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Contraviento

A 45 años del comienzo de una revolución en la viticultura del Uruguay

16 septiembre, 2022

Reflexiones de un viticultor…

Escribe Pedro González

En el año 1978, el Uruguay vivía una época de fronteras cerradas, con mucho proteccionismo de todo tipo de la actividad productiva, que enmascaraba ineficiencias, y escondía faltas de calidad en los productos que todos consumíamos, a altos precios, si nos comparábamos con la región.

En la vitivinicultura ocurría precisamente eso: nuestro país contaba con una viticultura que nos hacía sentir orgullosos, básicamente por desconocimiento, y porque al no existir competencia, consumíamos lo que había.

No puedo decir que no tuviéramos algunos ejemplos de vinos de calidad, pero si puedo asegurar que eran escasos y caros. Los vinos importados eran apreciados y eran considerados todos de muy alta calidad, en relación con los nuestros. Sólo las medidas proteccionistas mantenían a resguardo una producción que era atrasada y de escasa tecnología.

Gracias a la inquietud de un grupo de empresarios y técnicos de avanzada, del Grupo CREA de Viticultores, con el apoyo de la Embajada Francesa, se pudo contar con la venida del Ing. Agr. Denis Boubals, un referente de la vitivinicultura mundial, docente y director del ENSAM (Escuela Nacional Superior Agronómica de Montpellier), investigador y asesor infatigable no solo dentro de Francia, sino de varios países en distintos continentes.

Su misión en Uruguay duró algo mas de dos semanas, en las que recorrió numerosas empresas, centros de estudio e investigación, participó de degustaciones de vinos, y recabó todo tipo de conclusiones. Su informe fue lapidario, y entre sus conclusiones (recordadas hasta hoy), dijo que nuestra vitivinicultura estaba al menos 50 años atrasada con respecto al resto del mundo.

Algunos productores estaban tan enojados con dicho informe, que pretendían esconderlo. Otros intentaban que no llegara a la prensa, o al propio ministro de Agricultura. Mucho menos a los consumidores del vino nacional.

Pero lo cierto es que dicho informe fue, a mi juicio, el detonante de los dramáticos cambios que se sucedieron en las siguientes décadas. Sin duda alguna, sin esos cambios, competir dentro del Mercosur hubiera sido imposible. Los numerosos reconocimientos y menciones que han recabado los vinos uruguayos en diversos concursos internacionales, tampoco.

Estábamos tan auto convencidos que íbamos por el buen camino, que debió venir alguien desde afuera a indicarnos que el precipicio estaba muy cercano.

La introducción de nuevas variedades de mayor calidad, la mejora sanitaria y genética que supuso multiplicar material vegetal libre de virus, la mecanización, la actualización tecnológica, la adecuación curricular de los centros de estudio, y el intercambio constante con los países de avanzada, permitieron este presente, que, si bien no es brillante, no existiría siquiera, sin ese bendito informe.

Muchas veces he reflexionado sobre esa misión técnica. Para mí, representa un mojón histórico dentro de la viticultura nacional. Un antes, y un después innegable e indiscutible para todos los que de una u otra manera estuvimos cerca. También me ha servido en muchas ocasiones para pensar…

¿No estaremos cometiendo el mismo error de concluir que lo que hacemos hoy es lo mejor? ¿No nos habremos estacionado en la auto complacencia de pensar que ya llegamos a la meta?

Este razonamiento lógicamente que aplica no solo para la viticultura, de la que formo parte, y que además es mi medio de vida (además de mi pasión), sino que la he aplicado muchas veces en otros órdenes de mi vida.

El Informe Boubals, aún hoy es mi material de consulta, y no solo por motivos profesionales.