajador.

Es hora de decir basta.