No queremos más el asistencialismo clientelista ni que la ayuda se convierta en un barril sin fondo al servicio de organizaciones que no siempre tienen en el top mind de su agenda la solidaridad. Nos consta que en el pasado reciente y hasta en el presente muchas de estas organizaciones han estado por demás ocupadas en luchas políticas y en ser meros instrumentos de aparatos de poder.
En estas últimas horas tuvimos algún cruce televisivo con un vocero de la Coordinadora Popular y Solidaria. No me interesa ahondar en los detalles del programa televisivo. Cada uno que lo haya visto sacará sus conclusiones. Pero sí me corresponde hacer algunas puntualizaciones para profundizar un poco más en los aportes vertidos hoy y los que no se pudieron volcar a la audiencia por temas de tiempos televisivos.
El tema del hambre y la carestía ya es recurrente en filas de la oposición y a esta altura es a todas luces una estrategia de comunicación de desgracias para generar un relato que no se compadece con la realidad. Y no porque el hambre o la pobreza no existan. Sino porque lo que no existe es «nada nuevo bajo el sol».
O mejor dicho. Si luego de 15 años de progresismo en el poder y viento de cola en la economía se aumentaron los asentamientos y a 20 días del inicio de una pandemia y un nuevo gobierno hubo que atender casi 800 mil personas con transferencias del MIDES y otros organismos es porque el entretejido social ya venia averiado desde el gobierno anterior.
Cuando repasamos la historia de informes de una Organización mundial seria como la FAO nos encontramos con el dato que en 2016 fue el peor año en la historia reciente del Uruguay en términos de «inseguridad alimentaria severa». Detectaron que el 9.5% de los uruguayos padecían de la misma. Y esta cifra de 2016 fue la más grave en estos años superando al 8.5% que experimentamos en el primer año de la pandemia (2020). Pero no solo eso nos relato FAO. También se ausculto que en 2016, el 28.5% de la población tenia problemas Moderados/Severos en carencias alimenticias contra un 25% del año 2020.
Estos números asustan. Y lo que más asusta es enterarnos que entre 2016 y 2018 el gobierno de la época cerró varios comedores.
Y por si fuera poco el asombro en ninguno de esos años en cuestión vimos aparecer a ninguna Coordinadora Solidaria de Ollas populares a quejarse por la situación imperante.
Vaya casualidad que las mismas aparecieron como hongos en tierra húmeda en ocasión del cambio de gobierno. Pero no es casualidad que esas mismas organizaciones hoy pidan mas y más recursos aún cuando las autoridades del MIDES les enseñan números de descenso de la demanda de porciones alimentarias en todo el país.
Y lo más asombroso es que ellos mismo en un informe recientemente preparado han aceptado y documentado el descenso de esa demanda.
Es como si «la olla popular» se hubiere convertido en un fin en sí mismo. Y no lo es. En todo caso es un medio para ayudar a los mas desprotegidos.
Hacemos todas estas aclaraciones porque estamos absolutamente convencidos que existen las mejores intenciones de parte de nuestra autoridades del Ministerio de Desarrollo Social para atender a quienes más lo necesitan. Pero sabemos que manejan recursos que como siempre son finitos. No queremos más el asistencialismo clientelista ni que la ayuda se convierta en un barril sin fondo al servicio de organizaciones que no siempre tienen en el top mind de su agenda la solidaridad. Nos consta que en el pasado reciente y hasta en el presente muchas de estas organizaciones han estado por demás ocupadas en luchas políticas y en ser meros instrumentos de aparatos de poder.
Cansados de ver como a veces se utiliza la pobreza como trampolín para escalar en las organizaciones y los partidos. Por tanto quise hacer estos descargos y aclaraciones para que el ciudadano que nos lee separe la paja del trigo y pueda tener más elementos para reflexionar sobre estos temas.
A veces suenan en mis oídos las canciones de Jaime Roos. En particular «El hombre de la calle». Canción que yo interpreto como una crítica a la propia izquierda vernácula. Canta sabiamente don Jaime:
«No me hablen más de él…No me hablen más por el».
» si yo veo en cada esquina y lo escucho en el Café».
No me hablen más de pobreza. Ayúdenla a combatir trabajando duro para sí y para los demás. Y cuando hablemos de solidaridad con el prójimo. La que yo conozco ….es anónima y gratuita.