La figura de Cristina Fernández de Kirchner no pasa por su mejor momento en el vínculo con su base electoral. Se va encerrando en el segundo y tercer cordón del conurbano. Máximo sólo cuenta con la estructura estatal y la militancia camporista para poder recrear un escenario de épica.
“A medida que van pasando los años Cristina se va encerrando en el conurbano, su base electoral se va recluyendo a la Tercera Sección Electoral y más específicamente en el segundo y tercer cordón”, explica un referente territorial del peronismo bonaerense. Fuentes coincidentes sostienen que la movida para regenerar la mística de la vicepresidenta se va a basar esencialmente en la estructura de los municipios y la militancia de La Cámpora.
“La adhesión y la solidez de su figura ya no es la misma, dejó de ser intocable en las barriadas populares, ya lo notamos el año pasado”, revela un encuestador que trabaja para el oficialismo y que solo aceptó hablar en off the récord. “La pérdida de adhesiones no es algo homogéneo, hay lugares donde está más sólida y en otros hay desgaste en su popularidad, hay enojo por lo económico y vemos que también se la responsabiliza por la gestión de Alberto Fernández”, agrega el analista de opinión pública.
La mirada de aquellos que tienen inserción territorial apunta a destacar que lo que más se percibe en el GBA es indiferencia y bronca al mismo tiempo. Agregan que Cristina no está nada bien en todo el primer cordón del conurbano donde el comportamiento social y electoral se parece mucho al de CABA. En lugares como Ramos Mejía, Caseros, Villa Ballester o Ingeniero Maschwitz ella tiene altos niveles de rechazo, cuestión que se revierte a medida que se avanza hacia el conurbano profundo. La zona geográfica de influencia es claramente el corazón de la poderosa Tercera Sección Electoral y los distritos más pobres del oeste de la Primera. Merlo, Moreno y José C. Paz.
“Algo se rompió entre Cristina y un sector de sus votantes, es un segmento que está padeciendo el ajuste económico y que por el desgaste ya no duda sobre las denuncias de corrupción”, describe un conocedor del sur del GBA. Estos datos llegan a los intendentes y al propio Máximo Kirchner, quienes perciben que deberán sobreactuar para recrear un clima de épica sin el boom de consumo de la década anterior. “No podes vender el lawfare en los barrios cuando no llego nunca el asado”, plantea un puntero del oeste de la Primera Sección Electoral.
Concretamente, Máximo cuenta con la ira de la militancia y simpatizantes más de clase media urbana. Pero sobre todo con la estructura que manejan en la administración bonaerense a cargo de Martín Insaurralde, los municipios de la zona y las regionales de Anses y PAMI. De acuerdo a fuentes confiables tiene más dudas que certezas respecto a los movimientos sociales, especialmente el Evita de Emilio Pérsico. “Muchos hacen que empujan y usan el Twitter”, es el comentario.
Mientras tanto, los camporistas que gobiernan en el interior bonaerense se despegan por completo de la agenda de la “proscripción”. El ejemplo más emblemático es el intendente de Mercedes, Juan Ustarroz, primo de «Wado» De Pedro, quien en su cuenta oficial solo ha subido tuits relacionados con la gestión municipal. Necesita ganar el año próximo y no puede permitirse salir de su discurso moderado para no asustar a un electorado que no simpatiza con la vicepresidenta.